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Tenía
eso sí,
clientes permanentes y ocasionales que por la suma de UN PESO CON CINCUENTA CENTAVOS,
podían disfrutar de las noticias frescas del campo y hasta de un crucigrama
hecho a la medida de mis escasos conocimientos de entonces: Instrumento casero
de cuatro patas, muy útil para comer (Tiene cuatro letras)....Cabe anotar
que entre mis consuetudinarios clientes se contaban JESUS EMIRO CLARO, FELIX PEREZ
(El de Maciegas), MANUEL ANTONIO CLARO, LEONIDAS Y GERARDO CLARO (q.e.p.d.), LEON
ANGEL PEREZ, ALFONSO Y ABEL DURAN (q.e.p.d.) y otros a los que mi vetusta memoria
les quedara debiendo una mención especial. Al
finalizar la maratónica y exitosa venta dominical, debía entregar
al sacerdote la suma de TREINTA Y SIETE PESOS CON CINCUENTA CENTAVOS, equivalente
al precio total de los semanarios y de los cuales yo tenía derecho a DOS
PESOS, como remuneración por mis buenos oficios. Salir
de la Casa Cural con ese dinero y partir sin titubeos, directo a la Tienda de
"Baña", era una acción casi aprendida de memoria. Con
la absoluta seguridad de quien tiene con qué comprar, llegaba hasta el
negocio y luego de un efusivo saludo y de las consabidas preguntas de su parte,
sobre la salud de mi mamá y mis tías, procedía a ofrecerme
los manjares anhelados con antelación... "Ve Loncho: Está fresca
la chicha. ¿Te vas a tomar un vasito? ¿Y con qué te la vas
a acompañar? ... Generalmente la mayoría de la gente pedía
"cucas" que era lo típico, pero yo que siempre solía llevar
la contraria, pedía un largo, delgado y crujiente palitroque, el cual zampaba
dentro del vaso, para después paladear aquella deliciosa ambrosía,
la cual hasta donde mis gustos "chicheros" han podido detectar, no ha
existido otra con la misma espuma, el mismo espesor, el mismo color, el mismo
sabor, pero sobre todo, con la misma perseverancia, la misma constancia y el mismo
amor, que DOÑA ELVANIA RAMIREZ, ponía en el discreto y solitario
arte de prepararla.... Cerraba
mi opípara visita a la Tienda de "Baña", con un postre
poco usual para estas épocas y poco conocido también, se trataba
de las "TORREJAS", una especie de fritas de harina, las cuales llevaban
azúcar por encima y se constituían en una delicia perseguida por
todos nosotros, debido a la rapidez con que se vendían desde tempranas
horas. Quisiera
hacer un paréntesis aquí para señalar, que "Baña"
era hija de DON JUAN RAMIREZ, un hombre sencillo pero muy inteligente, a quien
tuve la oportunidad de conocer en mis épocas de niño, pues era comprador
compulsivo de la famosa gaseosa TISQUIRAMA, en su tienda ubicada en la esquina
del puente, mucho antes de la construcción de la calle Santa Marta. Y me
refiero a DON JUAN, porque además de extasiarme oyendo sus historias sobre
los "cachiporros" en las lejanas épocas de su juventud, también
era presa fácil de la admiración, cuando le oía interpretar
en su bandola, el bambuco "Mariquiteña". Era tanto mi encantamiento
por el instrumento, que un día cualquiera resultó haciendo conjeturas
a cerca de una posible propensión mía hacia la música. Y
hasta tal punto llegó su persistencia en el asunto, que me hizo reunir
a fuerza de múltiples oficios, los VEINTE PESOS en los que me vendió
un viejo tiple manufacturado artesanalmente por el señor Abigail Álvarez,
padre del ilustre músico ocañero Aníbal Álvarez González
Queda sentada pues, la forma como vine a descubrir mis inclinaciones por la música
de cuerdas y mi perpetua admiración por ella. Concluía
yo mi agitada jornada dominguera, con una obligada visita a "La Tropicana",
tienda atendida por su propietario y desde entonces mi amigo personal, DON ALIRO
CLARO TORRADO, quien fue por aquellos tiempos uno de los grandes visionarios de
la economía local, pues tuvo la osadía de comprar para entonces,
el primer enfriador de corriente y un gigante Televisor de 24 pulgadas, los cuales
puso al servicio del público, en su casa ubicada en toda la esquina del
Parque Ángel Cortez, hoy propiedad de Doña Mercedes Celis. La novedad
de la tienda eran los helados de piña, hechos en esas antiguas cubetas
de cuadritos y que costaban a QUINCE CENTAVOS cada uno. El plan vespertino consistía
en pagar una entrada a la sala de nuestro amigo, equivalente a VEINTE CENTAVOS
los cuales nos concedían el derecho a disfrutar el espectáculo televisivo,
hasta que INRAVISION nos hacía volver a la realidad, cuando ponía
en pantalla su logotipo de círculos concéntricos y el pito estridente,
señal inequívoca de la ausencia de señal. En
esa sala fuimos testigos muchos de los que hoy peinamos canas, del alunizaje del
Apolo 11 y la memorable hazaña de Neil Amstrong al posar por primera vez
en la historia de la humanidad, su pie sobre la superficie la superficie lunar.
Como los otros dos astronautas protagonistas de la misión se llamaban Michael
Collins y Edwin Aldrin, entonces como por encanto, muchos niños de la época
comenzaron a llevar sus nombres, gracias a la magia de aquella señal que
le dio un cambio total a nuestras vidas. También
fuimos testigos expectantes del Congreso Eucarístico Internacional, celebrado
en el famoso "Templete", acondicionado para tan magno acontecimiento,
en la ciudad de Bogotá, presidido por la mansa y bonachona figura de Su
Santidad Pablo VI, y su primera visita a este lejano país suramericano.
Esto, por citar apenas dos de los hechos más relevantes, acaecidos en un
pueblo en donde a niños y jóvenes antes de la llegada de la televisión,
nos tocaba jugar con la fantasía de lo que escuchábamos por la radio. Fuimos
testigos también de series televisivas famosas como Daktari, Perdidos en
el espacio, Viaje al fondo del mar, Tarzán, Hechizada, La isla de Guilgar,
Disneylandia y vimos con admiración los inicios de un joven que se las
tiraba de torero, cantante, paracaidista y animador, el cual terminó siendo
esto último y se instaló en el corazón de todos los colombianos:
FERNANDO GONZALEZ PACHECO y su programa insigne y epicentro de nuestra atención
en aquellos domingos: ANIMALANDIA. ¡¡¡Cómo
se refresca mi alma dando rienda suelta a estos recuerdos que a veces se agolpan
como alegres mariposas Olvidaba decir que casi siempre mis domingos por la noche, se veían matizados por un maternal jalón de orejas y la consabida retahíla de mi madre, tratando de hacerme enderezar la ruta torcida que llevaba al durar todo el día por la calle... ¡Pobrecita, mamá: Si supiera cómo han cambiado los tiempos...Apenas me repongo del último regaño de mi hijo...!!! N A N O Floridablanca, Febrero 5 de 2007 | |||
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