APUNTES AL GARETE
Por Alonso Velásquez Claro

Si en estos momentos mencionara el nombre de Nevardo Alfonso Salazar, seguramente que a pocos playeros les recordaría mucho, pero si hablara del Padre "Mirlo", más de uno entendería a quién me refiero en el presente escrito. Su apodo nació a raíz de su desmedido amor por los pájaros propios del entorno, en especial hacia las mirlas, a las que profesaba una profunda y misteriosa admiración. Tenía la Casa Cural atiborrada de jaulas de todas las formas y tamaños, las cuales se aseaban con esmero constante.

En esas lejanas y añoradas épocas, obraba yo como acólito del Templo Parroquial, bajo la tutela del mencionado sacerdote que, entre otras cosas me aplicó los fuetazos, los coscorrones y los pisotones que jamás alcancé a recibir de mi padre y todo gracias a la incomprensible visión religiosa que tenía mi mamá, con respecto a la sumisión y obediencia debidas a los curas de esas épocas. No había terminado de quitarme el hábito rojo y el roquete blanco de monaguillo, cuando ya estaba partiendo raudo como una gacela, en busca de los 25 periódicos de EL CAMPESINO, los cuales llegaban semanalmente con una puntualidad de miedo y de los que yo me convertía en voceador orgulloso, cada Domingo después de la misa de diez.

Tenía eso sí, clientes permanentes y ocasionales que por la suma de UN PESO CON CINCUENTA CENTAVOS, podían disfrutar de las noticias frescas del campo y hasta de un crucigrama hecho a la medida de mis escasos conocimientos de entonces: Instrumento casero de cuatro patas, muy útil para comer (Tiene cuatro letras)....Cabe anotar que entre mis consuetudinarios clientes se contaban JESUS EMIRO CLARO, FELIX PEREZ (El de Maciegas), MANUEL ANTONIO CLARO, LEONIDAS Y GERARDO CLARO (q.e.p.d.), LEON ANGEL PEREZ, ALFONSO Y ABEL DURAN (q.e.p.d.) y otros a los que mi vetusta memoria les quedara debiendo una mención especial.

Al finalizar la maratónica y exitosa venta dominical, debía entregar al sacerdote la suma de TREINTA Y SIETE PESOS CON CINCUENTA CENTAVOS, equivalente al precio total de los semanarios y de los cuales yo tenía derecho a DOS PESOS, como remuneración por mis buenos oficios.

Salir de la Casa Cural con ese dinero y partir sin titubeos, directo a la Tienda de "Baña", era una acción casi aprendida de memoria. Con la absoluta seguridad de quien tiene con qué comprar, llegaba hasta el negocio y luego de un efusivo saludo y de las consabidas preguntas de su parte, sobre la salud de mi mamá y mis tías, procedía a ofrecerme los manjares anhelados con antelación... "Ve Loncho: Está fresca la chicha. ¿Te vas a tomar un vasito? ¿Y con qué te la vas a acompañar? ... Generalmente la mayoría de la gente pedía "cucas" que era lo típico, pero yo que siempre solía llevar la contraria, pedía un largo, delgado y crujiente palitroque, el cual zampaba dentro del vaso, para después paladear aquella deliciosa ambrosía, la cual hasta donde mis gustos "chicheros" han podido detectar, no ha existido otra con la misma espuma, el mismo espesor, el mismo color, el mismo sabor, pero sobre todo, con la misma perseverancia, la misma constancia y el mismo amor, que DOÑA ELVANIA RAMIREZ, ponía en el discreto y solitario arte de prepararla....

Cerraba mi opípara visita a la Tienda de "Baña", con un postre poco usual para estas épocas y poco conocido también, se trataba de las "TORREJAS", una especie de fritas de harina, las cuales llevaban azúcar por encima y se constituían en una delicia perseguida por todos nosotros, debido a la rapidez con que se vendían desde tempranas horas.

Quisiera hacer un paréntesis aquí para señalar, que "Baña" era hija de DON JUAN RAMIREZ, un hombre sencillo pero muy inteligente, a quien tuve la oportunidad de conocer en mis épocas de niño, pues era comprador compulsivo de la famosa gaseosa TISQUIRAMA, en su tienda ubicada en la esquina del puente, mucho antes de la construcción de la calle Santa Marta. Y me refiero a DON JUAN, porque además de extasiarme oyendo sus historias sobre los "cachiporros" en las lejanas épocas de su juventud, también era presa fácil de la admiración, cuando le oía interpretar en su bandola, el bambuco "Mariquiteña". Era tanto mi encantamiento por el instrumento, que un día cualquiera resultó haciendo conjeturas a cerca de una posible propensión mía hacia la música. Y hasta tal punto llegó su persistencia en el asunto, que me hizo reunir a fuerza de múltiples oficios, los VEINTE PESOS en los que me vendió un viejo tiple manufacturado artesanalmente por el señor Abigail Álvarez, padre del ilustre músico ocañero Aníbal Álvarez González Queda sentada pues, la forma como vine a descubrir mis inclinaciones por la música de cuerdas y mi perpetua admiración por ella.

Concluía yo mi agitada jornada dominguera, con una obligada visita a "La Tropicana", tienda atendida por su propietario y desde entonces mi amigo personal, DON ALIRO CLARO TORRADO, quien fue por aquellos tiempos uno de los grandes visionarios de la economía local, pues tuvo la osadía de comprar para entonces, el primer enfriador de corriente y un gigante Televisor de 24 pulgadas, los cuales puso al servicio del público, en su casa ubicada en toda la esquina del Parque Ángel Cortez, hoy propiedad de Doña Mercedes Celis. La novedad de la tienda eran los helados de piña, hechos en esas antiguas cubetas de cuadritos y que costaban a QUINCE CENTAVOS cada uno. El plan vespertino consistía en pagar una entrada a la sala de nuestro amigo, equivalente a VEINTE CENTAVOS los cuales nos concedían el derecho a disfrutar el espectáculo televisivo, hasta que INRAVISION nos hacía volver a la realidad, cuando ponía en pantalla su logotipo de círculos concéntricos y el pito estridente, señal inequívoca de la ausencia de señal.

En esa sala fuimos testigos muchos de los que hoy peinamos canas, del alunizaje del Apolo 11 y la memorable hazaña de Neil Amstrong al posar por primera vez en la historia de la humanidad, su pie sobre la superficie la superficie lunar. Como los otros dos astronautas protagonistas de la misión se llamaban Michael Collins y Edwin Aldrin, entonces como por encanto, muchos niños de la época comenzaron a llevar sus nombres, gracias a la magia de aquella señal que le dio un cambio total a nuestras vidas.

También fuimos testigos expectantes del Congreso Eucarístico Internacional, celebrado en el famoso "Templete", acondicionado para tan magno acontecimiento, en la ciudad de Bogotá, presidido por la mansa y bonachona figura de Su Santidad Pablo VI, y su primera visita a este lejano país suramericano. Esto, por citar apenas dos de los hechos más relevantes, acaecidos en un pueblo en donde a niños y jóvenes antes de la llegada de la televisión, nos tocaba jugar con la fantasía de lo que escuchábamos por la radio.

Fuimos testigos también de series televisivas famosas como Daktari, Perdidos en el espacio, Viaje al fondo del mar, Tarzán, Hechizada, La isla de Guilgar, Disneylandia y vimos con admiración los inicios de un joven que se las tiraba de torero, cantante, paracaidista y animador, el cual terminó siendo esto último y se instaló en el corazón de todos los colombianos: FERNANDO GONZALEZ PACHECO y su programa insigne y epicentro de nuestra atención en aquellos domingos: ANIMALANDIA.

¡¡¡Cómo se refresca mi alma dando rienda suelta a estos recuerdos que a veces se agolpan como alegres mariposas
queriendo regresar hacia el pasado!!!

Olvidaba decir que casi siempre mis domingos por la noche, se veían matizados por un maternal jalón de orejas y la consabida retahíla de mi madre, tratando de hacerme enderezar la ruta torcida que llevaba al durar todo el día por la calle... ¡Pobrecita, mamá: Si supiera cómo han cambiado los tiempos...Apenas me repongo del último regaño de mi hijo...!!!

N A N O

Floridablanca, Febrero 5 de 2007

http://www.laplayadebelen.org