Homenaje al Licenciado César Julio Contreras
Por Alonso Velásquez Claro (Nano)

El pasado 29 de Noviembre se reunieron en la ciudad de Cúcuta, algunos exalumnos josemaristas, como Jesús Aníbal Pérez Sánchez, Juan Hernando García y su esposa doña Doris Claro Ojeda, los hermanos Luz Mary y Luis Humberto Claro Ovallos, Magreth Stella Pérez Guaglianone, Jesús Alonso Velásquez Claro, con el objeto de participar en una eucaristía de acción de gracias por los 50 años de ordenación sacerdotal del Licenciado CÉSAR JULIO CONTRERAS QUINTERO, hijo adoptivo de La Playa de Belén y fundador emérito de nuestra institución educativa, Colegio Fray José María Arévalo. La esposa del homenajeado, doña Carmen Rosa Velásquez Castilla, exalumna e integrante de la primera promoción, fue nuestra amable anfitriona.

La eucaristía estuvo presidida por el exalumno, Jesús Aníbal Pérez Sánchez, sacerdote de reconocida prestancia dentro de la sociedad playera y por el sacerdote Ramón Carrascal, miembro también de una familia de hondo raigambre religioso.

El compañero Jesús Aníbal, junto con el profesor Nayler Villamizar, fueron los artífices de este sencillo pero sentido homenaje a un persona que tan profundos sentimientos de aprecio y gratitud despertó y seguirá despertando entre las pasadas, presentes y futuras generaciones de playeros, quienes a él le debemos parte de lo que somos y representamos para nuestra sociedad.

Fue maravilloso reencontrarnos con César Julio Contreras, después de largos años de ausencia. Nos emocionamos hasta las lágrimas, recordando, relatando y hasta cantando todos esos recuerdos reprimidos en nuestros corazones, esperando tan propicia ocasión.

Finalizada la santa misa, tomó la palabra el señor Jesús Alonso Velásquez, y pronunció un discurso a nombre de los presentes y cuyo texto se transcribe a continuación:

PALABRAS DE HOMENAJE A CÉSAR JULIO CONTRERAS

Quiero a través del insuficiente pero sentido homenaje de las palabras, rendir tributo a Cesar Julio Contreras Quintero, querido maestro y extraordinario ser humano en cuyo honor hoy nos hemos reunido.
La riqueza y extensión de la copa de un árbol están en directa proporción con lo profundo y vigoroso de sus raíces y creo que aquí estamos, parte de los frutos del que su sabiduría sembró una florida mañana de 1972, rompiendo el paradigma de los imposibles, en un polvoriento y desolado pueblo, cuya vida giraba en torno a la única escuela donde dormitaban los sueños sin futuro de su juventud humilde y buena.

En medio de las ocupaciones propias que le demandaba su oficio de párroco para el que había sido dispuesto, encontró usted la manera de proponer, diligenciar y crear efectivamente, un lugar de encuentro para el estudio, para la reflexión y para el conocimiento.

Y fue allí en una esquina del dormido parque, donde usted apreciado César, Convocó al duende de los sueños para imaginar un futuro de progreso y cultura para un puñado de muchachos ambiciosos y anhelantes que le seguimos entonces, con la firme convicción que en el claroscuro de una larga noche, se presentía un alba propicia para el cumplimiento de nuestros ideales.

Los viejos estantillos, carcomidos por el tiempo y las tejas lamosas de la secular vivienda, fueron testigos insomnes del palpitar ardiente de veinticinco corazones jóvenes, con ansias desaforadas de recibir la instrucción y todo el bagaje cultural que escuchaban y medio veían a través de las escasas comunicaciones que existían en aquel pedacito de mundo.

De ahí en adelante surgió, como un arco iris de esperanza, el Colegio Fray José María Arévalo, que se convertiría en el eje central de toda actividad académica, lúdica o cultural, lo cual dividiría en dos épocas, la historia de La Playa de Belén.

Procedo ahora a proyectar sobre la pantalla de mis añoranzas, esos primeros años de experimentación, cuando usted Licenciado Contreras, con la mansedumbre del pastor, pero con la firmeza y el talento del administrador, supo encontrar aquel grupo idóneo de servidores que le acompañarían en el difícil camino de nuestra formación. Aparecieron entonces Raul Quintero (q.e.p.d.), Hernando Trigos, Ciro Ortega, José Navarro, Alba Lucy Yaruro y los que posteriormente se fueron sumando a la selecta élite de quienes nos formarían, como Roselia Pacheco, Melba Rueda y Carmela Ojeda, quienes entendieron perfectamente su misión e hicieron de su entrega y dedicación un modo de vida.

Comienza entonces a complementarse el acervo histórico y cultural de aquellos veinticinco adolescentes, que entendieron la necesidad de poner los ojos en el estudio de las diferentes ciencias y en el cultivo del ejercicio intelectual, cambiando por añadidura, las viejas estructuras sociales que hasta el momento habían sostenido la idiosincrasia de los playeros. Por eso dije en líneas anteriores que la fundación del claustro educativo había partido en dos nuestra historia: Antes y después del colegio.

Y como consecuencia lógica del aprendizaje, de los acontecimientos exteriores que empezábamos a descubrir y de la consecuente vivencia en el apacible entorno de nuestro claustro, surgieron como por arte de magia las melenas de quienes queríamos parecernos a los hippies, las minifaldas de las Duranes, las uniones de facto de Pacho, Chocho Uriel y Beto; los centros literarios, las semanas culturales; el grupo de danzas "Agua Mojada" de Juan Hernando García; los emblemas de "peace and love" y las balacas en el pelo de Alonso Velásquez, el Trio "Rayito Claro de Luna" de Doris Claro, Ana Graciela Luna y Luz Mary Claro; Nelson Claro Luna, fundador del equipo de fútbol "Estrella Roja", predecesor del posteriormente famoso "Unión Bachiller": las camisetas funerarias del Unión Bachiller"; los amores sempiternos de Juancho y Doris; el costurero de Carmen Rosa, Blanca y Nelsy; la bicicleta comunitaria de Fito Alvarez; las medias nueves de huevos crudos y Pony Malta en la tienda de Manuel Antonio, del compañero Lino Rodríguez; las lecciones moralistas de Maria Nicolasa Claro (q.e.p.d.); Las irredentas furias y bravuras de Campo Elías Claro; las tenebrosas clases de Prehistoria con Cesar Julio; los jocosos apuntes de Jaime Arévalo (q.e.p.d.); el quiosco del solar que nunca terminamos y que nos servía de excusa para fumarnos subrepticiamente un cigarrillo o escaparnos de los rosarios en el patio, por el mes de Mayo; la voz melodiosa, la eterna sonrisa y la elegante presencia de Nena Pérez (q.e.p.d.); el asedio constante de los admiradores de Marleny Peñaranda, que le obsequiaban desde una bolsa de arifuque de la cooperativa escolar, hasta una serenata con Tavo y Alonso; la tímida hermosura de Magreth Pérez; las eternas peleas entre Nelson Sanguino y Said Pérez; las introversiones de Kiko León; la permanente vigilancia sobre nuestras malas actuaciones por parte de Jesús Aníbal Pérez, quien posteriormente enfilaría sus pasos por las sendas del evangelio; los sólos de batería que sobre cualquier objeto de percusión nos ofrecía Yamil Hernando Pacheco; la seriedad, la mesura y la responsabilidad de Ramón David García, quien fuese años después, acertado conductor de los destinos de nuestro pueblo.
Todo esto que he mencionado, bajo el ojo vigilante y atento de nuestro rector, que no dudaba un solo instante en aplicar los correctivos necesarios cuando las circunstancias así lo exigían, como la vez aquella que nos sorprendió a Yamil y a mí, jugando despreocupadamente en los billares del parque, después de haber pagado el precio del juego, con dos huevos hurtados por Yamil de la tienda de su padre, Don Nelson Pacheco. ¡Qué felices y qué orgullosos nos sentíamos entonces, de hacer tanto con tan poco y cómo mirábamos la figura ejemplar de César Julio Contreras que nos marcaba un rumbo, que nos marcaba un camino y que nos instaba a emprender el vuelo hacia un horizonte pleno de expectativas e ideales…!

Después de tantos años, mucha agua se ha deslizado por los puentes del recuerdo y hoy estamos aquí, no todos los que quisiéramos, pero si dispuestos a celebrar con usted el cincuentenario de su ordenación sacerdotal, la cual permitió, por esos designios divinos e inexplicables, que un convencionista llegara a nuestro pueblo para encargarse de su su grey, sembrando en muchos corazones la semilla fértil de sus enseñanzas, de las cuales somos nosotros fruto vivo y testimonio cierto.

Por tantas cosas del ayer que los playeros le debemos, pero también por esta pequeña oportunidad para pensar a la luz de su propia obra, en lo que debería ser la nuestra, es que quiero expresarle apreciado César Julio, nuestra permanente e inalterable admiración y gratitud…

Cúcuta, Noviembre 29 de 2009