Caminamos
ahora por la senda del hermoso Cañón del Chicamocha, donde
el cielo se abraza con la tierra y los cactus reemplazan a las rosas
La
Laguna de Ortices nos remonta en medio de escarpados callejones, por el
Cañón del Guaca donde forman su reino, milenarios "Barrigones" Sus
profundas raíces nos asombran y hasta parece que tuviesen alma, en
ellas se reflejan victoriosas las gestas del honor, santandereanas. Aquí
el viento modela silencioso un paisaje de luz en las mañanas; la
majestuosa efigie de un coloso, o el rumiar perezoso de las cabras Al
pie de las montaña, rumoroso, el Río Guaca se viste de esperanza camino
a Cepitá donde amoroso lo espera El Chicamocha en lontananza
Seguimos
escalando sigilosos la agreste geografía de la comarca hasta llegar
en medio de alborozos a la vereda El Basto, que se llama Allí,
alejados del mundo novedoso, tejedores de fique y de añoranzas lo
convierten en medio del asombro en costales teñidos de nostalgia. | | Hilanderas
de ancestros orgullosos que entrecruzan los hilos con la gracia de unas
manos que ignoran el reposo y un oficio feliz que no les cansa Por
San Miguel cruzamos despaciosos Sobre el puente en que otrora funcionara La
cabuya, un sistema que ingenioso, permitía transportar gentes y carga En
Perico montamos temblorosos la polea que por cable nos transporta de una
orilla a la otra temerosos, sobre el espejo límpido del agua A
lo largo del viaje fatigoso, encontramos la sombra de una casa donde inclina
José su viejo rostro, al despepar las flores de Jamaica Reanudamos
la marcha presurosos con rumbo a la colina señalada, donde está
Cepitá maravilloso vigilando la paz de la montaña. Llegamos
al final con el honroso placer de haber cumplido la jornada y al alzar nuestros
brazos victoriosos cambiamos por un gesto las palabras
Floridablanca, noviembre 18 de 2009.
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Siempre
habrá un claro en el bosque, en la montaña o en el rio que dé
sentido a nuestras metas, que llene de contenido los interrogantes más
antiguos y universales; siempre habrá un horizonte hacia el que avance
la mirada serena, una tarde del tiempo en la que disfrutemos de la libertad y
seamos conscientes de ella, de los profundos milagros que en nuestro ser íntimo
puede llegar a provocar el contacto con la naturaleza. Renunciar a ello sería
como perder la lucidez y sumergirse en el anonimato de una esclavitud voluntaria.
Nano |