Nunca
se lo dije, mi querido Beto, pero creo que es esta la ocasión propicia para
reiterarle mi profundo afecto, mi cariño eterno, mi amistad sentida.
Desde
nuestra infancia y después del colegio fuimos construyendo cada quien
su vida: Usted por su lado buscando otros puertos, yo remando a ciegas,
buscando otra orilla.
Pero
en todas partes y en todo momento fuimos consecuentes en cierta medida, con
el dulce pacto que impone el recuerdo de reconocernos en cada rutina.
Siempre
ha manejado usted los talentos que un día le heredara su vieja querida: afable
en el trato y siempre dispuesto a entregarle a todos su mano extendida.
De
Don Luis, su padre, heredó el respeto y la justa fama que el honor inspira por
eso sus actos siempre están marcados por la honestidad que la conciencia
dicta.
Hoy,
a cincuenta años de su nacimiento, que el Dios de los nuestros benigno
me asista para recordarle a través de mis versos, que en mi tiene
un alma que nunca lo olvida
Girón,
Noviembre 27 de 2009 |