| A
ese padre que fue, recuerdo ahora, entre las brumas de un ayer lejano, cuando
tomado de su blanca mano paseábamos la infancia de mis horas. Mi
viejo padre se llamaba Adriano y en sus ojos brillaban mil auroras; era
un recio peón que sin demoras lograba interpretar ciencia y arcano…
Una tarde enlutada de verano, se marchó sin razón llorando
a solas por el camino que recorren todas las almas que en la tierra amaron.
Entonces me quedé como un rapsoda, con mi verso inconcluso y mis
halagos; con una frase de amor entre mis labios y una angustia que nunca
he superado…
JESÚS ALONSO VELÁSQUEZ
CLARO (“nano”) Floridablanca, Febrero 25 de 2015 |