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Siempre
desde muy niño, me unió a la familia Claro delgado, un vínculo
de afecto y cariño que ni ni siquiera esas largas ausencias de La
Playa de Belén y los años de la adultez lograron romper. Basta entonces
el inexorable fenecimiento de Aliro, para remontarme entre las brumas de los años,
hasta aquella infancia en que no teníamos mucho que ver pero hacíamos
mucho de lo que veíamos, pues dábamos los primeros pasos hacia la
conquista del conocimiento. En mis tempranas incursiones en búsqueda de
lo desconocido, no perdía la ocasión de observar y de leer todo
lo que estuviera a mi alcance y entre lo que siempre estuvo a mi alcance, se encontraba
la bondad y la hospitalidad que desde entonces me brindaba esta familia. Siempre
hubo tienda en esa casa, pero no era precisamente el negocio lo que me atraía,
sino una pieza en la que Aliro se refugiaba algunas veces , "a jugar"
- según creía yo - con una cantidad indefinible de relojes de distintos
tamaños, marcas, formas y colores de los cuales extraía piezas e
insertaba otras que ningún ojo normal podía apreciar bien, debido
a su pequeñez, objetivo que él si lograba gracias a un adminículo
que mágicamente anexaba a su ojo derecho y que mi imaginación de
niño comparaba con los robots que mostraban en las películas televisivas
de aquel tiempo. Este arte de reparar relojes, con que Dios premió a mi
amigo, muy poco se veía, salvo en Ocaña que para nosotros era entonces
una gran ciudad, ya que nuestros pasos no habían traspasado sus fronteras,
por lo tanto, la admiración y confianza que despertaba entre la gente era
muy grande; a mi, sobre todo, me parecía, algo incomparable y podía
permanecer horas y horas de pie, observando el minucioso examen que hacía
de cada reloj, la perilla roja con boquilla negra, la cual oprimía fuertemente,
logrando que el aire expulsado limpiara de polvo y de pequeñas partículas
el interior de la maquinaria, el recambio o ajuste de las piezas y la pasta que
finalmente aplicaba a la caja y la manilla, para limpiarlas luego con un pañito
especial que dejaba relucientes y como recién salidos de la fábrica,
los artefactos confiados para su arreglo. Era tal mi arrobamiento y concentración
que algunas veces me decía: "Y vos te vas a quedar como un espetón,
ahí mirando. ¿Es que no pensás ir a almorzar
?"
Unos instantes después entró Aliro y con el terror en mis ojos presintiendo el fenomenal regaño que se avecinaba, no fui capaz de pronunciar palabra alguna. Me puso la mano en el hombro y con voz pausada me dijo: "Te gusta el reloj ? Ganátelo !!! No podía creerlo Con un hilo de voz apenas perceptible, atiné a preguntar: "¿Y qué debo hacer ?" Se aproximaba por esos días, la Fiesta de la Virgen de las Mercedes, patrona y reina de los playeros, festejo que aprovechaban tanto pueblerinos como campesinos de toda la región para lucir sus mejores galas y regodearse con los artículos comestibles de que se abastecían las tiendas para aprovechar el importante momento. La tienda del señor Pedro Jesús Claro "Pedrito" como se le conocía coloquialmente, y padre de mi amigo Aliro, se caracterizaba por vender el más suave y delicioso queso criollo de los alrededores, así como la famosísima Kola Calle, orgullosamente fabricada en el Barrio La Costa de la Ciudad de Ocaña y las infaltables "Calillas Cóndor", de Piedecuesta, Santander. Los orígenes de tan famoso queso, los vine a saber dos días antes de las fiestas patronales, cuando en mi acostumbrada visita, el dueño de casa entre sonriente y malicioso me dijo: "Ve, Candelillo: Querés quedarte con el reloj que tanto te gusta ? Pues preparáte para una larga caminata, porque mi papá necesita traer 10 quesos frescos de donde "Juanito Pacheco", allá en La Tenería " (Hasta el fin del mundo, pensé para mis adentros, con tal de tener para mi, el soñado reloj) Luego de pedir el respectivo permiso a mi mamá, quien a regañadientes me lo concedió, emprendí la marcha, con QUINCE (15.oo) PESOS M/CTE., suma que me había entregado Pedrito, para el pago del encargo. Con
el acicate del premio que recibiría y alentado por la vitalidad de mis
12 años, atravesé raudo veredas como "Rosa Blanca", en
donde nacimos muchísimos playeros, quienes aún lejos de nuestro
caro terruño, le apuntamos a la esperanza de volver y reposar allí
nuestras cansados pasos; luego pasé por "Los Espinos" lugar donde
naciera y viviera sus primeros años Ramón David "Moncho"
García, ciudadano ejemplar, compañero y amigo de estudios, alcalde
de grandes logros y merecimientos, quien fuese arrastrado hace algunos años,
por la vertiginosa e insana corriente de esa guerra cruel y despiadada que no
hemos podido desterrar de este gran país. Luego de mucho caminar llego
a un sitio denominado "El Reposo" , en donde fatigado pero alegre, puedo
beber el agua transparente de una cantarina quebrada que cruzaba por el lugar
y posteriormente atravieso un sitio denominado "El Llano del Hato",
hermoso lugar en donde según nuestra historia municipal, nació Don
Carlos Daniel Luna Manzano, hombre probo y de aquilatadas virtudes, quien le dedicó
los mejores años de su vida al servicio de la comunidad en el desempeño
de diferentes funciones públicas y es a él como Representante por
la Provincia de Ocaña en la Asamblea Departamental, a quien La Playa de
Belén debe su identidad territorial como municipio, mediante la Ordenanza
No 16 de Abril 10 de 1934. Ya
estaba a unos pocos pasos de lograr mi objetivo. A la distancia se veía
el bucólico paisaje que rodeaba la casona de Don Juan Francisco Pacheco
Y Doña María Ruedas, autores biológicos de una extensa prole,
entre la que se encontraba Leonel, un desgarbado muchachito que a la postre se
convertiría en un magnifico puntero de la guitarra y amigo incondicional
que nos permitió junto con mi amigo de siempre, Octaviano Tarazona, conformar
por mucho tiempo, "El Trío Playamar", motivo de sueños
y aspiraciones en un excelente capítulo de nuestras vidas. Desde aquella
planada donde se encontraba situada la casa, podía observarse un paisaje
maravilloso, inclusive, se podía percibir en un eco lejano el vago rumor
de la entonces caudalosa "Quebrada Tenería" de la cual hacía
un uso racional las familias del entorno, además se desprendía de
ella misma, por el sistema de gravedad, el servicio de agua para el consumo humano
de los habitantes del casco urbano. Veíase también desde aquel sitio,
la sinuosa y blanca carretera que siempre ha unido la ciudad de Ocaña,
con los municipios de la Playa de Belén y el vecino Municipio de Hacarí,
pasando por los corregimiento de Aspasica y La vega de San Antonio. Después
de haber presenciado el humilde pero laborioso ritual de preparar ese exquisito
queso criollo con el que los playeros solemos sagradamente "embutir"
nuestra infaltable arepa diaria, emprendí mi regreso al pueblo, silbando
alegres tonadas mientras mis pasos presurosos iban dejando su huella indeleble
por los abruptos caminos de mis años mozos. Cumplida la misión encomendada,
pude con mi agradecida alma de niño, disfrutar de aquel anhelado Reloj
Oris de cuerda, cuya maquinaria de origen suizo y la belleza de su contextura,
habría de despertar la envidia de mis amigos y hasta la suspicacia de otros
que nunca pudieron comprender el alma generosa y desprendida de Aliro Algunos
años después, siendo orgulloso habitante del Colegio Fray José
María Arévalo, entré a formar parte como portero, del "Unión
Bachiller", el equipo de fútbol insignia de la Institución
y del municipio en general, y en uno de tantos entrenamientos en la inolvidable
cancha de Los Estoraques, terminó su vida contra uno de los arcos, mi primer
reloj de pulso. Como
decía al comienzo, ALIRO CLARO TORRADO, fue un hombre de muchas facetas
y creo que su recuerdo permanecerá latente en cada animal que necesite
cariño, en cada ranchera que la nostalgia del pasado nos haga entonar,
en cada regalo que hagamos y nos hagan, pero principalmente su presencia de paisano,
de amigo y de playero ya se encuentra asegurada en la descendencia que dejó,
en esos genes que multiplicados por diez se hacen patentes en sus hijos William
y Aliro J.R. ,quienes heredaron la destreza manual de su padre para arreglar o
reparar desde un humilde reloj casero, hasta los más sofisticados equipos
electrónicos y lo que es más plausible y meritorio, con ese despego
de lo material, que los convierte en benefactores compulsivos. Con las sabias
palabras del Dalai Lama, termino este corto pero cariñoso homenaje a un
gran hombre y gran señor: "La verdadera esencia del ser humano es la bondad. Existen otras cualidades provenientes de la educación y la sabiduría, pero, si uno quiere convertirse en un verdadero ser humano y dar un sentido a su existencia, es esencial tener un buen corazón " JESÚS
ALONSO VELÁSQUEZ CLARO ("nano") | ||||||||||