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Con "chabacano", "cachetes", "Charrito", "chillón", "chicharra", "Chente", "ocho", "chusma", "chambón", "chaparrón", "chiflado", "chochito", "chancluda", "Nachita", "chato", puede entenderse que son vocablos comunes de la lengua; no obstante, al complementarlos con "chipote", con "chiquitolina", con "chispotió", con "chanfle", con "chiripiorca", se apreciará una imagen de alguien que aparece poco a poco y los pronuncia mucho, hasta cuando con "Chilindrina", con "Chavo", con "Chómpiras", con "Chapatín", con "Chimoltrufia", con "Chapulín", se concluye en el significado particular de "Chespirito", o sea, la palabra que señala a don Roberto Gómez Bolaños, el señor de estatura pequeña; a quien, por estar escribiendo a todo rato, como Shakespeare, alguien en México le dio por bautizarlo con esa "che" literaria de la inmortalidad. En el medio audiovisual nadie ha producido tanto humor como él. Cinco generaciones degustan reiteradamente sus obras. Los bisabuelos escasos del setenta, con sus sucesores del momento, desdentadamente se reían. De igual manera, los abuelos del ochenta con sus gracias se desternillaban. Los padres del noventa, por sus ocurrencias lo aplaudían. Los hijos del dos mil, con sus "heroísmos" se emocionaban. Y los bisnietos del diez, en el nuevo siglo y en los ochenta y tres de don Roberto, muestran la leche de sus dientes al oír el "¡ggrrrr!" conque llora Kico, o al ver caer un "Chipote Chillón" sobre los forajidos. Humor blanco, casto, sencillo, enaltecido a todas las edades y a diversos idiomas del mundo, sin las vulgaridades sexuales de los insípidos que hacen cosquillas a lo obsceno y no a la moralidad. En "Chespirito" se observan, entre todas las características que identifican el humorismo, las cualidades del recato con que el autor se entrega a sus gentes. Figura del ingenio que naciera en 1929 y en ciudad de México, la de Roberto Gómez Bolaños se expande por el mundo con la gestión más grata que pueda tener el hombre: servir; y su servicio, que no es teórico y sí estético, está escrito sobre la boca con la palabra "sonrisa", aquella mueca de la satisfacción que revela el alma de la felicidad. Su obra es una literatura para toda forma de pueblo, libreto del humor en la televisión, en el cine, en el teatro, en sus textos, humor primitivo, agradable, donde los personajes se desenvuelven en conflictos que al tratar de resolver a sus maneras, originan la risa del receptor. SU
HUMOR, UN FUNDAMENTO DE LA DIFICULTAD "El Chapulín Colorado", "El Chavo del Ocho", "Los Caquitos", "Los Chifladitos" y "El Doctor Chapatín" son, entre otras de mayor antigüedad, las obras de "Chespirito" que más han deleitado a los colombianos. Corresponden a producciones surgidas desde 1970, cuando el autor era joven y podía representarlas con vigor en sus papeles de personaje principal, situación que ya se fue y que hoy, a los 83 años, de Roberto Gómez Bolaños sólo quedan los millones de "Muchas gracias" con que se le brinda el mundo. El "Chapulín colorado" nació, y "Chespirito" lo dice, como crítica a los héroes gringos que invadieron a América desde décadas anteriores. Eso de "Superman", "Tarzán", "Dick Tracy", "Hopalong Cassidy", "Red Rider", "Gene Autry", "Roy Rogers", "El Llanero Solitario", "El Fantasma", y tantas historietas que fueron estimulo para que un autor español, Marcial Lafuente Estefanía, llenara de plomo a sus novelitas de vaqueros; a esas, que son paquetes que vendía el antiguo "Salón Astoria" cucuteño y que aun se exhiben en una esquina de la avenida segunda con once, a esos, que contenían mensajes subliminales de dominación en la época de posguerra, a esas hombrías de machazos y bandidos había que contrariarlos con un héroe criollo, valiente pero menso, delgado y bajito, uniformado de invertebrado y con un arma primitiva de destrucción; o mejor, de "distracción masiva", el "Chipote chillón", arma con la que diera solvencia, en medio de sus torpezas, a los problemas de la gente cuando al invocarlo le expresasen "Y ahora ¿Quién podrá defenderme?". Entonces aparecía él con ruidos y caídas, y con ello, el deseo quijotesco de "Servir", altruismo encajado en una dificultad que para hacer reír necesitó, no sólo de la manera de resolverla, también del lenguaje ideado por el autor. A su vez, el humor de "El Chavo del Ocho" es producto de lo sentimental. En él, todos sus personajes sufren de soledad. Al señor Barriga, don Ramón, doña Florinda, aunque tienen descendencia, les hace falta su suplemento; a Kico, Ñoño, Popis, Chilindrina, hijos únicos, la soledad se refiere a papá, mamá o hermanos; doña Clotilde (Bruja del 71), si bien tiene una hermana en Francia, vive sola; algo similar a Jaimito, el cartero, con sus parientes en Tangamandapio. Jirafales también está solo, pero con sueldo de maestro y una ilusión de amor en la mamá de Kico. El más amargo de todos es el Chavo: sin casa, sin plata, sin hermanos, sin padre ni madre ni tíos, la soledad total, con sólo un amigo imaginario, "Chente", de quien dice haber recibido las mejores cordialidades de la vida. "Chavo del Ocho", que es lo mismo que decir, Chavo de Colombia, de América, del mundo, alumbrado por los semáforos y susceptible de toda forma de explotación, niño que en la vecindad pronuncia, desde su fantasía navideña, una "Torta de Jamón" para llenar de felicidad a su estómago vacío. En su postración, por eso se interna en el barril para hacer en lo más íntimo que exige su soledad, sin que nadie lo vea, una cosa triste que se llama llorar. Mostrado así, el ambiente estimularía una obra para ocasionar dolencia en el espectador; no obstante, don Roberto Gómez Bolaños, a las lágrimas ocultas de sus libretos les coloca soluciones de cotidianidad que llevan a la risa. Risa en las persecuciones de un rico por los 14 meses de renta que le debe un desempleado, risa en las bofetadas a un pobre, seguidas por la discriminación infame: "¡No te juntes con esa chusma!"; risa en las facilidades de uno, comparadas con las dificultades de los otros, situaciones de una teoría del conflicto, la lucha de clases de las que también trató Marx, eternas en este mundo de desconsuelos y palpables en libretos que sirven no sólo para reír, también para recapacitar. Las demás obras de don Roberto, "Los Caquitos", "El Dr. Chapatín" y "Los Chifladitos", siguen el mismo esquema: dificultades que para solventar, el autor les unta su habilidad para dosificarlas en carcajadas. Los dos últimos viven un mundo de clase media entre episodios de locura y enfermedades que al tratar se complementan con disgustos. Acá, el servicio de una "Tacita de Azúcar", implorado por una vecina, es aminorado con el deseo de un "¿Ya se va?", lo que también ocurre con el "¿Insinúa que soy viejo?" del Dr. Chapatín, determinando favores dentro de una sociedad que si no terminan en pelea, terminan en desdén. Por su parte, "Los Caquitos" viene a ser la obra que más atrae al público. Muy chistosa. Recreada en un ambiente de estrato bajo, más bajo de lo que en México equivaldría al perpetuo "Quinto patio", las situaciones que se muestran en todos los episodios son maravillosas. Se trata de dos personajes antagónicos en su físico, uno gordo y otro flaco, mal trajeados y con voz de pueblo, sin reciprocidad en los respetos pero con una profesión común: son ladrones. ¡Y qué robos! Ninguno llega a un final feliz, pues la idiotez de uno impide que la estrategia del otro permita llevar "algo" a la casa. Todas las acciones en el momento de hurtar van al fracaso. Les falta salsa parlamentaria. También insistencia. Y suerte. El policía que de vez en cuando aparece es muy bueno. Digno de su función. Y aunque pocas veces los lleva a la cárcel, el Inspector al final los deja libres. No hay pruebas. En Internet hay "muchisisisísimos" episodios. No es sino escribir "Los Caquitos" para que de inmediato den ganas de invertir una hora en lo más amable de la vida: la risa. Por supuesto que no todos los eventos son de robo. Los hay sobre la vida cotidiana de los personajes. Muy buenos. Y es que, además de las situaciones y argumentos propuestos por el autor, hasta sus nombres causan risa. Por estar acomodados a la temática. Si los del Chavo hacen parte de una picaresca dentro de la ternura, en "Los Caquitos" los nombres se semejan a sus mundos de picaresca dentro de la miseria. "Chimoltrufia" es la mujer de "Botija". Ella se llama "María Expropiación Petronila", bautizada así por haber nacido el día en que a México los vecinos de arriba le robaron parte de su petróleo. Y la nombró de tal forma, su propia madre, doña Espotaverderona Torquemada de lazcurain, personaje que cuando interviene, produce carcajadas por su chabacanería. Robustiano Robles Macizo fue un novio que tuvo la Chimoltrufia antes del matrimonio, truhan con bíceps grandes que todo lo manejaba a musculazos. El "Chómpiras", sobrenombre, (Su propio nombre: Aquiles Esquivel Madrazo) es el mismo "Chespirito", un "buen ladrón", al hacer que no se cumplan los objetivos del robo. Gracias don Roberto Gómez por haber creado estos programas. Gracias a México por reconocerle, en todo este año, sus bondades. En Internet están consignadas las gratitudes de las gentes.
por supuesto, así mismo participó dentro del cine mexicano del siglo de Oro, dos reinas en su belleza y talentosas en la actuación. Ambas de Bogotá. Alicia Caro, hija de la poetisa Laura Victoria y esposa del actor Jorge Martínez de Hoyos. García Márquez fue el padrino de este matrimonio. Actuó en películas al lado de Joaquín Pardavé, Sara García, Tintán, y otros. La siguiente es Sofía Álvarez, bellísima, inolvidable bogotana, con Pedro Infante y otros artistas se dio a conocer al mundo. En Convención, Norte de Stder, hizo una presentación y asistió a un coctel de bienvenida, a mediados del cincuenta. OTRAS
EXPRESIONES DE "CHESPIRITO" La prensa colombiana de las décadas 50, 60, 70 y 80, ocupó extensas páginas en la publicidad de las películas del momento. La mayoría era de México. Y no pocas fueron escritas por don Roberto Gómez Bolaños. Más de 50 libretos suyos se convirtieron en películas donde actuaron Viruta y Capulina, Silvia Pinal, Mauricio Garcés, Cesar Costa, Pili y Milli. Todas interesantes y de buena asistencia. Él no actuaba como personaje principal. Sus 1,60 cms. de estatura no se lo permitían. Sólo vino a aparecer cuando configuró su elenco. Entonces surgieron películas con su ponencia humorística. Muy risible fue "El Chanfle", también "El Chanfle 2", con temáticas de fútbol. "Don Ratón y don Ratero", "El Charrito", y "Música de Viento", también despertaron carcajadas. Por su parte, en el área teatral también obtiene eternos aplausos. Sus obras, "11 y 12", con muchos años de presentaciones en la ciudad de México; "Silencio, Recámara, Acción", "Títere" y "La Reina Madre", basada en la progenitora de charles Chaplin, son obras que causan una verdadera lástima ¡Lástima por no haber sido presentadas en Colombia! Por
el lado de la literatura, su libro, "El Diario del Chavo del Ocho",
ornado de cuadros pintados por él, contiene la vida del "Chavo"
como ser real, un lustrabotas que al demostrarle ternuras mientras lo embola,
le impulsó a pensar en su obra televisiva. Texto de atrayente lectura.
Fácil y divertido con palabras de la sencillez. Y sobre el otro libro de
don Roberto Gómez, "Y también Poemas
" hay una cita
en donde un diálogo con Dios concluye en la más amarga de sus dudas:
la existencia del más allá. "No me vayas a decir conque aquí
se acaba todo", le dice. Señor "Chespirito", su inmortalidad
ya está entre los humanos. Su cielo reposa en los milagros de su virgen
"Guadalupe". Crea en él. Así como debe creer que el infierno
no existe en el más allá. Está acá, en nuestra propia
tierra, y también lo personifican los millones de "Chavos del Ocho"
que sufren por su pobreza, con su soledad. | ||||||||||