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abajo del CIELO Nuestra familia, Barriga. Desde 1853 hasta 2008 | ||
ALFREDO
BARRIGA IBÁÑEZ | ||
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Hubiera querido ser poeta para rociar con aromas de jardines la bondad y la ternura de esta inolvidable mujer. Desgranar una inspiración con felicidades de cielo y exponer la historia de un ser a quien siempre observé en arrugas de calendarios, mientras que mis años sólo eran capaces de sostener los juegos de la niñez y las melodías de la juventud. Siempre la vi vieja; y tenía que serlo, pues había nacido el 24 de mayo de 1892, seis años antes del nacimiento de mi padre, en la Aspasica que no hace sino pocos meses nos llenó de encantos. Fue tan buena, que hasta procuró demorar noventa y tres años su existencia y así proveer de dulzuras a quienes nos cobijamos bajo su manto, no sólo en su mismo hogar, también en las frescuras de un mismo barrio y en las costumbres de un mismo pueblo, el Convención que a ella, su familia y descendencia les llenó de respeto y admiraciones. Murió el dos de febrero de 1986. Muy pocos sabían que también se llamaba "Gracia". Esta es una casualidad encontrada en la Partida de Matrimonio del año 1895 en que consta la unión de sus padres, sustantivo que se adjetivó en los comportamientos de su corazón y que distribuyó a todo aquel que poseyera su misma sangre. Era hermoso hablar con ella. Si los humanos tuviéramos la voz de las aves, pudiera decirse que en su garganta, el sonido de los turpiales nacía para darle una mayor estética a los paisajes de su alma. Sin embargo, su voz era humana, inteligente y femenil en los timbres de la elegancia y delicada pronunciación, muchas veces ornada por el sentimiento que provocan los hechos tristes, como aquellos que exhalaba al decir que "¡Honorato fue muy bueno!"; o hechos de la alegría, como aquel en que al ver llegar a su último hermano, Gilberto(1), le criticaba sus tardanzas con palabras que sonreían: "¡Ay Betico, no se te olvide que desde tu casa a mi casa, las calles aguantan con tus pasos!". La pulcritud, además de ser su insignia, era una acción que cumplía bajo influencias de la responsabilidad. Y se daba en el hogar, en la sociedad, en el vestir, en sus arreglos personales, para los cuales el talco y el perfume se formalizaban en el mejor motivo para despertar sus dichas; y, por supuesto, importancia en la salud, razón por la cual fue tan dulce y prolongada su existencia. Incluso en su época de vejez fue una mujer muy bien vestida. Las telas oscuras de lino o popelín permanecían planchadas hasta los pliegues que llegaban abajo de sus rodillas, embelleciendo la costumbre tradicional de algunos Barriga: caminar despacio. Así la reconocíamos en las calles de Convención que al armonizar con su figura se apreciaban de vieja data, en las escasas ocasiones en que salía de su casa a visitar sus hijos. Si en su juventud fue alta, con ojos pintados de verde por el pincel de trigos maduros, la edad le aminoró sus colores, su cuerpo y encorvó su espalda, protegida a menudo por un pañolón que la cubría del frío, debajo de sus cabellos negro-canos que al recoger y ensortijar en la nuca, se sostenían con una peineta para plasmar moños a la manera de los peinados antiguos. Siempre iba acompañada de un nieto. En esa misión observé muchas veces a Armando(3) Martínez, aquel que siendo niño le preguntó el lugar en donde quedaba Aspasica para enseguida responderle que era "Un lugar cerca del cielo". Y ojalá Armando hubiera aprendido bien esa poesía, como bien lo creo, en esta hora en que le dio por cumplir la indeseada costumbre de muchos Barriga, morir jóvenes, porque cuarenta y ocho años significa una edad que puede corresponderse con las tristezas arrancadas el 31 de diciembre del 2005, día en que nos tocó enterrarlo bajo un paisaje que también recoge los restos de ella, su abuelita María(1), traídos a Cúcuta desde la tumba de Convención en donde fue inhumada. Cuando la veía por los parajes de mi tierra, me parecía descubrir en la tía la mejor interpretación de la ternura. Ella se anteponía al beso que cualquier hijo, nieto o sobrino anhelaba estampar en su frente o sus mejillas. Sus palabras siempre fueron vocalizadas con diminutivos, con ojos cansados de tanto ver, pero dispuestos al júbilo en los encuentros sucedidos en las calles, o en el único parque del pueblo, o al indicar con su cabeza el sí que aceptaba la participación nuestra en las naves de la iglesia. Y si permanecía en el hogar, el descanso en las camas brotaba sin necesidad de su consentimiento, las frutas que pendían en los árboles llegaban a nuestra glotonería sin siquiera una de sus advertencias; y las comidas, generosas de sabores criollos, así mismo procuraban satisfacer la sección del estómago que faltó por llenar en nuestras propias cocinas. Por ser mujer y ama en un hogar antiguo, le tocó atarearse en una civilización que la vio al frente de fogones de tres piedras; después, con el kerosén que llegaba a las mechas de la estufa; y últimamente con la modernidad, al disponerle un gas que hacía más oportuna la cocción de los alimentos. A la tía se le abrazaba con la devoción que se le brinda a la madre del hogar, con el cuidado hacia un niño y con el entusiasmo que exigen las cosas bellas que, en su caso, estaban esculpidas en su ancianidad, debilidad de la vida en la que, incluso, se exhibía con suficientes responsabilidades. Al
respecto, a pesar de sus ochenta y cinco, no dejó de acudir a cada una
de las noches del novenario de mi padre, realizado para santificar sus añoranzas
en medio del "Brille para Él la Luz Perpetua", plegaria que sobresalía
en sus labios y que escuchábamos claramente por su grado de concentración
al hablar con Dios; muy similar al fervor de aquella oración que por ella
pronunciamos, aun después de sus veintidós años de fallecida.
La última noche del novenario fue precisa para la demostración de
su "Gracia", como así lo indicaba también su nombre. Todos
los hijos de mi papá Gilberto(1), doce en total, la ubicamos sentada en
la mitad del grupo, estructurado específicamente para el retrato del recuerdo.
Ella era la figura central, apreciada con gratitud eterna por nosotros; pues claro,
además de tía, fue el eslabón de un apellido que por parte
de su descendencia, a todos nos llenaba de dignidades. Llevamos un fotógrafo
que alguien nos recomendó como excelente. Hicimos lo que él ordenó.
Nos acomodó de acuerdo con su sapiencia y con la antelación de media
hora para disparar el único flash hacia el grupo; y en él, el personaje
más importante: ella, sentada en un sillón. En su parte posterior
y de pie, nuestras tres hermanas, y al lado, en la derecha como en la izquierda,
los hombres, todos de una misma altura. Fueron tantos los consejos del fotógrafo
que hasta nos obligó a limpiar con un pañuelo la brillantez de nuestros
rostros generada por el calor, para enseguida untarnos con talco y recomendarnos
que con el destello de la cámara nos diera por sonreír. En el momento
del chispazo, la tía pronunció en un salto y gran susto, el nombre
de la virgen que aprendió a implorar en Ábrego, cuando en los cielos
se producía el relámpago de un rayo que caía sobre la montaña
lejana: Después
de haberle explicado el acontecimiento de la luz, suavizando su pelo se quedó
mirando al fotógrafo; y a pesar de la deficiente iluminación, lo
reconoció como el dueño de una tienda que por seguir la nueva profesión
descuidó hasta la manera de vender y de empacar los artículos comerciales.
Fue entonces cuando le dijo, y en su pura frente: PARA SU PADRE, ÁNGEL RICARDO, EL MEJOR ENCANTO En el primer matrimonio del viejo Ángel Ricardo nacieron tres hijos, todos varones. Por supuesto, en el padre existió la complacencia. No obstante, como es natural en todo hogar, faltaba algo para la alegría: la niña. Y ello no se dio por haber fallecido la primera esposa, doña Liboria León. Pasado algún tiempo, el abuelo Ángel Ricardo vuelve a casarse y, por consiguiente, a tener más hijos; en esta ocasión, cuatro, y llega nuevamente la complacencia al saber sucesivamente que son varones. Van siete: Honorato, Verardo, Ricaurte, Eugenio, Sixto, Campo Elías y José del Carmen, este último nacido en 1887. Se cierra el espíritu de la satisfacción durante cuatro años y vuelve a abrirse para recibir, en el quinto, por cierto que no fue malo, la llegada absoluta de la felicidad, pues fue una hembra. Ello sucedió en el año 1892. La bautizaron con el nombre de María, que es sinónimo de amor, de ternura, de pureza, de allí la "Virgen". Sinónimo también de fidelidad, de sentimiento, de nobleza, de idealismo; de allí la mejor obra de la literatura romántica en el mundo, la del colombiano Jorge Isaacs, "María", cuya lectura nos provocó nostalgias de juventud; y son las mismas que por la tía vertimos en el año de 1986 en que la vimos partir. Es muy probable que el nombre de María, impuesto por primera vez en la descendencia, se haya colocado a la tía como recuerdo de aquel que llevó su abuelita: María de los Ángeles León, esposa de Manuel Pérez, padres de Telésfora Pérez León, nuestro ancestro por parte maternal. Es de imaginar la felicidad del padre, Ángel Ricardo, con su llegada al hogar después de ocho insistencias. Todas las atenciones debieron converger en sus cuidados, tratamientos de la terneza en los que hubo que inclinar el cariño a favor de la feminidad, sin desatender la amabilidad y el amor para con los varones, de los cuales el último, José del Carmen, sólo le llevaba cinco años de vida. Y del afecto a los varones tenía que estar seguro su padre, pues era uno de los pocos letrados que existía en la población, como ya se pudo comprobar, al ser posteriormente juez y varias veces alcalde de Ábrego, enseguida de la trashumancia que con su familia les tocó soportar. Pudiera decirse que la tía pasó su niñez en un campo; pero no, con esta despectiva no se puede considerar a un pueblito que como Aspasica, pequeño, tiene la geografía del encanto. Fueron siete u ocho los años que disfrutó de sus paisajes, quizás como la muñequita que salía de una casa con su maletín en dirección a la primera escuela. Es una edad en que todas las cosas importantes se quedan en la memoria; las insignificantes desaparecen bajo el ropaje de los tiempos. Y ojalá hubiera nacido en una patria sana, sin guerras, sin pobrezas y sin persecuciones; sólo así hubiera apartado de su mente aquel dolor que, incluso, en su época de ancianidad le hacía brotar tristezas en el alma. El asesinato de su hermano, Campo Elías, esculpió su importancia en añoranzas eternas, iniciadas en los primeros años de su infancia y que fueron causa de la emigración de ese pesebre que ella mucho después consideraba como "un lugar cerca del cielo". A Ábrego llegaron todos, ornados por los pasitos de su último hermano, Gilberto(1). Ella a cumplir los ocho años; y él, prácticamente un bebé de diez y seis meses. Con excepción de Campo Elías, por su asesinato, al municipio de Ábrego, que para el año 1900 tenía aproximadamente 6.400 habitantes, arriban los ocho hijos y los dos padres, dispuestos a organizar una nueva vida. Es de suponer que la tía María(1), siendo una niña con edad escolar, tendrá que hacer parte de cualquiera de las instituciones existentes en la localidad, entre las que sobresalen la de varones y la de niñas por ser oficiales, pues también existen: el colegio fundado por el poeta pamplonés don Julián Garcés Baraya, una escuela integrada, denominada "Casa de Educación", y el plantel fundado por don Ramón Páez Vergel. Oportuno recordar que el citado educador, don Julián Garcés, es el padre de don Heriberto Garcés, igualmente un gran maestro y un habilidoso trabajador de la Empresa de Telégrafos de Colombia, quien fuera esposo de Mercedes (2) Solano Barriga, hija de la tía María(1) y don Pedro León Solano Torrado. Don Julián, a más de educador fue periodista, poeta, escritor y militar de alto rango, pues llegó hasta el grado de coronel. De él se recuerda, además de haber sido director del Teatro Nacional en Bogotá, una lírica digna de exponer en la literatura Colombiana, incluso, alabada por el poeta santandereano Ismael Enrique Arciniégas. Así mismo se le recuerda el periódico "La Lucha", editado en Ocaña y distribuido por toda la provincia, importancia similar a las obras teatrales que dejó, entre las cuales, "El Puñal y las Tres Letras", merece los debidos elogios. No obstante, lo que más se reconoce es su carácter en el medio democrático en que le tocó vivir; pues, al darse cuenta que su elección como Diputado a la Asamblea Departamental había sido producto de un fraude "hecho a sus espaldas", resuelve, en actitud que fue digna de todos los criterios, renunciar al respectivo cargo. La historia nos permite observar, como en un escenario de lugares, tiempo, acciones, sentimientos y personajes, los acontecimientos del ayer. En la tía María(1), que es la protagonista de esta rama genealógica, podemos observar su condición de niña en un medio donde la naturaleza abrió sus paisajes para el deleite de sus moradores y visitantes. A Ábrego le cabe con precisión el concepto de "Bello Valle" con que comúnmente lo denominan sus moradores. Se trata de una inmensa llanura rodeada de montañas, visitada constantemente por nubes, recorrida por varias quebradas y ríos, ornada de arborizaciones y sembradíos y, para una confección estricta de la gracia, habitada por personas que le han dado dignidad al progreso de la región y de la patria. En este lugar podemos identificar los pasos de niña que para el año 1900 contó con la fortuna de poseer un padre socialmente líder, Ángel Ricardo Barriga, dispuesto a llevar los mandos de la región en una época difícil. El hecho de ocupar, al cabo de un año de haber llegado, la posición de "Jefe Civil y Militar" en varias ocasiones, es una virtud que señala su seriedad para el desarrollo de responsabilidades. En éstas, su autoridad debió ser enérgica en la toma de decisiones. Por ser empleado de un gobierno conservador, se supone que el abuelo es también conservador, como así lo rememoran los inmediatos descendientes que conocimos. El país está en una guerra civil extremadamente sangrienta, específicamente en los Santanderes; y dentro del Norte, Ábrego desempeña estrategias en su desarrollo. Recordemos que después de la batalla de Palonegro, los jefes liberales arriban al "Bello Valle", lugar en donde están refugiados los liberales que vinieron desde Ocaña en octubre de 1899 y ofrecerán a los recién venidos el respectivo apoyo. Allí los generales Uribe Uribe, Foción Soto y Vargas Santos organizan un ejército de 200 hombres, a mediados de 1900, y lo dejan al mando de Andrés Albarracín, ejército que es derrotado pocos meses después por el general de las fuerzas conservadoras, Evaristo Villamizar, el 24 de julio del mismo año. El anterior es el panorama que se observa de Ábrego, acrecentado por las acciones del batallón "Libres" dirigido por el coronel Daniel Torrado, precisamente de allí, quien despliega feroces combates a sus enemigos en las montañas de Caimán. Esto sucede en 1902, época de nerviosismo, de economía torcida hasta el extremo de tener que aceptar sus habitantes, por decreto municipal de un Jefe Civil y Militar que no fue el abuelo Ángel Ricardo, los billetes emitidos por los Bancos de Barranquilla y Cartagena. Es en este espacio, geográfico y temporal, en donde le toca vivir a la tía María(1). No tiene sino nueve años. Por consiguiente, el estudio en la escuela primaria está rodeado de tensión; la primera comunión y la confirmación sobrevivirán bajo los mandatos de la iglesia, también en tensión; la unidad familiar, así mismo en tensión, sufriendo las tristezas de un hermano muerto en "un lugar cerca del Cielo" y de otro que se extravió, (Eugenio, el mayor del segundo matrimonio), para jamás en la vida volverlo a encontrar. Estas son situaciones de la adversidad; y las sufre la tía en tan corta edad, en un desplazamiento de nostalgias y años que vienen a acrecentarse cuando en 1907, cuatro después de la guerra, pierde a su padre Ángel Ricardo. Ella ya tiene quince años; y ello debió constituir la terrible impotencia de un progenitor que al sentirse agonizar, presiente en la hija un futuro sometido a toda serie de inseguridades. Eso es lo que lamentablemente ofrece la patria en esta guerra eterna: Incertidumbre. PERO EL AMOR LLEGÓ; Y SE LLAMABA PEDRO LEÓN. El tiempo no descansa sus pasos, camina de acuerdo con la transformación del cuerpo, de la historia y de la vida. El cuerpo de la tía María(1) está joven, bello, ornado de aquella lozanía que armoniza con la sonrisa de las quince a las veinte o veinticinco primaveras. De 1907, año en que muere su padre, a 1914, en su físico se suscitan los cambios que crearán su historia en una importancia que reflejará el cumplimiento realizado a su existencia. De la pubertad a la adolescencia; y de ésta a una juventud en donde la alegría del amor contrasta con los sucesos de la familia, de la nación y del mundo. Por parte de su hogar, la pérdida de la madre, doña Telésfora Pérez, hace que el año 1914 se vuelva triste; pero también dichoso porque en el mismo, cinco meses después, dará nacimiento a su primera hija: Mercedes. Varios de sus hermanos, entre ellos, los tíos Sixto(1), Honorato(1) y José del Carmen(1), en ese mismo lapso ya están desposados. Aparecerán, por consiguiente, dificultades. Por un lado, el asesinato en Bogotá de Rafael Uribe Uribe; por otro, el comienzo de la Primera Guerra Mundial. Salvo su hija, todo sería sinónimo de desesperanza si no siente en su alma el aliciente del cariño. Y lo siente en la forma de un ser extraordinario, padre de su niña Mercedes(2), don Pedro León Solano Torrado, con quien formará una estirpe que acrecentará de igual manera satisfacciones al apellido Barriga. Desde los años 1910 a 1920, Ábrego, en esa época todavía llamado "La Cruz", es una población sencilla, indiferente a los ojos de Colombia. Simplemente es enunciada como parte de la Provincia de Ocaña, una de las tres en que quedó configurado el nuevo Departamento, Norte de Santander, al tomar vida legal a partir del 14 de julio del mismo año diez. La cotidianidad se desenvuelve en acciones propias de los pueblos: la cultura para la mente, el comercio para la subsistencia, y la política para el manejo de la sociedad en una región determinada. En esa cotidianidad de 1912, el trabajo desempeñado por un hombre le hace ubicar en la historia del pueblo. Se trata de don Ramón Solano, quien lidera la elaboración de una inmensa puerta en donde quedará colgada la campana que comprara en España, para la iglesia, el sacerdote de la parroquia, Alberto Jaime. Recibe la suma de $615 pesos por los metales y maderos utilizados en la hechura. Mas la gente de esa época no lo recuerda por aquel "¡Uf!" con que respondió por el sólo precio de los materiales; lo recuerda por ser originario de Venezuela y por poseer una gracia que hacía reír a todo el mundo. Don Ramón Solano se hallaba en Cúcuta en la época del terremoto, año 1875; de allí pasa a Ábrego, lugar en donde se casa con doña Rosa Torrado, llamada "Ocha" cariñosamente, y lugar en donde buscará un destino para la prolongación de su apellido. Don Pedro León Solano era hijo de ambos, quienes a la vez tenían una hija llamada Emelina, casada en 1909 con el tío Sixto(1) Barriga. Los años ya trascurrieron en un avance desesperado hacia el consumo de los tiempos. El siglo veinte sirvió para comprobar la eficacia de quienes, con el paso de los calendarios, hicieron parte del apellido. El siglo veintiuno, respecto al anterior, no brinda sino vejez y recuerdos a quienes todavía sobrevivimos. Y en ellos, sobre don Pedro León, siempre se observarán sus cualidades de grandezas. Es
una lástima haberlo disfrutado sólo en las últimas etapas
de su vida. Había nacido el día de San Pedro y San Pablo, 29 de
junio de 1882. Murió el 7 de agosto de 1966, período de nuestra
juventud, época de carnavales, buen ron y del estúpido cigarrillo,
así mismo de novias y como ya se expuso, indiferente ante las historias
familiares. No obstante a él se le añora con la devoción
de un padre que extendía su corazón para la formación de
nuestras dichas. Hace algunos años, por aquellas cosas del azar me encontré
con un señor (Si se le puede llamar "señor") en lados
de Aguachica. Delgado e imbombo, bajo y con sombrero, con más ropa que
cuerpo, cuestión que da a entender algo de mansedumbre; pero no, ello es
un error de apreciación, ya que en su tamaño se escondía
el alma del mismo diablo. Yo no sabía su nombre; y de saberlo, me hubiera
ganado la carrera más veloz del mundo por identificar en su hoja de vida
la bobadita de aproximadamente cincuenta muertos. Le alcancé algunos tragos
al informarme sobre su juventud, en Convención, época y lugar en
que él vivió con sus hermanos; aguardiente que ingería con
el placer del agua ante la sed y le hacía brotar babas que enseguida desaparecía
con las yemas de sus dedos. No solamente intervenía con su charla; los
demás contertulios también expresaban sus anécdotas en bohemias
gozadas bajo música de tiples y relatos excelentes de humor. En el momento
en que supo mi familiaridad con don Pedro León, inmediatamente colocó
en su cara la expresión de la ternura, y dijo: -"¡Alabado sea mi Dios. Yo a ese señor lo quise mucho, pues era quien me hacía los trompos cuando yo era un niño. Y regalados!". La verdad es que a don Pedro León lo estimaba toda clase de gente. Su seriedad y nobleza se extendieron por los pueblos en donde vivió con su familia. Y fue tanto el aprecio que con el correr de los años, hasta un "matón" lo recordaba con palabras de la única bondad que posiblemente aprendió en la Primera Comunión de su infancia. La tía María(1) y don Pedro León se casaron a principios de 1914, en Ábrego, lugar en donde vivía así mismo Honorato(1), uno de sus hermanos. Por supuesto que existen incomodidades en la organización del hogar, como cualquier empresa que se inicia. Se vive en una época en que la economía del pueblo es la misma que señala el país; y la de éste corre de igual manera a la de las demás naciones, manipuladas por los altibajos de la Primera Guerra Mundial. La recesión se hace presente en todas latitudes. Ábrego ha sido una población netamente agrícola. El mercado gigante, aquel que se ve en los pueblos de Boyacá y Cundinamarca, allí no existe. El comercio gira en torno a los artículos necesarios que se compran y se venden en las tiendas. Es la cebolla su producto y la que más se ofrece en el medio no sólo regional, también en el nacional y en alguna extensión, sobre la costa occidental de los Estados Unidos. Le sigue el tomate; luego el fríjol, enseguida el plátano, quien cede su paso a la caña de azúcar, elementos preferidos en algunas fincas de su llanura, entre las cuales, la del tío Honorato(1), que en los años de la primera guerra mundial, 1914-1918, cuenta con un pequeño trapiche, de tracción animal, fabricado por él y así aprovechar la caña en la elaboración de la panela. Para el nuevo matrimonio es una época de dificultades. Ya murieron los padres. Los hermanos de la tía, con excepción de mi papá Gilberto(1), se han casado. Ella también. Asimismo hay una hija, Mercedes, nacida el 23 de septiembre y bautizada el 12 de diciembre de 1914. Son sus padrinos, Agapito Álvarez y Dolores Arias. Todo ello está registrado en el folio 353 del libro 13 de Nacimientos de la parroquia abreguense. Etapa difícil en el pueblo. La gente busca mejores horizontes de trabajo. En el campo académico, la suerte recae en José María Peláez, Adolfo Pallares y Luís Eduardo Jaime, graduados en 1916, quienes reciben una beca para estudiar en la Normal de Cúcuta a partir de 1917. Hay un punto de la historia en que a varios de los Barriga también se les ilumina el destino; momento en que nombran al tío Sixto(1) como Alcalde de la población de Cáchira, en el Norte de Santander. Ello ocurre asimismo en 1917 y es el acto mediante el cual se deja observar su bondad, que similar a la del tío Honorato(1) y otros familiares, está representada en la ayuda que prestó a los hermanos necesitados. En una sección anterior exponía sobre el llanto de mi madre, Mercedes Ibáñez de Barriga, en el momento de pasar por el municipio de Ábrego. Comentaba que la razón de su tristeza se debió al recordar que en esa población había vivido su esposo hasta los diez y ocho años de su existencia. Pues bien, ya él tenía esta edad cuando en 1917 fuera invitado por su hermano Sixto(1) a residenciarse y buscar la vida en un lugar que como Cáchira traería mejores oportunidades. Mi padre obedeció y allá vivió hasta el año de 1930 en que, influenciado por un amor que "pudo haber sido y no fue", resolvió alejarse a Convención. A la vez, don Pedro León Solano y señora, optaron por aceptar la misma invitación, pero esta vez en el año de 1920, tiempo en que iniciaron sus relaciones con la sociedad del lugar. Y tuvieron que sucederse de acuerdo con su amabilidad y liderazgo, ya que en el año siguiente, 1921, él, don Pedro, adquiere el derecho de ser Concejal para dos años, en una totalidad de 144 votos azulosamente conservadores. Ahora Cáchira es el punto del destino en donde se desprende la importancia del hogar con el nacimiento, con excepción de Mercedes(2) por ser Ábrego, de los siguientes hijos: Ramiro(2), Pedro León(2) (Pedrito), Rosa(2), Emelina(2), Ramón(2), Luís Alberto(2); y de último, Armando(2) Solano Barriga. Se requiere aclarar que Ledy(2) nació en Convención, última etapa de la trashumancia y lugar en que murieron tanto Rosita(2) (murió siendo niña) como don Pedro León y la tía María(1); años 1966 y 1986, respectivamente. Los hijos de la tía María(1) tuvieron para con nosotros, los de mi padre Gilberto(1), un cariño similar al que por ellos prodigábamos. Cada alegría suya era una satisfacción nuestra, sentimiento que por el lado de la nostalgia asimismo se daba en el intercambio de las tristezas. Por mi parte, recuerdo haber acompañado los instantes aquellos en que Mercedes(2), su primera hija, se hallaba en una clínica bogotana. Creo que era la "Marly". Yo la acompañaba en las noches y en la cama destinada al familiar. Y cuando la trasladaron a Ocaña, lugar en donde finalmente murió de cáncer el 4 de junio de 1966, experimenté con su fallecimiento las mismas melancolías de toda la familia. Y SIGUE LA TRASHUMANCIA... Fueron aproximadamente quince los años en que los Solano Barriga permanecieron en la población de Cáchira. Disfrutaron no sólo del clima, frescura primaveral, también de la cercanía a la ciudad de Bucaramanga y de la amistad de familias prestantes en el ambiente santandereano, entre los cuales, los Montagut, los Buenahora y los Durán, a la postre se dieron a conocer dentro de la política y el comercio nacionales. Don Pedro León nació y se formó mediante las habilidades de su padre, don Ramón, en la carpintería, oficio que en la actualidad algunas personas denominan como ebanistería para tratar de jerarquizarle un valor dentro de las ocupaciones del mundo. Se sabe que el carpintero es la persona que trabaja con toda clase de maderas, así como el médico general, con todas las enfermedades. En su lugar, se piensa que el ebanista es quien se especializa solamente en el ébano, lo cual es impreciso ya que las habilidades pueden ser dirigidas a otros maderables. Quizás la denominación sea tomada por los resultados de la obra, más finos y más durables, pues el ébano es de color negruzco y ofrece una mayor resistencia. La técnica de su padre, acrecentada con las influencias estéticas de Venezuela y Cúcuta y facilitada por las maderas que cotidianamente se extraían de la selva del Catatumbo, en don Pedro León se constituyó como la mejor herencia. Si en su casa la recibió, en Ábrego la perfeccionó; y si la dio a conocer en poblaciones de Ocaña, con mayor razón la aplicaría en su nuevo lugar, Cáchira, en donde todavía se conservan algunas puertas de viviendas, armarios, sillas, mesas y todo aquello que al ser vegetal, era lo que más se exigía para los elementos del hogar. No es de extrañar, pues, que así como se fabrican ponqués en Pamplona, la gente prefiera los de Cácota; que así como se produce la cebolla en muchas regiones de Colombia, en culinaria se prefiera la de la provincia Ocañera. Así como la carpintería se desarrolla en cualquier comunidad, sobre las obras de don Pedro León, fabricadas en Cáchira, recaían las predilecciones de Bucaramanga y demás pueblos vecinos. Es por eso que en la gaceta departamental del año 1924 a don Pedro León Solano se le considerara como un carpintero nortesantandereano de gran valor. Con esa distinción llegó en el año de 1935 a Convención, para la época un lugar de amplia cultura, delicioso clima, poca competencia y de un futuro que iría a resplandecer por el montaje de una estación de bombeo petrolífero en una región cercana. La familia arribó mediante una invitación que le hiciera mi padre Gilberto(1), ya radicado en el pueblo desde hacía cinco años. Allí descansaría definitivamente su trashumancia, y lugar en que sería enterrado don Pedro León en 1966, bajo una tristeza que recogía sus recuerdos entre maderas de cedro, pino y abedul, constituyentes gratos del ataúd en que sus hijos lo depositaron. Las herramientas tradicionales de todo taller permiten observar el grado de civilización existente en el entorno. Pudiera decirse que si don Pedro llegó a Convención con sólo el serrucho, el martillo, las tenazas y el cepillo, su condición sería similar a la que encontraría de los dos únicos carpinteros que había en el lugar, don Julio Lázaro y mi papá Gilberto(1). Sin embargo, ello no fue así. La gran diferencia, entre otras, estaba en una inmensa rueda que al ser girada manualmente provocaba los tallados indispensables para que se pudiese dar formas a la madera. Era un torno Con éste se elaboraban no solamente los trompos que comentaba el "matón", también las figuras cilíndricas u ovoides con que se quería embellecer la obra a construir. De manera, pues, que con la llegada de la familia a Convención, las camas, las mesas, los armarios, los muebles de sala y dormitorio y hasta las mismas lápidas contaban con el moldeo de un utensilio que fue llevado para agrandar la civilización del pueblo. Estamos en 1935, y aunque el lugar reviste consideraciones culturales de gran valía, la utilización de artefactos innovadores será un estímulo para alcanzar la técnica y la estética que se producen en otras latitudes. Por supuesto que con el correr del tiempo y en el mundo, esos elementos de trabajo fueron remplazados por maquinarias eléctricas que aminoraron, lamentablemente junto al empleo, el sudor de los obreros. Al principio, don Pedro León Solano, su señora, la tía María(1) y sus hijos, vivieron en la misma residencia de mi papá Gilberto(1), pues era amplia, llena de habitaciones, una cocina inmensa, un patio pequeño donde discurría el agua de los artinales en épocas de lluvia, y además, un solar cuyos árboles frutales soportaron las acrobacias de los muchachos cuando no asistían a la escuela. Bella la casa; pero alquilada. El arriendo y la alimentación fueron compartidos por ambas familias en esa y otras moradas hacia donde más tarde se trasladaron. Después vino la independencia cuando los hijos, Ramón(2) y Luís Alberto(2), ya mayores y con empleo de educadores, construyeron en 1956 una vivienda a la salida de la vereda "La vega", hermosísima, visitada por toda clase de aves, pues se trató de prácticamente una granja en la que se podían cultivar y aprovechar toda serie de productos. En esa casa sucedieron las nostalgias de todas las ausencias. Murió el viejo a la edad de 84 años en 1966. La tía también falleció después de sus noventa. Los hijos construyeron sus hogares en otras cuadras y otras ciudades. Ya murió Rosa(2), Mercedes(2), Emelina(2), Ramón(2), Luís Alberto(2) y hasta Armando(3) Martínez; éste, de la tercera generación; todos en edad injusta para partir. La muerte no respeta edades. Sólo la casa quedó con aves y cultivos nuevos pero con cosas antiguas: Los aposentos. Las camas de vieja hechura. Las sillas. El comedor. Los muebles que don Pedro había fabricado con las técnicas de su padre, don Ramón, en el bello Ábrego. Se cumple, entonces, la idea del poeta suicida de Ocaña, Milanés, cuando expresa: "¡... los hombres vivimos unos cuantos soles / y siglos y siglos perduran las piedras!". Pero hay una cosa que también queda: La complacencia de una generación moderna en la que la política se encumbra, la religión se vivifica, la educación se practica y hasta la ciencia se demuestra. Repasémoslo:
1. Mercedes(2) Solano Barriga. Nacida en Ábrego. Se casó con don Heriberto Garcés. Ambos fallecidos. No dejan descendencia. 2. Ramiro(2) Solano Barriga. Nacido en Cáchira. Se casó con la señora Graciela Pino Santiago, hermana del científico y Premio Nacional de Agronomía, Dr. Hernando Pino Santiago, de Convención. Los esposos ya fallecieron. Él, en Convención; ella, en Cúcuta. Ramiro murió del corazón el 15 de mayo de 1976 a la edad de 54 años. Había nacido el 9 de febrero de 1922, en Cáchira. Dejan los siguientes hijos: 2.1.
María (3). Llamada familiarmente Mery. Tiene una hija, Sandra (4), educadora
en la ciudad de Cúcuta; quien, a su vez, posee una niña de seis
años: Andrea (5). 3. Pedro León (2) Solano Barriga. Familiarmente llamado "Pedrito". En el 2005 y con presencia de varias agrupaciones musicales contratadas por sus hijos, celebró sus 80; pues nació el 7 de octubre de 1925, en Cáchira. Actualmente radicado en Cúcuta, lugar hacia donde trasladó, desde Convención, los restos de sus padres para inhumarlos en fosa especial del Cementerio La Esperanza. Se casó con la señora María del Socorro Forero, "Cuya", ya fallecida. De la unión nacieron los siguientes hijos: 3.1.
Eduardo (3). Residenciado en Aguachica, Cesar. Ha sido Concejal y Alcalde de esta
ciudad en varias ocasiones; también, Diputado del Departamento. Casado
con la señora Graciela Pérez Reyes. Sus hijos son: Liliana (4) y
Eduardo (4). La primera es abogada. Tiene una hija, Lina María (5). El
segundo, a su vez, es doctor en Derecho y Ciencias Políticas; posee los
siguientes hijos: Valentina (5) y María (5). 3.2.
María (3). Es profesora en Cúcuta. Licenciada. Casada con el maestro
y compositor. Heriberto Capacho, un extraordinario músico de la "Ciudad
Mitrada", Pamplona. Sus hijos son: José Heriberto(4), Andrés
Mauricio (4) y María Marcela (4), estudiantes universitarios. 3.3.
Álvaro (3). Abogado. Residenciado en Italia. 3.4.
Bety (3). Es educadora. Residenciada en Cúcuta. Licenciada. 3.5.
Addy Teresa (3). Profesora en Cúcuta. Licenciada. Casada con Rafael Solano.
Sus hijos son: Carmen Josefa (4), Addy Margarita (4) y Rafael Antonio (4). Viven
en Cúcuta. Carmen Josefa (4) está casada con el empresario José
Ignacio García y ya tuvieron dos hermosos gemelos, José Alejandro(5)
y Juan David (5). 3.6.
Nery Judith (3). Educadora. Licenciada. Casada con Uriel Solano Vanegas. Hijos:
Uriel Leonardo y Yeini Ximena. Viven en Cúcuta. 3.7.
Pedro León (3). Ya fallecido. Hijos, Pedro Antonio (4), Maritza Alejandra
(4). 3.8.
Gustavo (3). Vive en Aguachica. Casado con la señora Mariela Ascanio. Hijos:
Gustavo Adolfo (4), Gerardo (4) y María Mónica (4). 3.9. Hernando (3). Casado con Nivia Esther Bayona. Hijos: Álvaro Hernando(4) y Juan Pablo (4). 4. Emelina (2) Solano Barriga. Nació en Cáchira, 1926. Murió de cáncer en Convención a la edad de 48 años, 18 de septiembre de 1974. Se casó con el señor Gilberto Martínez, fallecido a mediados de enero del 2006, de cuya unión nacieron los siguientes hijos: 4.1.
Margarita (3). Casada con el señor Héctor Assaf. Hijos: Yulieth
Mercedes(4), Nury Cecilia (4) y Lina María (4). 4.2.
Ciro (3). Casado con Luz Enith Rincón. Hijos: Camilo Ernesto (4), Duleny
Emelisa (4), Dieiny Victoria(4) y Ciro Eduardo (4). Todos son profesionales. 4.3.
Víctor (3). Murió joven, asesinado en predios rurales de Valledupar. 4.4.
Gilberto (3). Casado con Álix Jaime. Hijos: Diego Heriberto (4) y Emelina
Mercedes (4). 4.5.
Carlos (3). Casado con Cecilia Martínez. Viven en Convención. Hijos:
Carlos Andrés (4), Ingeniero Electrónico; Adrián Camilo (4)
y María Cecilia (4), estudiantes universitarios. 4.6.
Armando (3). Fue quien, siendo niño, preguntó a su abuela por el
sitio en donde quedaba Aspasica. Hoy está en "un lugar dentro del
Cielo", pues murió de cáncer a los cuarenta y ocho años
el 30 de diciembre de 2005; tiempo de vida similar al de su progenitora. Está
enterrado en Cúcuta. Casado con la señora Nidia Estela Quintero.
Hijos: Lizeth Karina (4), Laura Emelina (4) y Andrea Marcela (4). 4.7.
Marlene (3). 4.8.
Luz Aleida (3). 4.9. Aura Esmir (3). Casada con el señor Yesid Quintero. Residenciados en Valledupar. Hijos: Yesid Leonardo (4), Diego Armando (4) y Víctor Alejandro (4). 5. Ramón (2) Solano Barriga. Nació en Cáchira, 1928. Murió del corazón en Bogotá el 5 de mayo de 2002. Fue inhumado en Cúcuta. Educador y Alcalde de Convención. Casado con la señora Belén Carpio Contreras. Del matrimonio nacieron los siguientes hijos: 5.1.
Ramón Alberto (3). Comerciante. Radicado en Valencia, Venezuela. Casado
con la señora Esperanza Sanguino. Hijos: Mónica Esperanza(4), Ángel
Ricardo (4), (un bonito nombre, recuerdo del tatarabuelo); María Fernanda
(4) y Estefanía (4). 5.2.
Ruth Belén (3). Profesora en Cúcuta. Casada con Adaúlfo Enrique
Rodríguez. Tienen los siguientes hijos: Jorge Enrique (4), Ingeniero; y
Ruth Belén (4), fisioterapeuta, casada con Leonardo Alfonso Cárdenas.
Poseen una hermosa niña, Nícole (5). 5.3.
Elías Alfonso (3). Técnico en Obras Civiles. Casado con Ilva Rosa
Solano. Hijos: Cristian Camilo (4) y Laura Cristina (4) 5.4.
Martha Judith (3). Profesora. Casada con el abogado Félix Joaquín
Cárdenas. Los siguientes son sus hijos: Lorena Mercedes(4), de profesión
médica, Félix Joaquín (4) y Juan Sebastián (4), estudiantes. 5.5.
David. (3). Sacerdote. Ejerce como párroco en Italia. De altas dimensiones
altruistas, amigo de políticos y futbolistas universales a quienes acude
cotidianamente para, con su apoyo, ofrecer solución a problemas de la sociedad.
Su labor e importancia hizo que fuera incluido como uno de los valores del Departamento,
en mi libro, "Personalidades Artísticas, Culturales y Científicas
del Norte de Santander". 5.6.
Ramiro (3). Graduado en Contabilidad, U. F. P. S. Casado con la señora
Nury Assaf Martínez. Hijos: María Margarita (4) e Isabela (4). 5.7.
Pedro León (3). Ingeniero Civil y gran empresario nortesantandereano; cualidad
similar a la bondad de su corazón ante el apoyo irrestricto de sus familiares.
Casado con la señora Noris María Solano. Sus hijos son: Julián
David (4), Andrés Felipe (4) y Sofía (4). 5.8.
Beatriz Eugenia (3). Casada con el ingeniero William Ricardo Rolón. Hijos:
Natalia (4), Nicolás (4) y Tomás (4). 5.9. Carlos Eduardo (3). Abogado. Especializado en Derecho Penal y Acusatorio. Es un alto funcionario del Ministerio de Justicia. Fue Personero y Alcalde Popular de Convención. Está casado con la señora Diana Marcela García; próxima a concebir un hijo. ¡Oh!. Ya nació a mediados del mes de agosto del 2007 y está muy lindo e inteligente, pues al preguntársele por el número de su año, de inmediato muestra un dedito. Se llama Santiago Eduardo. Además Carlos Eduardo (3) posee una hija, María Mercedes (4), estudiante de Bachillerato y próxima a cumplir sus quince años, festejo de alegrías en el que acudirán los aplausos y las felicidades. 6. Luís Alberto (2) Solano Barriga. Excelente educador. Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad Libre de Bogotá. Rector de varias instituciones del país, entre ellas, el Colegio Nacional de Bachillerato de El Guamal, Magdalena; el de Aguachica, Cesar; y el Colegio de Bachillerato "Guillermo Quintero Calderón", de Convención. Había nacido en 1930, en Cáchira. Murió el 23 de mayo de 1984, del corazón, en Convención, a la edad de 54 años; joven aún. Casado con la señora, también fallecida, Rosalba Pérez, de cuya unión nacieron los siguientes hijos: 6.1.
Alberto(3). Economista. Residenciado en Bogotá; lugar en donde ejerce con
la Fiscalía General de la Nación. Casado con Julie Viviescas Banderas.
Un hijo, Juan Sebastián(4). 7. Armando(2) Solano Barriga. Casado con la señora Julia Rinthá, de cuya unión nació Heriberto(3), un Ingeniero Electrónico con producción científica y empresarial. Su creación en la ciencia está dada en el área de su especialización; y un prototipo de "Silla de Ruedas" para parapléjico total, accionada con los movimientos de los ojos, es su invención. Casado con Adriana(3) Sarmiento Barriga, Ingeniera Industrial. Ambos son propietarios de la Empresa Nacional "Plus technology Ltda.", líder en producción de software. Tienen los siguientes hijos: Heriberto David(4) y Viviana Andrea(4). También son hijos y nietos de Armando(2): Dilia Mercedes(3) Solano. Tiene dos hijos: José Fernando(4) y Julián David(4); además, Joth(3) Solano Páez, quien tiene una hija, Laura(4). 8.
Ledy(2) Solano Barriga. Casada con el señor David Neira. Residenciados
en Tunja. Tienen los siguientes hijos: ARMANDO
(2) SOLANO BARRIGA En la casa paterna en que vivieron los Solano Barriga hubo una fiesta. Fue realizada en el mes de diciembre de 1957. Mucha gente. Más de cien personas inundaron la sala y los balcones y hasta parte del solar desde donde se podía ver la carretera de Ocaña en la distancia. El trago se paseaba de copa en boca en forma abundante y deliciosa según lo confirman quienes asistieron. Especialmente hombres y mujeres de la familia con algunos invitados especiales. A lo lejos y porque la estancia era muy grande se desprendía de la radio "Ecos de Ocaña" el sonido de un merecumbé con autoría de Pacho Galán. Se trataba de "Cosita Linda". En el rincón de un recinto bailaban injustamente apartados Moncho Solano Barriga con una mujer muy blanca de apellido también Solano que no tenía química para el corazón que imploraba amores al frente suyo. El humo del cigarrillo pululaba por todas partes ya que ese era un ejemplo de los artistas que protagonizaban las películas del teatro Cataluña de Convención al que la mayoría de la gente concurría. Especialmente el de un cigarro fabricado por un bandido que mató a muchas personas en Colombia y a quien asmáticamente apodaban como "Pielroja". Era prácticamente una leña que fomentaba la halitosis y la acidez estomacal y una desobediencia en los pulmones que mejor dicho representaba la antesala de la muerte si se continuaba desesperadamente con la adicción. Claro que no todo el mundo fumaba cigarrillo ya que asistieron personas como Don Gilberto(1) que les daba por echar humo pero de tabaco y en forma correcta porque había también algunos viciosos en la calle que lo fumaban al revés. No con la punta prendida hacia fuera. Metían la punta caliente en la boca y la revolvían con una destreza que en cada escupitajo la saliva y las palabras ornadas con bostezos salían con mucho calor. A pesar del humo el olor que más sobresalía en toda la estancia era el que emitía la cocina en donde Misia María(1) y varias empleadas preparaban la comida con que la gente se llenaría en un momento determinado de la fiesta. Olvidaba decir que ésta se celebraba por motivo de la terminación de los estudios de abogado que hizo Armando(2) en la Universidad Nacional de Bogotá desde donde se vino la noche anterior y hasta ese instante de la mañana no había llegado. Y menos mal que llegó tardecito como a las cuatro porque esa era la única forma de hacer crecer el hambre de todos los invitados cuya mirada de súplica se dirigía a la cocina con la esperanza de ver salir las bandejas de carne guisada y abundante yuca y papa traídas desde una tienda cercana cuyo propietario las vendió baratas para que también lo tuvieran en cuenta a la hora de comer. En aquella época las empleadas de la cocina sí trabajaban porque no existían los platos y vasos desechables que fueron fabricados por unos señores para que las gentes no tuvieran que lavar los de peltre pedernal o aluminio que eran los que poseían donde don Pedro León y misia María(1) el día en que vino Armando ya casi con el título de doctor. Cómo sería el deseo de masticar que las personas dejaron de fumar para hacer más hambre y tener más que comer. Y fue entonces el momento del milagro porque empezaron a salir platos y más platos desde la cocina para cada uno de los asistentes de tal manera que hubo varios que no se contentaron sólo con uno sino con cuatro porque se trataba de una comida que reemplazó el desayuno y el almuerzo y el hambre sí daba para más. Llegó entonces el instante del silencio. Nadie estornudaba. Nadie bostezaba. Nadie hablaba. Nadie fumaba. Nadie tomaba. Nadie bailaba. Nadie cantaba. Nadie miaba. Todo el mundo se dedicó a mascar. Y lo que más gustaba era una carne de cabrito supremamente deliciosa no sólo por ser diferente a la de la vaca que era la que todos conocíamos en las casas sino porque le habían echado con mucho achiote una cosa blanca llamada "sal de nitro" pero en forma tan abundante que la carne en vez de carne parecía que fuera la zona roja de la bandera nacional. Tan agradable estaba que la gente dejó los platos sin nadita que observar. A pesar de todo y lo más raro fue que los invitados empezaron de inmediato a irse corriendo para sus casas que quedaban en diferentes barrios y no sólo para dar cumplimiento a aquella expresión de indio comido indio ido sino también porque sentían en el estómago unos dolores tan verracos que ni con el "Entero vioformo" y jugo de limón podían calmar. Dolores que no se le desean a nadie y tan insoportables que ni siquiera les dio tiempo de eructar. Todo el mundo se dedicó a lamentar. O sea a quejar. Y a cagar. Total del caso es que en la fiesta hubo como cien que sufrieron de "mayo" porque la comida les cayó muy mal. Incluido el señor de la tienda que la yuca y la papa se puso a baratear. Y todo porque a misia María le dio por decirle a Ramona que era una mujer que hacía todo lo contrario que le echara una pizca de sal de nitro a la carne para que ocasionara una visión que al hambre pudiera calmar. Y en vez de una manotadita un camionado fue lo que le vino a echar. Todo esto sucedió en el año 57 en que Armando(2) terminó sus estudios de Derecho en la Universidad Nacional. Casi
como la anterior, era la forma como narraba Luís, "Güicho",
un señor que desde sus ocho años vivió en la casa de don
Pedro León y la tía María(1), y asimismo soportó los
torcijones en un estómago que se llenó de antipatías por
las carnes de muchísimo color. Como todo pueblo de costumbres y sobrenombres,
a él le decían "Clavoezinc" en Convención. Hace
algún tiempo lo vi trabajando en el hogar de un paisano en la ciudad de
Barranquilla. Y sabía y relataba el suceso con tan pasmosa risa que para
evitar el ahogo suspendía por instantes el recuerdo. Pero le llegó;
y le llegó tan fuerte que hubo necesidad de auxiliarlo con un ventilador
y movimientos en sus brazos, a la par de los golpes que descargamos sobre sus
espaldas. Y todo al referir la parte que a él le incumbió: Año 1957, antecedente de la "judicatura" con que después recibiría el grado de doctor; pues el de bachiller, Armando(2) lo había obtenido en noviembre de 1952. Precisamente en el 2002 cumplió cincuenta años de haber terminado en el Colegio "José Eusebio Caro", de Ocaña, una institución que tradicionalmente demostró su excelencia en la cultura; y para la época, regida por el inolvidable profesor Alberto Anaya. Me satisfizo haber acudido al encuentro de egresados de hacía 50 años; un certamen organizado por el Dr. Adonías Sarmiento, también bachiller de la promoción, y al que yo simplemente asistí como ponente de un recital de poemas y canciones. Cincuenta años, más la edad en que se graduaron, totalizaba un retrato enmarcado por canas y pergaminos conseguidos en experiencias sublimes. Todos fueron profesionales de gran altura. Asistieron al evento, el arquitecto Mario Arévalo, el bacteriólogo Jesús Posada, recientemente fallecido; el Dr. Roque Chinchilla, el mismo Dr. Adonías, el médico Carlos Peña, defensa del fútbol Ocañero de antaño, cuya posición y fama se extendió no sólo por tierras santandereanas sino también por algunas melodías que cantaron sus recuerdos. Estos, y muchos más que por sus ocupaciones y salud no pudieron concurrir, fueron los bachilleres de un colegio que al otorgarles el diploma les dispuso en la carrera que a la postre utilizaron para colaborar con el avance de la patria. Por su parte, seis años después de aquel 1952, Armando(2) se recibió de abogado en la Universidad Nacional, una institución en cuya época, similar a la actual, la dificultad para el ingreso era evidente. En todo lo demás ha cambiado. La academia, consecuencia de la cultura y la investigación desarrolladas, ha cedido su importancia para que otras entidades como la Universidad de Antioquia y la Industrial de Santander obtengan los mejores elogios. La institución antigua poseyó un profesorado excelente, cuya función, además de sus clases magistrales, también se proyectó para dirigir o evaluar las tesis propuestas por sus graduandos. La de Armando(2) fue titulada "Por un Derecho Agrario en Colombia", y su lucimiento mereció los debidos laureles; extendidos a quien fuera su Director de Tesis, el Dr. Cayetano Betancur, ilustre académico, jurista y filósofo, autor de interesantes libros. Era una época rara para especializaciones de postgrado. Lo máximo hacia donde llegaba el estudio, el doctorado; y éste, de acuerdo con las normas que regulaban las profesiones del momento y sancionadas por el presidente Rojas Pinilla, sólo se daba a la Ingeniería Civil, a la Medicina y al Derecho. Mas lo importante no estaba en el título, lo esencial estaba en su desempeño, para lo cual, la historia no puede dejar de mencionar a Armando(2) como uno de los abogados sobresalientes del país, reconocido, incluso, por el noticiero de la época, "TELEDIARIO 7 EN PUNTO", cuyo director, Don Arturo Abella, más godo que don Jesús, extendiera en el año 1976 sobre él los más merecidos comentarios. Don Jesús Maldonado fue un señor que perteneció al Partido Conservador en Pamplona; y todos los días amanecía furioso al notar que en la sala principal de su casa, el cuadro de Laureano Gómez había sido reemplazado por el del Sagrado Corazón de Jesús. "¡Ay Chucho, cuántas veces no te he dicho que esta habitación está embrujada!", le decía rabiosamente su señora, por cierto de política liberal. Armando(2) nació en Cáchira el 27 de febrero de 1935. Ese fue el año en que don Pedro León y la tía María(1) resolvieron irse a vivir a Convención. No había carreteras. Todo el transporte lo realizaban las mulas. Pero las mulas de antes, de la familia de los caballos, cuya carga era llevada encima de sus lomos y no dentro del estómago. La tradición de los jinetes narra múltiples rutinas; entre ellas, la manera como los arrieros proveen al animal de todos sus aparejos. Eso que llaman "enjalmas", "aperos", "sillas", "cabestros", "cinchas", "frenos", "baticolas" y muchas más, son palabras del diccionario de la desconsideración, inventadas indudablemente en la época de la esclavitud. La expresión "zamarro", por ser el atuendo que cubre el pantalón del cabalgador, es muy probable que haya sido aconsejada a la Academia de la Lengua por el hijo de un rey, excelente para solicitar comodidades pero nulo para producir "cositas" como las de Einstein, de Gabo o de Mozart, que son las que justamente solucionan los problemas del mundo. A su vez, el vocablo "espuela", con certeza fue originado en sus amargas noches de insomnio por el marqués de Sade, de la misma corte del anterior. Total del caso es que al primo Armando(2) jamás le agradaron esas expresiones, incluso desde niño; y ello vino a notarlo Pedrito, su hermano de diez años mayor, desde el momento aquel en que sus padres resolvieron trasladarse de Cáchira a Convención, pasando por Ábrego y luego Ocaña. Recuerda que al decir alguien... "¿Ya pusieron las enjalmas?, ¿Y la baticola?, ¿Y los frenos?", Armando(2), que hasta ese instante venía muy contento, de inmediato se puso a gritar. Cuenta, así mismo Pedrito, que su hermanito sólo tenía cuatro meses de vida al ser colocado en un catabre para luego subirlo y acomodarlo en uno de los dos lados de la mula, acondicionados para la respectiva carga. El llanto que emitía era muy grande, de montaña a montaña, desconsolado, vibrador; y sólo vino a aminorarlo en el momento en que lo colocaron en el lomo izquierdo del animal, dejando el derecho para Moncho, su otro hermano, quien durante el periplo no expresó sino felicidad. Generalmente los preparativos del viaje empezaban desde las cuatro de la madrugada, hora en que el cielo Cachirense dejaba salir los primeros resplandores del día y en que los viajeros iniciaban el acomodamiento de sus cosas en las respectivas mulas. A las cinco, y dejando bajo responsabilidad del animal el camino que todavía serpenteaba oscuridades, se dio la orden de partir, lo que en el jefe del hogar, don Pedro León, fue con seriedad y dulzura, de acuerdo con la conducta de su corazón. Llevaban el avío del desayuno, ingerido dos o tres horas más tarde a la par del descanso en una vera del camino; así mismo el del almuerzo de las dos, carne, huevos y verdura para nueve personas, en un lugar de forrajes y agua en donde se nutrirían los animales. Iban, además de los padres, Ramiro(2), Emelina(2), Pedrito(2), Ramón(2), Luís Alberto(2), Rosita(2) y el bebé, Armando(2), todos nacidos en Cáchira. Recorrido el primer trayecto, a las seis de la tarde el sudor empezó a desaparecer, esencialmente el de las mulas, pues media hora antes habían llegado a un caserío denominado "Casitas", de propiedad de una familia Durán, especie de hostería en donde el dolor de los riñones desapareció con la cena que allí se vendía, queso, pan y café en leche, y un descanso en camas con pulgas que anunciaron, en medio de pinchazos, la llegada de la alborada para los preparativos y la marcha que iría a formalizarse a las cinco del nuevo amanecer. Se repitió lo mismo, en esta ocasión con provisiones adquiridas en el "Cinco estrellas" visitado y que al consumirse, les hizo arribar en horas vespertinas a un valle muy hermoso y verde, atravesado por el río Tarra, lugar que todavía llena de atención a los pasajeros que viajan actualmente de Ocaña a Cúcuta, y que antaño, de igual manera ofrecía camas y parásitos a quienes al siguiente día emprenderían el viaje sobre otras geografías. Dicha región aún se llama, "El Tarra". De acá a Ábrego, se llegaría a las cuatro de la tarde, después del ascenso de varias lomas y de alcanzar una gran llanura, en cuyo centro se halla la "bella villa" que treinta y cinco años atrás fuera gobernada por el abuelo Ángel Ricardo Barriga y donde naciera la primera hija de la tía María(1), Mercedes(2), quien al casarse en 1931 a sus diez y siete septiembres con don Heriberto Garcés, un señor de cuarenta, ya vivía en Ocaña sin descendencia alguna. Al arribar a la capital de la Provincia, permanecieron justamente tres días. Espacio y tiempo en que don Pedro León dudó sobre la continuidad de un viaje que lo llevaría a un pueblo desconocido, Convención, situado a treinta kilómetros; duda que fuera aplacada por mi padre Gilberto(1) al aconsejarle, mediante cartas y razones, un futuro en un lugar en donde ya él tenía un hogar con hasta el momento, dos hijos: Fariel(2) y Aliro(2). De haberse quedado en Ocaña un día no más, no hubiera sucedido lo que después aconteció. Mercedes(2) Solano Barriga tuvo la fortuna de casarse con un hombre extremadamente bueno, don Heriberto Garcés, gestor de amabilidades, cultura y una educación observable en todos sus conocimientos. Hijo de don Julián Garcés Baraya, personalidad en la pulcritud y descendiente de ancestros con hechos históricos colombianos muy dignos de admirar. Alto, delgado, excelentes y aseados sus vestidos, generalmente de colores serios que hacían más perceptible la piel enrojecida de su cara. Así conocí a don Heriberto cuando él estaba en su vejez. Ante esa estampa, la imaginación puede explayarse en un representante de raza europea que al venir al trópico, muestra un rostro ruborizado por el calor. Fuerte, saludable, dinámico y muchas cualidades de la juventud; y sin embargo no pudo tener hijos. Alguna anormalidad en su físico impidió la prolongación de su existencia. Y ello fue el principal motivo para que Mercedes(2) se acostumbrara a la ternura de su propio hermano, Armando(2), quien, a pesar de sus pocos meses de nacido, ponía mucha atención a las ideas del liberalismo emitidas por don Heriberto en los tan sólo tres días que permanecieron en Ocaña, camino a Convención. En la vida hay un lugar, un tiempo y un modo que marcan el punto mediante el cual los hombres empiezan a formar sus propios destinos. El lugar lo fue Ocaña y la casa del matrimonio Garcés Solano. El tiempo, 1935, en esos días en que descansaron para seguir luego al pueblo final. El modo, el cariño con que se manifestó Merceditas(2) ante la presencia del recién nacido. Si hubieran continuado al siguiente día de la llegada, nada hubiera pasado. Pero se demoraron tres; y ante la partida, el embeleso exigió la dádiva del niño para suspender la soledad que hasta ese momento les estaba aburriendo. La terquedad en la solicitud tuvo que haber sido inmensa, no sólo la de ella al querer ganar al pequeño; también la del infante, quien daba a entender mediante lloriqueos, su gusto por el liberalismo. Y lo dejaron. Y se quedó. Y lo dejaron nada menos que la bobadita de veinte y dos años, tiempo en que, ya hecho grande y profesional, resolvió separarse del hogar de adopción y organizar el propio, al casarse el cinco de noviembre de 1957 con doña Julia Rinthá, con quien tuvo un hijo que hoy es un profesional y empresario sobresaliente, Heriberto(3), y con quien permanecerá unido hasta los próximos cuatrocientos años. Ese fue el período, 1957, en que resolvió viajar a Convención, tiempo en el cual, de igual forma terminara sus estudios en la Universidad Nacional y que, como premio de fiesta, le dieran, nos dieran una carne con abundante achiote y "Sal de Nitro" que revolucionaron nuestra digestión estomacal. Por supuesto que en el periodo de crecimiento y maduración, Armando(2) jamás olvidó a sus padres biológicos. Con mucha frecuencia asistía al hogar en donde estaban sus hermanos mayores y la menor, de nombre Ledy, quien naciera en Convención tres años después del periplo, el 11 de julio de 1938. Pudiera decirse que fue un hombre afortunado en la protección, pues contó con la participación de dos hogares en su formación espiritual y cognitiva. En Ocaña realizó su educación primaria. Allí mismo la secundaria en uno de los colegios más sobresalientes del oriente, el "José Eusebio Caro", cuyo diploma le autorizó para ingresar a la Universidad Nacional y obtener, seis años después, el título de abogado, profesión que al desempeñar, en múltiples facetas le impulsaría a hacerse conocer no sólo en el ámbito regional, también en el colombiano. LA ORATORIA, UN ESTÍMULO PARA SUS REALIDADES TRIUNFALES. Armando(2) se desempeñó como "Juez Promiscuo Municipal" en la población de Villa del Rosario, Norte de Santander. Seis meses del año 1958 sirvieron para llenar una "judicatura" exigida, además de la tesis, como requisito en la obtención del título. Era una época fácil en la consecución del trabajo. Por consiguiente, en el segundo semestre del mismo lapso es nombrado como "Juez del Circuito" en la ciudad de Ocaña. Demora hasta el siguiente año; y menos mal que se retira para emprender lo que después fue uno de los grandes valores de su existencia, la oratoria, actitud de la expresión que para el triunfo, requiere de excelente pronunciación, de dominio temático, de amplia cultura y hasta de aquellas gesticulaciones con que se logra la atención del espectador. Armando(2) dominaba esas exigencias. De haberse quedado como Juez vitalicio, su destino hubiera sido marcado por la monotonía, inmerso en libros de sangre, corrupción y otras deficiencias de la sociedad, al lado de un secretario que conocería incluso los pormenores de su vida; y él de la suya, hasta el momento aquel en que después de fallos infinitos, solicitar y recibir la jubilación, derecho que acredita no trabajar el tiempo restante pero que también impulsa a caer en el más horrible de los anonimatos, la soledad. Armando no estaba para esas formas de la consagración. Las suyas hacían parte de las arengas, expresiones del verbo con que más fácilmente se puede quedar en la historia. De Gaitán se identifican suficientes y excelentes intervenciones ante la justicia, modelos didácticos mil veces seguidos por instituciones de derecho; no obstante, sus exposiciones, sus conferencias, los ideales en sus discursos le hicieron prolongar la existencia hasta los límites de la inmortalidad. Esto es lo que precisamente identifica a Armando(2) en una oratoria que repleta de sustentaciones le ha hecho merecedor de adquisiciones judiciales, sociales y políticas, ampliamente alabadas y recordadas. El primer discurso, después de retirarse de juez, lo pronunció en la plaza de Ocaña ante millares de asistentes. Su excelencia y convencimiento hicieron que el Dr. Bernardo Silva Gómez, uno de los dirigentes regionales, le aconsejara su postulación a la Asamblea del Departamento para los periodos 1961-1962. Por supuesto, la conquista. Terminado su tiempo, en 1963 decide proponer su nombre para la Cámara de Representantes, elección que también logra, en esa ocasión como suplente del arquitecto Justo Pastor Castellanos. Los años 1965 y 1966 son de agitación republicana. La presencia de Camilo Torres Restrepo, un sacerdote revolucionario fallecido en las montañas de Santander por esta época, hace que la política nacional se tuerza mediante postulados populares que ganan adeptos en un instante, para luego dejarse enderezar por los caminos tradicionales de la dominación bipartidista. En el año 1969, Armando(2) vuelve de nuevo a lanzarse como Representante a la Cámara, y gana, y es el momento en que se relaciona con los grandes jefes del país, incluso del Presidente del momento, Carlos Lleras Restrepo, quien tiene sobre él, grandes admiraciones. En 1970, y mediante recomendación que diera el obispo Sarmiento Peralta al gobernador, Dr. Argelino Durán Quintero, Armando(2) es nombrado Alcalde de Ocaña, posición que cumple eficientemente en el desarrollo de múltiples obras, necesarias para el adelanto social y cultural de la ciudad. Se recuerdan las siguientes realizaciones suyas: Fundación de la Casa de la Cultura "Marcos A. Carvajalino", arreglo y pavimentación de varias calles, construcción de importantes escuelas en la zona periférica, creación del periódico "Cuarto Centenario" por motivo de los cuatrocientos años de fundación de la ciudad; canalización de buena parte de la bien llamada "Quebradita Cagona"; refacción del parque con su correspondiente "Columna de los Esclavos"; y muchas obras más, son el recuerdo de una misión desarrollada hacia el beneplácito y más que todo, educación de las gentes, fundamento que él consideraba como la primera vivencia para el desarrollo de los pueblos. Es una época en que todavía persisten movimientos políticos con sus correspondientes líderes. Gustavo Rojas Pinilla es el jefe de la Anapo, injustamente derrotado por las artimañas nocturnas de un corrupto a quien llamaban "tigre", cuyas garras serán observadas por una historia que jamás se detendrá en su inteligencia; y sí en la contemplación de una causa que engendró a la postre una violencia terrible: El robo de las elecciones. Alfonso López Michelsen es el dueño del M.R.L, Movimiento Revolucionario Liberal, al cual perteneció Armando(2) por algunos años, y fue el motivo para que abriera a las plazas públicas su retórica, conquistadora de aplausos y de adeptos, porque sencillamente en sus palabras existía la ideología que proponía soluciones. Transcurrido el tiempo, y a pesar de haber pertenecido al partido del gobierno, la vida profesional de Armando(2) se ve dificultada por un acontecimiento dirigido en su perjuicio. Se trata de la inculpación que hiciera una entidad colombiana en el año de 1975 al considerarlo como autor intelectual de un asesinato, realizado pocos meses atrás y razón por la cual lo situaran en estrados judiciales para el debido juzgamiento. No fue el causante, como después se comprobó, dando ocasión para defenderse por sí mismo y rebatir imputaciones de modo, tiempo y lugar falsamente colocadas a fin de señalar una participación que nunca tuvo. Para la familia y amistades de Armando(2), ese fue un juzgamiento tenebroso. Y tenía que serlo, porque precisamente se trataba de un caso a analizarse dentro de un escenario difícil, de inmenso cuidado, en cuyo proceso se vislumbraron sentencias extrañas, entre ellas, la del fiscal, quien al expresar que "era preferible condenar a un inocente que absolver a un culpable", dejaba entrever el fondo de sus pensamientos. A pesar de todo, triunfó la verdad. No obstante, para demostrarla, la intervención de Armando(2) necesitó de exposiciones inmensas, consecuencia de una retórica que buscó semejanzas entre la ideología de Marx con la de Jesucristo, que señaló la visión exacta del "Delirio del Chimborazo", de Simón Bolívar, que describió realidades cotidianas de la vida nacional, con sus persecuciones e inmoralidades, en fin, todo aquello que sirviera para rebatir aspectos de lugar, tiempo y modo que condujeran a la demostración de su inocencia. Lo de Marx fue tan convincente que hasta el mismo Arturo Abella, director del noticiero conservador "Telediario Siete en Punto", se extendió en elogios, porque sencillamente veía que las ideologías debían presentarse con la cabeza y no con la fuerza de las manos. El mismo señor Abella se entrevistó con Armando(2), días después de haber sido liberado de la cárcel, para felicitarlo. De igual manera, un hermano del señor asesinado, quien en un lugar del Llano le expresó que desde un principio, y más con su magnífica defensa, estaba seguro de la inculpación como producto de un montaje. Armando(2)
Solano Barriga exterioriza valores que son satisfacción para la familia.
En su intelecto se incrustó el gusto por la ciencia del Derecho que tenía
su abuelo, Ángel Ricardo Barriga. Derecho convertido en arte mediante la
utilización de una retórica que gustaba a los espectadores, plasmada
en casos infinitos de su profesión al defender personas que con problemas
jurídicos necesitaban de su elocuencia y su sabiduría ante los jueces.
En todo el Norte de Santander y en muchas regiones de Colombia existen casos por
él resueltos. Es un desfile de años el que señala su acción,
hoy favorecida por las delicias del descanso. Tiempo actual en que la profesión
del Derecho pulula por todas partes y a la que le seguimos admirando, incluso,
desde la época aquella en que Ramona, la que hacía todo lo contrario,
le echó los bultos de "Sal de Nitro" a la carne que a unos invitados
mandó a los sanitarios; y que a otros, como en mi caso, nos dispuso entre
pujanzas y torcijones en el subterráneo de una casa solariega. | ||