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abajo del CIELO Nuestra familia, Barriga. Desde 1853 hasta 2008 | ||
ALFREDO
BARRIGA IBÁÑEZ | ||
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En consideración a la verdad, el nombre de José del Carmen(1) Barriga lo llegué a saber hace siete años. Y lo vine a conocer en el momento en que mi hermano Aliro me presentó en Ocaña un primo llamado Neftalí(3), precisamente nieto del citado tío. Al identificar nuestra familiaridad, por supuesto, me agradó saludarlo. Le hice algunas preguntas; y sus respuestas me llevaron a la conclusión, errónea por parte mía, de que el tío había tenido sólo dos hijas, una que vivió en La Playa de Belén y que posiblemente ya había muerto; y la otra, la madre del recién presentado, de nombre Flor de María, quien vivió y murió del corazón en la ciudad de Barranquilla. La confusión se acrecentó mucho después en Cúcuta, al escuchar de Ramón(2) Solano Barriga la expresión, "Mi tío Carmen"; pero como "Moncho" tenía sus tragos en la cabeza, me imaginé que se refería a una mujer, y que la palabra "tío" era producto de su delicioso estado. En todo caso, en ese momento me satisfizo saber que mi papá Gilberto(1) había tenido dos hermanas: Carmen y María, lo cual era cierto pero en un cincuenta por ciento. Eso
de las denominaciones españolas tiene algo de desconcierto en mínimos
casos, especialmente cuando los nombres son compuestos. Existen nombres como José
María y como María José, como Jesús María y
María Jesús, constituidos para erizar el entendimiento de quien
al dominar otro idioma anhela aprender el nuestro, pues no sabrá si quien
posee cualquiera de las dos palabras, es hombre o es mujer. Habrá que explicarle
que, en múltiples ocasiones, cuando el nombre, en este caso, "José",
va primero, se refiere a hombre, así posea después el femenino "María".
Por el contrario, si empieza con el femenino "María", aunque
lleve después el "José", se relaciona con una mujer: María
José. Lo risible será enseñarle que al invocar a José
Javier, es muy probable que no atienda, pues toda la gente lo acostumbró
a escuchar siempre su Jota Jota. El tío José del Carmen(1) tenía veinte años cuando murió su progenitor, Ángel Ricardo. Era el año de 1907, lo que al restarse del 1887 de su nacimiento, da una diferencia que lo ubica en plena juventud, con derecho a matrimonio. Si lo ubicamos en el 1900, tiempo en que la familia Barriga arribó a Ábrego desde Aspasica, comprenderemos que el tío José era un niño de tan sólo trece años y podía ver y sentir, mas no participar, los fragores de la guerra de los Mil Días. Es de suponer que si los niños no conseguían participar, tampoco les estaba permitido "molestar"; cuestión que, entre otras cosas y según parece, eran muy expertos los infantes de esa bella población. "Jodían Mucho", como se dice en la terminología actual para señalar a los indisciplinados de la escuela. Y tanto "jodían" que, incluso, un alcalde que no era su padre, por cuestión de conveniencia filial, promulgó un decreto que autorizaba a los militares apresar a los niños que fastidiaran por las calles. Si no molestó en el pueblo, sí lo hizo en cuestiones del amor y así obtener la debida habilidad para el futuro; pues, entre todos los hermanos, se cree que fue el primero en casarse. El amor se llamó Rita del Carmen Vergel, de Ábrego, cuya unión posiblemente se realizó en el 1909, ya que el primer hijo nació el 13 de mayo de 1910, y fue niña, la misma que al crecer y con los años volverse anciana, en el lugar de La Playa de Belén donde la conocimos nos causó inmensas emociones. La primera hija, por consiguiente, fue ella, se llamó María de Jesús(2); y la última, Ramona Ecilda(2). La primera falleció recientemente, como ya se expresó. En la mitad hubo cinco hijos más; tres mujeres y dos hombres; pero ya murieron. Los hombres se extinguieron muy niños. Uno de ellos fue enterrado de "caridad", según indica la partida de defunción, y ello también insinúa el grado de dificultades que poseyó el amado tío en ese momento de su tristeza. Es necesario recordar, para una mejor comprensión de la época, que había entierros de primera, de segunda, de tercera y de caridad, según los ofrecimientos económicos de los dolientes; y esa clasificación estaba dada por la cantidad de sacerdotes que acompañarían el cadáver hasta el cementerio, con los correspondientes ritos y cantos. Hoy, tal división no existe por haber sido suprimida en los convenios del Concilio Vaticano II, 1962, correspondiendo a los dolientes su asistencia a un cementerio que no cobra por la soledad. La fórmula para conocer a Ramona Ecilda(2) Barriga me la obsequiaron Alejo(3) y Dálida(3) "Lala" Velásquez Barriga, sus sobrinos que viven cerca del cementerio de Ocaña. Fácil de descifrar. Empieza así: "Usted se ubica en la pared derecha de la entrada principal del terminal de buses de Cúcuta. Usted camina y encuentra un Telecom a cincuenta metros, derechito. No entre allí. Devuélvase y entre a una tienda que queda antecitos de llegar a Telecom. Allí pregunta por Carmen María, que es hija de Ramona. Pero vaya antes de las siete de la mañana por ser la hora en que ella entrega su tienda a otra persona"(Sic). Fue
sencillo resolver el misterio de la fórmula; aunque, en la primera ocasión
tuve dificultades. Después de una noche de insomnio y anhelos por cumplir
la entrevista, a las seis ya estaba listo. Me dirigí a la "Terminal"
a pie, por aquello del ejercicio. Me ubiqué a la derecha de la entrada
y seguí cada uno de los pasos, hasta llegar al último, lugar en
donde pregunté por Carmen María(3) a una señora que atendía
una venta de tinto, y la respuesta fue: Al
otro día se repitió la misma operación; y fue la señora
del tinto quien la señaló desde una distancia con la expresión
"¡Aquélla es!". Después gritó, con una voz
que, más que asonancia, era la de un ruido trasnochado de café y
de insomnios generados por las impiedades de la pobreza, voz que al viajar a tres
veces la velocidad del sonido llevaba, similar a la sorpresa, también el
aviso de las precauciones. "¡Ve Carmen, es el mismo señor de
ayer que te necesita!". Me dirigí a ella con una sonrisa que hiciera
comprenderle mi presencia sin atisbo de ningún peligro. A pesar de ello,
la noté esquiva. -"¡Sí,
ella es mi mamá!", ¿Y por qué somos familiares de usted?,
me preguntó. Ramona
Ecilda(2) Barriga tiene 83 años y no está tan demacrada como mi
padre en los momentos que antecedieron su muerte, a los 79 cumplidos. Desde el
instante en que la vi, sin necesidad de que su hija me la señalara, por
sus rasgos físicos identifiqué que era ella. Algo parecida al primo,
común para ambos, Alberto(2) "Beto" Barriga Torrado, ya en su
vejez. Conocí a través de ella, muchas, muchas cosas, pero no aquella que fuera comentada por Jairo(3) Barriga y Víctor Pérez, un familiar cuyo ancestro se une a la abuelita Telésfora Pérez, segunda esposa del inolvidable antepasado, Ángel Ricardo. Ellos hablan de la frecuencia humorística del tío José del Carmen(1), y en ella, la observación que daba al último producto de la digestión, encima de un escusado: "¡Si querés salir, salí; y si no, quedáte ahí, que yo no te voy a hacer ninguna fuerza!". Así mismo es el recuerdo que conserva Ciro Barriga(2), en torno a su gracejo y a su paciencia en el hablar y en el caminar, siempre con las manos atrás: "¿Qué quieren... que corra más que un morrocoy?", añoraba sobre el tío. Ramona Ecilda(2) comenta que su padre "era bonito, carefinito" y que se desempeñó de asentista y telefonista en La Playa de Belén. De igual manera recuerda que el licor llegaba en timbas de Bogotá a fin de ser envasado y entregado a los adictos para su consumo; o a los maestros, para que con su venta pudiesen asimilar los sueldos atrasados, como era la orden en todo el país. El tío José del Carmen(1) murió de cáncer intestinal a los 58 años, en La Playa, año de 1945, en casa de su yerno Agapito Pérez, esposo de su hija, María Esther(2) Barriga. A la vez, Ramona Ecilda(2) señala que su mamá se llamaba Rita del Carmen Vergel y que murió de cáncer en Ábrego, cuando algunas de sus hijas eran todavía muy niñas. En el "Libro de Defunciones" de esa misma ciudad, quizás por error del amanuense, aparece como María del Carmen Vergel. Este es el correspondiente certificado: ACTA DE FALLECIMIENTO DE RITA DEL CARMEN VERGEL, ESPOSA DE JOSÉ DEL CARMEN (1) BARRIGA PÉREZ "En
la Parroquia de Santa Bárbara, a 26 de junio de 1930, le dieron sepultura
en el cementerio parroquial, hallándose el párroco en León
III, al cadáver de María del Carmen Vergel, casada con José
del Carmen Barriga, e hija legítima de José Dolores y María
Ascensión Vergel. Murió el día anterior a las cuatro pasado
meridiano, en la población, de afección uterina y a los cuarenta
años de edad. No recibió los últimos Sacramentos. Doy fe.
El cura párroco. (León III, es una vereda del municipio de Ábrego) Los siguientes fueron los hijos del tío José del Carmen(1) Barriga Pérez NOMBRE
NAC. BAUT. FOLIO LIBRO MUERTE 2.
Eva 14X.11 1.XII.11 109 13 murió en la Playa 3.
Ángel 12.I.14 11 II.14 288 13 Murió en Ábrego el 12.II14
5.
Flor de María 10X17 8II-25 (Bautizada ocho años después).
Murió en Barranquilla 6.
Esther 2 II.21 5.IV.21 219 16 Murió en 1996, en Cúcuta 7.
Ramona 24VII24 25Sep24 314 17 Vive en Cúcuta Como
dato curioso, a las hijas del tío José del Carmen(1), salvo Ramona
Ecilda(2), les dan el nombre de María, incluida Esther, según lo
aclaran los descendientes de Cúcuta. Ello es producto de un recuerdo dedicado
a María de los Ángeles León, madre de Telésfora Pérez,
quien fuera esposa de nuestro primer abuelo, Ángel Ricardo Barriga. Dicho
nombre también fue impuesto a los dos hijos que fallecieron cuando eran
niños. Se llamaban, ambos, Luís María(2). En cuanto a los
otros descendientes: -Eva
María(2): Murió joven y de cáncer, en La Playa de Belén,
casada con Ramón Vergel, les quedó un hijo, ya fallecido. En torno a los descendientes de María de Jesús(2), la ancianita linda que vivió en La Playa de Belén, es valioso recordar que su hijo Luís Eduardo(3), radicado en Ocaña, tiene una hija llamada Yaneire(4) Velásquez, de cualidades intelectuales y físicas hermosas que hicieron candidatizarla para el reinado Nacional del Bambuco, en Neiva; actitud proyectada a la profesión de "Modelo" para hacerse conocer internacionalmente. Actualmente es doctora en Jurisprudencia, especializada en Derecho Financiero y se desempeña como funcionaria de la Auditoría General de la República, en Medellín. ¡Uf!, un orgullo. Allí mismo vive con su hermano Eduardo(4), Ingeniero Mecánico. En Ocaña, lugar de residencia de sus padres, viven sus hermanos Lizeth(4) y Jaime Andrés(4), estudiantes. En el mes de noviembre de 2006, la tristeza llegó de nuevo a la descendencia del abuelo Ángel Ricardo. En esta violencia despiadada que desangra a Colombia, un hijo de Dálida(3), "Lala" Velásquez Barriga, llamado Pedro Alexis(4) García, soldado del ejército colombiano, cayó en una emboscada realizada en la vía que conduce de Cúcuta a Ocaña. Fueron 17 los muertos, lamentablemente. Su asesinato enturbia de pesar nuestra sangre, la misma de la abuela linda, María de Jesús(1), quien en sus 97 años supo sentir las dificultades que de por vida le generó esta patria loca a su alma de bondades. Paz en su tumba. Todos los hijos del tío José del Carmen(1) Barriga Pérez, cinco mujeres y dos varones, nacieron en Ábrego. RAMONA
ECILDA (2) BARRIGA VERGEL. A Ramona Ecilda, por ser copartidaria en los ideales del conservatismo, los bandoleros le perdonaron la vida. A pesar de todo le pegaron cuatro tiros, dos en el brazo izquierdo y dos en el pecho. La dejaron tirada en el suelo y en medio de un croquis de sangre. A sus ochenta y tres años todavía conserva las balas en el cuerpo. Las del brazo se mueven de un lado a otro, al tocarlas. Las del pecho se mueven al compás del corazón y los recuerdos sobre un hombre al que adoró toda la vida. Incluso con la demostración de un acto de amor que la acercó casi a la muerte. Si hubiera sido liberal, y así lo era su esposo, la hubieran despedazado viva, como acostumbraban con los opositores los godos de Locutama, una vereda de Hacarí, en la provincia de Ocaña. Todo sucedió en el año 1947. No la remataron porque, sencillamente, la palabra "conservatismo" que ella practicaba se incrustaría como una forma de arrepentimiento en la conciencia de los asesinos. La dejaron para que se desangrara y fueran las desatenciones clínicas los siguientes personajes en ese hecho de barbarie. Luego llegó un vecino para hacerle curaciones y ponerle dos inyecciones que la salvaron. Por supuesto que el esposo huyó y así protegió su vida. Con el tiempo ella recibió sus mensajes para que se uniera a su trashumancia. Fue una huida por pueblos y veredas en los que ella ponía el amor; y él, el ideal del liberalismo para seguir hacia otros caminos, otros terrores y otras salvaciones. Por fin llegaron a Cúcuta, lugar de su tranquilidad y con los años, del fallecimiento de su cónyuge. Región en la que su heroísmo se salta en lágrimas para contar que la vida, de no haber sido por la presencia de sus hijos y nietos, se hubiera escrito con todas las letras de la amargura. Sus ojos, como los de los antiguos Barriga, también eran verde claros. Hoy, en sus ochenta y tres calendarios, cambiaron de luz al naufragar bajo el peso de sus nostalgias. Incluso, cuando habla de su pasado, parece que observan un punto de la distancia invisible a sus propósitos, porque los ojos que ven están en su cerebro, y son los que sueltan lágrimas al sentir que las cosas del ayer se proyectan en su historia, frecuentada por hechos de una política que no producía ganancias y sí sangre. "¡Mi
esposo se llamó Dionisio Páez Guarín!", comenta, "¡Fue
un hombre muy bueno. Con él me enlacé cuando apenas tenía
diez y seis años y él veintinueve. Los cuarenta y ocho años
de matrimonio hubieran sido totalmente felices, de no haber sido por las persecuciones
que al principio nos tocó soportar. Me casé a sabiendas de su filiación
liberal. Y mi papá también lo sabía; pero para él,
lo único que formaba la dicha era el amor y no la política. Ésta,
por el contrario, era la de los desengaños; y fueron los que llegaron cuando
la gente de Hacarí se dio cuenta que en las elecciones del cuarenta y seis,
el único voto en el pueblo por el liberalismo de Gaitán fue el de
mi marido. Entonces se nos vino la desgracia!". Es parte de un relato de Ramona Ecilda(2) Barriga. Por la forma como expresa el suceso, en nada difiere de aquellos hechos que acontecieron (y siguen sucediendo) en muchas regiones del país. Ello fue en 1947, cuando apenas tenía seis años de casada. La diferencia entre los asesinados de antes con los de ahora está dada en que las víctimas, antes de morir, identificaban a sus propios criminales; y si la impunidad llegaba a cubrirlos, el dedo del pueblo les señalaría sus degradaciones. Parece increíble que por una sola palabra se asesinase. Palabra solamente, pues la idea que pudiera contener, llámese conservatismo o liberalismo, no era entendida ni por el muerto ni por el matón, y sólo el diablo que hierve en el pecho impulsaba a la realización de esos perjuicios sociales, infinitos en la historia de Colombia. Es el mismo del hincha, acrecentado por el inconsciente colectivo que, al perseguir la camiseta contraria, puede ocasionar la herida o la muerte como respuesta de sus derrotas. A Ramona Ecilda(2) le sucedió un hecho peor, pues fue realizado por miembros de su mismo color, no el color de su piel, sí el de su política, infamia de la que todos los sectores llevaban culpabilidad en el desastre de la patria. Ella era conservadora, y a pesar de ello, también le tocó huir de "sus mismos copartidarios". "¡Yo demoré varios meses en cama!", continúa Ramona, "¡Cama de la casa y no del hospital, en donde debí estar para sanar mis heridas. A mí nunca me atendieron en el hospital; de lo contrario, me hubieran sacado las balas que todavía están en mi cuerpo. Algunos vecinos me ayudaron a aliviar y a arreglar la casa en algo, que también resultó destruida por el incendio. Así pasaron como dos meses y fue cuando Dionisio me mandó razón con un obrero que me fuera para donde él estaba escondido. Yo le mandé respuesta que sí, que cuando ya tuviera alientos pa´caminar, pues todavía me encontraba enferma. El obrero me dijo el lugar exacto en el que él se encontraba. Y ese lugar no lo sabía sino el obrero y yo, pues si se regaba la razón, muy seguro lo buscarían y lo matarían. Pa´ evitar esto yo me inventé y le dije a todo el mundo que me iba para Ocaña a buscar a mi marido. Que me iba a los cinco días; lo cual no fue cierto, pues me fui a los tres días para despistar a la gente. Salimos en una noche con el obrero amigo de Dionisio, no para Ocaña. Nos fuimos fue pa´l Tarra, más allá de Convención, que era el lugar en donde Dionisio me estaba esperando. Yo llevaba a Evelia, que tenía dos años, dentro de un catabre colgado en la espalda, y a Débora la llevaba en mis brazos. En muchas ocasiones, especialmente las dificultosas en el trayecto, el obrero me ayudaba cargando a la más grandecita, pues él llevaba otras cosas. La gente no supo a dónde fue que cogimos. Fueron días y noches atravesando montes y ríos de la selva del Catatumbo, incluso aguantando hambre, hasta que llegamos. Dionisio y mi hijo Jesús Humberto apenas nos vieron, se pusieron a llorar. Fue la primera vez que la alegría nos produjo lágrimas!". "¡En esa tierra del Tarra nos tocó vivir en el puro monte, pues allá también existían enemigos. Y fue tanta la preocupación porque no nos descubrieran que nos tocaba comer animales que Dionisio cazaba. Y los comíamos crudos porque si levantábamos fogones, las gentes nos descubrían por el humo y nos podían hasta matar. Lo mismo pasó con el sueño, especialmente el mío, pues por las balas que recibí en el pecho, en las horas de la noche me daba por roncar; y pa´evitar que nos oyeran, nos tocaba dormir al lado de las quebradas pa´ que el ruido ocultara los ronquidos. Fue una vida muy amarga, terrible, prácticamente nos encontrábamos aislados de todo el mundo. Lo cual fue tan cierto que, incluso, la quebrada que escogimos, una noche se desbordó y quedamos con la casita que habíamos construido con palos, chamizos y palmas, como metidos en una isla!". "¡Debido a que Dionisio decía: "Yo no quiero que mis hijos crezcan en el monte", de la región del Tarra, al cabo del tiempo nos fuimos pa´ La Playa; por cierto, enteramente conservadora, y los conservadores al verlo pasar le gritaban a mi marido Cachiporro hijueputa, haciéndonos la vida imposible. Fue entonces cuando decidimos irnos a vivir a Guamalito, en donde la gente era liberal y nos respetaba. Allí estuvimos alrededor de veinte años. Luego nos pasamos pa´ Pailitas en donde hubo tranquilidad y buenas amistades, entre ellas la de un señor que me decía "prima" porque él se llamaba Genaro Barriga; así mismo conocimos a un señor que se llamaba Efraín Mena Barriga, pero yo creo que ninguno de los dos era de los mismos Barriga, hasta ahora usted, que por las indicaciones que me da sobre mi tío Gilberto y mi tía María, sí creo que usted es primo mío. Me da mucha alegría encontrar en estas horas de mi vejez, un familiar que ninguno de nosotros conocía y que es diferente a los sobrinos y nietos de todas mis hermanas. Aunque sé que mi papá tenía más familiares, nosotras prácticamente, de no haber sido por María de Jesús, la de esta foto, hubiéramos vivido en pleno abandono!". Ochenta
y tres años de existencia. Y veo a la prima Ramona Ecilda(2) con el mismo
cariño que sentí por su hermana, en La Playa de Belén. Cariño
que es parecido a la ternura. Me parece observar en sus cabellos la vida de mi
padre, plateados, porque esa es la forma como los años colorean la divinidad.
Un cielo que en la existencia de mi progenitor, afortunadamente jamás poseyó
tormentas; y el de ella, de no haber sido por los hijos, nietos y toda su descendencia
que le llena de orgullos, hubiera sido del color de los sufrimientos. El esposo de Ramona, Dionisio Páez Guarín, murió de 77 años. Estuvieron casados alrededor de 48 años. Murió en Cúcuta, 7 de junio 1989. "Hombre de gran corazón", según lo dicen ella y sus hijos; y terminan expresando: "Fue quien pagó todos los gastos mortuorios de papá José del Carmen, en La Playa, 1945". DESCENDIENTES DE RAMONA ECILDA (2) BARRIGA VERGEL Y DIONISIO PÁEZ GUARÍN 1.
Jesús Humberto(3) Páez Barriga. 4 hijos. Sobreviven Walter Alfonso(4)
y Jacqueline(4). Viven en Cúcuta. Hay
cinco fallecidos en el matrimonio de Ramona Ecilda(2) Barriga. El teléfono
en Cúcuta es 58
863. Indicativo 097. | ||