Más abajo del CIELO
Nuestra familia, Barriga. Desde 1853 hasta 2008
ALFREDO BARRIGA IBÁÑEZ

CAPÍTULO CUATRO

DEL ABUELO ÁNGEL RICARDO:
COSAS IMPORTANTES QUE NO SE SABÍA

En el año de 1970 y mientras departíamos con un grupo de ocañeros en medio del color que provoca en los cachetes el aguardiente "Bolegancho", en ese entonces denominado "Tresbrincos", Jorge Quintero Galán, a quien llamaban "Caparrosa", nos informó un hecho en el que él se constituyó como testigo, por haberlo observado a plenitud:

-"¡Cómo les parece", nos decía, "que se enganchó a trompadas un campesino de Aguachica con otro de Ábrego...!", y fue el instante en que, al notar que no terminaba el cuento por ir a tomarse un trago, a Carmito Quintero, "el Morao", le dio por complementar:

-"¡Virgen del Carmen!... ¡Cómo quedaría el de Ábrego!".

-"¡Pues algo así!", continuó "Caparrosa", "¡Ustedes saben que los de Aguachica, por creerse costeños, se las tiran de que las peleas son más sabrosas cuando se hacen a trompadas; y le pegó una tan derechito en la quijada al de Ábrego que a éste le dio por gritar en su acento mejicano, "¡Ay, jueputa, me tumbates un diente; y el de oro!"; y mientras decía esas palabras, el de Aguachica brincaba de un lado para el otro, como en un cuadrilátero, con los puños cerrados, todo orgulloso, y en actitud de querer arrancar las demás muelas del hombre que hasta ese momento estaba perdiendo. Lo que efectivamente sucedía, pues le pegó enseguida una en la mejilla y otra en la frente; y por quedarse sobando, el de Ábrego descuidó las demás partes de su cuerpo para recibir de inmediato una patada en las canillas.-"¡Pídeme perdón, pídeme perdón!", le exigía el de Aguachica. "¡Pídeme perdón!" volvía a insistirle.

-"¡Pídeme perdón y no te pego más!", le insinuaba el vencedor-"¡Qué perdón ni qué hijueputa!", le contestó el de Ábrego, y va sacando una cuchilla que tenía en la pretina y le manda semejante "viajao", que el pobre de Aguachica, al desquitarse, enseguida empezó a correr como un loco para meterse en una casa donde estaban ensayando unos músicos; quienes, al sentir el griterío y notar la persecución, ayudaron a cerrar con una tranca la puerta. -"¡Salí hijueputa, salí!", le decía el de Ábrego; y el costeño le respondía -"¡Bótala, bótala!", situación a la que algunos músicos le recomendaban, "¡Salili pingo, salili!", lo que fue entendido por el abreguense como una forma de solidaridad con el recién venido. Eso fue ayer en la tarde; y hoy, cuando yo pasé por la mañana, todavía el campesino de Ábrego estaba esperando con la cuchilla en la mano a que saliera, no solamente el de Aguachica sino también algún músico, a quienes les tocó quedarse adentro al darse cuenta que el hombre de la furia podría acabar con cualquiera!", así terminó el cuento el inolvidable amigo, mientras esperaba en los contertulios la tradicional carcajada, lo que justamente sucedió.

Aparentemente, con la anterior historia, "Caparrosa" quiso construir un chiste; sin embargo, ella es el reflejo de una conducta que se da, no sólo en Ábrego, igualmente en muchos pueblos de Colombia: la venganza. No es de extrañar, pues, y como forma de ejemplo, que si en Convención, durante la hegemonía liberal, 1930 - 1946, un apellido notable hizo de las suyas, ello se debió al desquite de aquellos hechos realizados durante el largo periodo del partido conservador (1880-1930); el cual también hizo lo mismo por medio de otro apellido después del cuarenta y seis, al regresar al poder. En Ocaña, dicha situación se podía apreciar en las contiendas que surgían en barrios antagónicamente políticos. En El Carmen, por ser netamente liberal, se diría que no existía la violencia; sin embargo, ella con frecuencia se observaba en sus veredas. Alejándonos de la provincia ocañera y entrando a la de Pamplona, el amigo Rodrigo Mantilla, q.e.p.d. nos refirió que en Pamplonita, lugar de su residencia, en una ocasión se levantaron los conservadores y en "¡Abajos!" al partido liberal exigían la salida suya, por pertenecer a éste. Cuenta, así mismo, que cuando ya iba a marcharse en el camión que lo transportaría a Cúcuta con todas sus pertenencias, desde lo alto de la carrocería arengó a los insultantes, al estilo de Demóstenes, en la plaza ateniense:

-"¡Pueblo Pamplonitense!", les gritó con toda la fuerza de sus pulmones, "¡el único liberal que hay acá soy yo, y si me voy, ¿Entonces Ustedes a quién le van a ganar?!. Pensándolo bien, los lugareños le permitieron seguir viviendo en la región.

En Ábrego, asombrosamente se dio no sólo la venganza de carácter política; también la familiar, similar a la que en el departamento de la Guajira desarrollaron los Cárdenas y los Valdeblánquez, hasta el extremo de un exterminio que si no llegó al final fue por la intervención de los preceptos cristianos. No vale la pena adentrarnos en la contienda abreguense, por considerar que, ya transcurrida, las conclusiones convergen en el respeto e importancia de las personas inmersas en el conflicto, dignas de toda forma de consideración. Ello se dio desde 1970 hacia 1990. De 1990 hasta nuestros días, la situación es otra y similar a la que se desarrolla en todos los puntos de la patria con aliento de emboscadas, de masacres, de persecuciones y trashumancias que exigen, igual a la violencia interfamiliar, la presencia de los ideales del perdón para que la población penetre por los caminos de la paz y del progreso.

El abuelito, Ángel Ricardo Barriga, vivió la intimidación política para la época en que se vino desde Aspasica a Ábrego. Fue la de 1900. La Guerra de los Mil Días le cubrió en todo su esplendor. Y tuvo que soportarla a lo vivo con la participación de sus hijos mayores, Honorato, Ricaurte y Verardo, del primer matrimonio; y Eugenio, Sixto y José del Carmen, del segundo. Hay dos razones. Una, el hecho de ser Verardo el pretendiente de Olimpia Bayona, hija del famoso coronel Pablo Bayona, abreguense, muerto en dicha guerra el 8 de junio de 1900, como lo expresa José de la Cruz Vergel Jaimes en su monografía, "Ábrego Gesta y Leyenda", en las páginas 23 y 24, a pesar de ser, "Aguerrido militar y estratega destacado por su valentía y arrojo a la hora del combate, lo que lo estigmatizó como uno de los hombres más temidos por parte de las facciones liberales". Recordemos que para la época del 8 de junio, ya habían pasado trece días de la "Batalla de Palonegro", y es la que corresponde al paso de los Generales liberales por la región de Ocaña, específicamente por la de Ábrego.

La segunda razón sobre la participación directa del abuelito se fundamenta en la capacidad de liderazgo que poseía y demostraba; y es lo que, con modestia, debe llenar de satisfacciones a las presentes y futuras generaciones que conservarán su apellido.

Al recordar la cartilla "Alegría de Leer" del maestro Evangelista Quintana, dentro de la cual conocimos muchas cosas y entre ellas, la más importante, aprender a leer; al recordarla, visualizamos sobre una de sus páginas los dibujos y comentarios de las cuatro personalidades que por su liderazgo se hacen notorias en toda sociedad: el Maestro, el Cura, el Alcalde y el Juez. Pues bien, de todas ellas, el abuelito en la población de Ábrego, según lo contienen varios libros y algunos documentos, desempeñó dos; una en plena guerra de los Mil Días; y la otra, cuando, transcurriendo algunos años, dicha contienda había pasado. Conozcamos algo en torno a esto.

La verdad del presente ensayo se fundamenta en que empezó con escasa información. Simplemente se conocía el nombre de los abuelos, de algunos tíos, primos, esposas o esposos, en sentido ascendente hacia los familiares del ayer. No se sabía, por ejemplo, que existía un Ricaurte, un José del Carmen y otros hermanos. En la memoria sólo se aprendieron los calificativos más pronunciados, los de Honorato, de Sixto, de Gilberto y de María, de muchos de sus descendientes con quienes existía un trato algo frecuente y cariñoso por ser los más allegados; descuidando por razones netamente comunicativas, nombres tan importantes que como el del tío Eugenio, quien vivió y murió por los lados de Valledupar precisamente en una época en que pudimos ir a visitarlo. Existe una razón, y es muy justa. Está dada en que, si no se tenía la intención de averiguar por los ancestros para confeccionar un escrito como el presente, entonces, ¿Para qué investigar?. Existiendo actualmente el propósito, la cuestión es más provechosa. Y el estudio viene, no sólo con el deseo de conocer hechos importantes del pasado, también se presenta con el advenimiento de cosas, leyendas, historias, personajes de la investigación que ligados al apellido, puedan despertar alegrías en el alma.

Del abuelito, Ángel Ricardo Barriga, poco se sabía. Prácticamente nada. Quizás la memoria de la tía María se favorecía con mejores y más amplios recuerdos ya que lo disfrutó en vida por más tiempo. La de mi padre Gilberto era más deshabitada, y tenía, por consiguiente, imágenes extremadamente tenues. Muy razonable, pues al morir el abuelo, él no llegaba sino a la humildad de ocho añitos. El "abuelo" murió joven, en el año de 1907 (hizo 100 años en el 2007), como más tarde se comprobará.

Por supuesto, para identificar muchas cosas de nuestros ancestros, nos tocó visitar regiones evidenciables, entre ellas, la más importante: Ábrego; y la más sensible, Aspasica, por aquello de querer colocar en el cariño las emociones de una tierra en donde el sol calienta más ligero, y en donde las noches, al cubrirse de neblinas, se desplazan con olores de tierra quemada, la misma de una época en que nacieron todos ellos. En ambas poblaciones, Ábrego y Aspasica originalmente; y Ocaña, Convención, etc. después, nos tocó recurrir a informaciones escritas; así mismo a personas de edad avanzada que recordaran historias sobre nuestros viejos, situaciones que muchas veces nos llevaron a la adquisición de alegrías, de tristezas, de risas y hasta, como contrariedades, de escasas decepciones. Alegrías, como la de encontrar el libro de José de la Cruz Vergel Jaimes, "Ábrego Gesta y Leyenda", recién editado, del cual, mediante autorización suya se extrajeron valiosos recuerdos; alegrías, como la de conocer en Ábrego la ubicación de la casa de Honorato Barriga, la misma en donde vivió y murió su padre, nuestro abuelo Ángel Ricardo; alegrías, como la de recibir la atención y colaboración de Monseñor Manuel García, ejemplo de bondad sobre quien recae nuestra gratitud por la manera de cumplir y enseñar los preceptos de la iglesia católica que él dirige y modela hasta con su misma mansedumbre; tristezas, por hallar en letra viva las "Actas de Defunción" del abuelo y de la abuela, acrecentadas en el hecho de no encontrar tan siquiera una vocal de sus nombres en el cementerio del pueblo, y con razón, por haber sido enterrados hace muchos años, a principios del siglo XX; risas, como la de los datos hallados en la población de González, departamento del Cesar, sobre Felipe Barriga, hijo putativo de Eugenio, de quien, en medio de cuotas graciosas también comentadas, se dice que nació para "hacer reír a la gente, así le pagaran con el mejor Whisky del mundo: el "tapetusa" que él mismo fabricaba; y decepción, como la de Ocaña, en donde la investigación quedó trunca debido a que algunos libros parroquiales con datos anteriores al año 1900, no fueron facilitados por "Su Excelencia", el Obispo.

Convergiendo, pues, en las actitudes de dirigente que poseyó nuestro primer abuelo, dos de las cuales están ejemplarizadas como liderazgo social en la cartilla "Alegría de Leer", existen escritos que las evidencian. Un primer documento, la monografía del escritor citado, en cuya página 131 se logra leer el nombre "Ángel Barriga", repetido en tres oportunidades dentro de un listado que contiene a los alcaldes que oficiaron desde 1901, cuando Ábrego era denominado "La Cruz". Varias indicaciones se dan, una para el seis de enero de 1902, otra, para el mismo año pero sin expresar el día y el mes; y la última para 1907. Pero, ¿Será "Ángel Barriga", como así está escrito en los textos, el mismo Ángel Ricardo Barriga que conocemos a través del recuerdo de nuestros padres?. Indudablemente, es él. Y se comprueba por una recomendación que recibí de Don José María Peláez Salcedo, cuyo nombre también aparece en el listado de alcaldes de Ábrego, expuesto en la obra, en el que se le señala como mandatario municipal en 1930. Don José María fue el mejor amigo de mi papá Gilberto(1), así como lo es para mí, su hijo, el Dr. Juan de Dios Peláez Herrera, con quien departimos momentos de literatura, academia y música en una bohemia envidiada hasta por los dioses de la antigua Grecia. Peláez Salcedo nació en Ábrego, septiembre 14 de 1901, cuando mi padre ya tenía dos añitos cumplidos. Su niñez fue la misma, crecida bajo los encantos de un "Bello Valle"; unos mismos fueron sus maestros, sus juegos, sus amigos, sus paisajes, la belleza de sus novias y hasta el futuro en el que los encuentros se dieron innumerables. Crecer en un ambiente de purezas fue el mejor estímulo para la confección de los recuerdos y la eternidad de sus afectos. Se pudiera decir que mi padre adoraba, admiraba y respetaba a su amigo de infancia; provocando, por consiguiente, reciprocidad de su parte. Y la vida los unió en una amistad que fue inseparable en los pueblos donde se criaron y por su trabajo, permanecieron. Primero mi padre vivió, después de sus diez y ocho años de Ábrego, en Cáchira. Acá trabajaba la carpintería cuando Don José María llegó con su esposa, Doña Tulia Herrera, para desempeñarse en su profesión de maestro y recibir el nacimiento de dos de sus siguientes hijos, Rafael y Constantino. Años más tarde fue trasladado a Convención, donde nació Juan de Dios y lugar en donde, desde hacía cuatro años vivía, en la formación de su prole, mi papá Gilberto(1). Ya anteriormente habían nacido Ofelia y Graciela, en Aspasica, lo que en Ocaña sucediera a José María, "Josito", y en Pamplona después a Teresita, su última hija. Con excepción de esta región, todas las demás están íntimamente ligadas al encuentro y continuación de la amistad de los dos viejos. Tanta unión, tanto conocimiento me hace concluir lo que insinuaba don José María, respecto al abuelo Ángel Ricardo, dicho con la seguridad de haber evidenciado las cosas y los hechos:

"¡Ustedes, los Barriga, debieran interesarse por saber la vida de sus abuelos. Háganlo y descubrirán hechos sorprendentes!". Y esto se lo dijo a Rosa María Barriga, mi hermana, hace muchos años; como también me lo aconsejó directamente, al encontrarme entre las delicias del sesenta, las de la inolvidable juventud. De acuerdo con el consejo de don José María Peláez, consigo concluir sobre la veracidad de la alcaldía desempeñada en Ábrego por el abuelo. El "Ángel Barriga" que aparece en el libro de José de la Cruz Vergel, es el mismo Ángel Ricardo Barriga, cuestión que, por otro lado, puede ser demostrada al notar, en el libro de "Actas de Posesión" de la Alcaldía, que el abuelito, en la firma estampada de su correspondiente reseña, después de su nombre, consigna también una R; y es la que corresponde a Ricardo. Obsérvese tal evidencia en las fotografías correspondientes.

¡Uf, qué sorpresa, nuestro abuelito de Alcalde!. Es una complacencia, no por el hecho de haberse desempeñado en un puesto de importancia. Ella debe sentirse al identificar que una parte de su vida la ofreció al servicio social, como suele ser el de los hombres de bien. Alcalde; y en una época en que robar significaba "Pena de Muerte". Lo cual quería decir que las administraciones eran sinónimo de pulcritud, de honorabilidad y de entrega desinteresada. ¿Cómo podrían cometer peculados si para esa época se desarrollaba la Guerra de los Mil Días, y el dinero se requería para las estrategias de lucha y no para taponar los rotos de los bolsillos?. Recordemos que tanto el General Santander como el Libertador Simón Bolívar promulgaron en sus Constituciones la Pena de Muerte a quienes usufructuaban indebidamente los fondos del Estado. También recordemos que dicha "Pena" quedó contemplada en la Constitución de 1886 y suprimida en 1914, mediante una enmienda que escondía, y no es difícil comprobarlo, los intereses de la corrupción futura.

DEL LIBRO "ACTAS DE POSESIÓN", ALCALDÍA DE ÁBREGO. Años 1901-1902.

No sobra aclarar que, debido a las situaciones de guerra, la denominación "Alcalde" fue reemplazada por la de "Jefe Civil y Militar". Esta incluye responsabilidades más amplias.

ACTA DE POSESIÓN

"En el municipio de La Cruz a 26 de dic. de 1901, presente en esta oficina el Sr. Ángel Barriga con el objeto de tomar posesión del destino de Jefe Civil y Militar suplente en interinidad el señor Jefe Civil y Militar por ante mí el Secretario, le recibió el juramento legal de cumplir fiel y honradamente con el deber de su empleo, a lo que contestó: que jura por Dios y la Patria cumplir fiel y honradamente con el deber de su cargo. Se le replicó si así lo hiciere Dios y la Patria lo premien y de no Él o Ella se lo demande. En constancia se firma esta diligencia. Emiro Arévalo Ángel R Barriga Celso Torrado" (Sic)

En el libro aparecen otras actas y corresponden a nombramientos que el abuelo hace de Álvaro Vergel, como Comandante del Resguardo de Licores; y de Martín Quintero, como su Secretario.

OTRA ACTA, YA EN EL AÑO 1902; MES DE MAYO.

"En el municipio de La Cruz a ocho de mayo de 1902, presente en esta oficina, el Sr, Ángel Barriga, con el objeto de tomar posesión del destino de Jefe Civil y Militar, en interinidad, según el telegrama que se acompaña, el señor jefe saliente, le recibió la promesa de cumplir fiel y honradamente con el deber de su empleo. A lo que contestó: Que jura por Dios y la patria cumplir fiel y honradamente con el deber de su encargo.

En constancia firma la presente diligencia, después del señor Jefe Civil y Militar saliente, por ante mí el Secretario. Emilio Arévalo Ángel R. Barriga.". (Sic)

Obsérvese la fotografía adjunta: En la firma, el abuelo coloca una R después de la palabra Ángel, lo cual significa que es la de Ricardo.

La siguiente acta no indica el día, pero sí el mes de Marzo. En ella se nota el cambio de Ángel Barriga por Pedro Torrado. Demoró poco en el cargo. Esto, tal vez, por táctica de guerra. Y es una cuestión que lleva a sorpresas; pues, a medida de ejemplo: ¿Sabe Usted cuántos alcaldes se posesionaron en Ábrego, en el año 1901, en el 1902 y en el año 1914?: Cinco en el primero; Cuatro en el segundo; y en el último, como para sonreír: Diez alcaldes, o "Jefes Civiles y Militares" como así se les denominaba.

Relacionada con el abuelito, esta es otra acta de 1902; mes de diciembre:

"En el municipio de La Cruz, a primero de diciembre de 1902. Presente en esta oficina el señor Ángel Barriga con el objeto de tomar posesión de Jefe Civil y Militar de este municipio, a virtud del telegrama de fecha de ayer por lo cual prometió cumplir fiel y honradamente con los deberes de su encargo. Jurando al efecto tal promesa y firma después del señor Jefe Civil y Militar por ante mí el secretario

Ángel R Barriga
Martín Quintero" (Sic)

Se nota también en la firma, la R de Ricardo.

Aparecen además, en el libro, actas para nombrar funcionarios del despacho, entre ellas, al jefe de policía.

Sirva la ocasión para expresar que en el comienzo del gobierno municipal del abuelo, con fecha precisada en la anterior acta de posesión, le correspondió atender los momentos de agonía, muerte e inhumación del Obispo de Santa Marta, don Rafael Celedón, el mismo que en Aspasica presenciara su matrimonio con doña Telésfora Pérez León, en el año 1895. El Obispo murió de neumonía en Ábrego, el 10 de diciembre de 1902; y sus manos se conservan en el mesón del altar, debajo de una tapa en la que se dibujó su escudo de armas. Importante obra evangélica desarrolló el prelado. En su nombre se levanta en la ciudad de Santa Marta un colegio, el "Celedón", famoso por haber estudiado allí grandes personalidades, entre ellas, el maestro de la música nacional, don Rafael Escalona; así mismo, institución para nuestro recuerdo, pues allí se desempeñó como "Rector", don José María Peláez, citado anteriormente, eterno amigo de los Barriga.

Anteriormente había enunciado con el numeral Uno, el análisis sobre el desempeño que hiciera nuestro abuelo como alcalde de la población escogida, Ábrego, después del asesinato de su hijo, Campo Elías, en Aspasica; y esto para tratar de comprobar sus dos ocupaciones dentro de las cuatro señaladas por Evangelista Quintana en su inolvidable cartilla "Alegría de Leer": Maestro, Alcalde, Cura y Juez. Pues bien; y ésta, expuesta como la número dos, es una consideración que debe cubrir de complacencias a quienes estamos ligados por su sangre y su apellido. Representa el grado de preparación y de conocimientos adquiridos, desempeñados por él; valor que se prendió al gusto y estudio de conceptos jurídicos de varios de sus descendientes, al ocuparse como políticos, como jueces, como alcaldes o como funcionarios públicos. El abuelito fue "Juez de la República" en la ciudad de Ábrego. Lo comprueba un Acta de Posesión firmada por él en el año de 1907; el mismo año de su muerte. Veámosla y analicémosla:

"En el municipio de La Cruz a los treinta días de abril de 1907 presente en el juzgado Eduardo Quintero con el objeto de tomar posesión como Secretario de este juzgado en propiedad para el periodo legal en curso. El señor Juez le impuso de los artículos sobre la materia le recibe el juramento en la forma legal bajo tal solemnidad prometió cumplir bien y honradamente en los deberes de su cargo en constancia firma después del Señor juez
Ángel R Barriga
Eduardo Quintero." (Sic)

Obsérvese que el posesionado, como Secretario, es el señor Eduardo Quintero, quien firma "después del Señor Juez", como lo señala el texto; dando a entender, por consiguiente, que el Juez es el abuelo. Ver fotografía.

Tenía razón la señora Belén Carpio, esposa de Ramón Solano Barriga, al expresar que el viejo Ángel Ricardo se había desempeñado como "Litigante", ejercicio del derecho al que hay que llegar con conocimientos amplios, los adquiridos en las universidades o los acumulados en la experiencia jurídica de la vida. Dicho recuerdo fue asimilado por doña Belén mediante las aseveraciones de su marido, ya fallecido, quien a su vez lo recibiera de su madre, María Barriga Pérez, en los momentos en que añoraba y pronunciaba los nombres más amables de su vida y su memoria. "Mi papá era abogado", decía la tía.

No se sabe con certeza si nuestro abuelo estudió y egresó en alguna universidad. Eso daría para una investigación, fácil por cierto, en las instituciones que sobre derecho existían en varias ciudades del país, especialmente en Bogotá. El análisis de su firma, hecho por expertos de la Universidad de Pamplona, nos lleva a la conclusión que, por contener rasgos estéticos propios de una cultura avanzada, su grado de conocimientos era amplio, con seguridad universitario. Lo que no sucede en la firma de varios de sus hijos, entre ellos la de mi padre Gilberto, cuya expresión está relacionada con los años de educación primaria adquirida. Y eso se acepta, no sólo por las condiciones económicas y de costumbre de la época; también por las dificultades de la guerra en que le tocó vivir durante sus primeros años, cuestión que subsanó con la cultura autodidacta adquirida en sus etapas de juventud y de vejez. Era un lector consumado.

El abuelo, Ángel Ricardo, posiblemente murió desempeñándose como juez en una época en que todavía estaba rigiendo el partido Conservador, año 1907, durante el gobierno de Rafael Reyes Prieto, elegido en 1904 pero derrotado en 1909 por una coalición de conservadores y liberales y en un mandato que como dictador pudo demorar hasta 1914, pues había extendido su periodo gubernamental a la "hermosura" de diez años.

ACTA DE DEFUNCIÓN DEL PRIMER ABUELO; ESCRITA EN ÁBREGO

"En la Iglesia de la Cruz, a diez de octubre de 1907 di sepultura eclesiástica al cadáver del adulto Ángel Barriga, casado con Telésfora Pérez. Recibió los Santos Sacramentos y se le hizo entierro de segunda clase, lo que certifico.
Alberto Jaimes". (Sic)

Al leer el Acta de Defunción, en verdad, parece que llegara la tristeza de ese momento de 1907 y nos sumergiera "imaginariamente" en un lugar en el que se hallan su primera y segunda esposa, con sus hijos, Honorato, María, Gilberto, Sixto, José del Carmen, Eugenio, Ricaurte, Verardo y Campo Elías. Cosas de la fantasía que estimulan visiones del cariño en un sepelio de segunda clase, camino a un cementerio en donde al cabo de 100 años (en el 2007), no existirá tan siquiera un nombre sobre una tumba que dé constancia de su paso por la existencia (como decepcionadamente comprobé en el 2005 al estar averiguando datos para el presente estudio). Todos ellos, los abuelos e hijos, ya murieron. Pero quedaron sus nietos, sus bisnietos, sus tataranietos, sus choznos y sus recuerdos, ahora sí, investigados en esta etapa de la vida, el primer peldaño de la vejez y en medio de inmensas gratitudes, porque todos sus descendientes nos encontramos luchando por la supervivencia... en forma tal que no se pueda contradecir al tamaño de sus dignidades.