PLENILUNIO:
"MÁS ABAJO DEL CIELO" Por: Arsoba | |||
Ligados por la sangre, bebemos de la misma fuente los recuerdos para derrotar el olvido y vencer a la muerte; padezco tus delirios y soporto la rebelión de tus ideas para vivir como un anacoreta de la libertad "Mas Abajo del Cielo"; sonreír y llorar sobre la santa realidad de unos desconocidos que amaron y engendraron a otros, quienes a su vez cumplieron el mandato de la naturaleza y nos dieron la vida para que gozáramos y sufriéramos como ellos, la simplicidad de la existencia. Ayer miraba la mañana húmeda, acariciada por gotas de agua, pequeñas pero constantes que rociaban las matas, sus flores y el pasto de las casas hasta llegar al río Jagua, llamado así por los indígenas y que los doctrineros bautizaron como "San Jorge". En su cielo había nubarrones que corrían como si buscaran nuestras esperanzas, pero en la medida que venían, los abrazó el viento y con su furia salpicaron la carátula de un libro que no podía leer porque me daba tristeza; y yo no quería estar triste porque el pasado me embriaga más que el vino y me hace llorar lágrimas de viejo. Al ver el libro profanado, lo tomé en mis manos como si fuera mi Biblia; lo abrí, y en el día y en las noches lo he recitado cual oración que mi madre me enseñara. Alimentado con los componentes de tal obra, sentí una muy humana envidia; más, cuando el prologuista Raúl Sánchez Acosta te había llamado "Demiurgo"; el que, según los platónicos, era el artesano que podía crear materia nueva e ideas puras. Exploré, entonces, en mi memoria, los diálogos de aquel filósofo Filebo Timeo Felón, y le di la razón porque tú habías levantado del Seol a nuestros muertos que deambulaban en las páginas como ángeles redimidos, buscando a sus descendientes que ha tiempos no sabían de ellos ni de sus tumbas. Sin embargo dudé en cuanto a que el supremo artesano nos hubiera dado la potestad de crear, cuando Él, siendo materia viviente antes del bíg bang, se expandió por el infinito universo, cualificándose según las necesidades y siendo Uno en espíritu y materia, facilitándole al animal-hombre, emanación de él mismo en la capacidad de hacer, copiar, destruir, modificar, dañar con plena libertad pero sometido al bien y al que tendrá que regresar cuando sus moléculas se hayan purificado del mal. Demiurgo o simple mortal, tu libro es una copa de sentimientos que derramada en la historia de los sueños, sus últimas gotas las podemos beber como vino que redime a las almas que danzan "Más Abajo del Cielo" con la música de los inmortales. El historiador y humanista Jesús Checa España, en su ensayo "Amerindia Pasado y Futuro de una Raza", nos brinda conceptos que me permiten caracterizar tus escritos en un marco de espacio, tiempo, ideologías y costumbres, marco en el cual estuvieron metidos nuestros antepasados y ha pretendido romper la nueva generación, más pragmática y menos sentimental que la nuestra. Él escribe: "Los pueblos se definen desde el punto de vista de la genealogía, la religión, la lengua, la historia, la raza, los valores, las costumbres y las instituciones. Los pueblos se identifican con grupos culturales, tribus, conjuntos étnicos, comunidades religiosas y luego como naciones y en su nivel más alto como civilizaciones". Y tú, como miembro de una familia cuyo pasado se esconde en montañas, ríos, valles y llanos amojonados en municipios que se llaman Ocaña, Ábrego, Cáchira, La Playa, Aspasica, Convención, y cuyos descendientes se han desplazado por el País, con la curiosidad del literato dominado por el amor filial y la virtud del pensador, escrutaste los archivos eclesiásticos, notariales, entrevistas personales y nos diste un compendio genealógico que no pretende recuperar blasones sino el de entregarnos unos nombres y apellidos que son sangre de nuestros cuerpos y esencia divina de nuestras almas y como el universo, eternas. Apropiándote de un lenguaje sencillo, con sabor parroquial pero firme con el calor de un pensador dueño de sus intenciones e ideas, nos paseaste por el ambiente que los dominó de pequeños propietarios, artesanos, comerciantes y burócratas que fueron, conservadores muchos, liberales pocos, y para confirmar las contradicciones de nuestra intolerante Colombia, uno que otro socialista que espera en la puerta de su casa el comienzo de una revolución integral de la Sociedad. Cada quién practicó y luchó por sus ideales pero conservando sus valores morales y religiosos que permitieron la conservación de una familia solidaria y honesta, sometida siempre a las condiciones políticas, sociales y económicas de una Sociedad en conflicto. Tu narración literaria, sencilla, fluida, reverente ante la gramática castellana, secuestra mi corazón y mi pensamiento; me lleva hasta la ruta de La Playa a Aspasica que tú describes muy bien al lado de mi inolvidable compañero de juegos, tertulias y noches de bohemia, tu hermano Aliro, autodidacta, radio telegrafista, pensionado y soñador romántico, quien oyendo conmigo la "Gaviota Perdida" y los poemas de los "Poetas Malditos", besábamos el frío y opaco amanecer bogotano. Describes con realismo único la carretera, el paisaje, y mezclas el ingenio de tu hermano con la ingenuidad del chofer. Así llegaron a Aspasica, una mejorada población que yo recorrí muchas veces a sabiendas de que mis padres biológicos se habían amado, bañados por las cristalinas aguas de una quebrada que silenciosa como su amor se entregaba al río Borras; a partir de aquel instante, estructuraste mediante la observación y la investigación una obra razonada en donde las ideas, los hechos y afectos se entrelazaron para constituir un paisaje literario de historia, añoranzas, reflexiones, bajo el tañer de las campanas del pasado de una familia, la nuestra. Así la obra se desborda como una cascada de curiosas frases que mágicamente atraen al lector y le muestran el accionar de unos seres en la colectividad en donde vivieron, comunes, sencillos, laboriosos, que cumplieron sus deberes y que son parte de nuestra particular historia, porque no los olvidamos, los queremos; y tú nos la entregaste como ellos eran, en un medio sobrio de regiones tranquilas, que solo se alteraban con la peste y la guerra, inspirando figuras literarias con devoción, respeto, amor y sin faltar a la verdad. Concluida la lectura de tu libro, me siento orgulloso. Pretendo encontrar en algunos aspectos de la obra literaria, los rasgos de un discípulo de Nicolai Gogol, Antón Pavlovich Chejov o José Manuel Marroquín; o la de un futuro historiador, alumno de Jaime Uribe Jaramillo. Tú puedes hacerlo, tu capacidad es el motor de esas disciplinas, sin temor, con pasión por las ideas del siglo XX1, sin importar para quién escribes, dispuesto como el gran panfletario José Maria Vargas Vila a flagelar con tu prosa a los mediocres y a los sepultureros de la democracia colombiana. Y de la novela que me comentaste, la enviaste a concursar a Cuba y no mereció comentario alguno. ¡Nada importa! O no la leyeron porque no llegó a tiempo; o habiéndola leído no la tuvieron en cuenta; pero no olvides que la obra, "Las venas abiertas de la América Latina", del escritor uruguayo Eduardo Galéano, que fuera publicada con mucho éxito en 1971, dicen sus biógrafos que no fue apreciada debidamente en la Casa de las Américas. Entiende, entonces, que el mejor Juez de un escritor son sus lectores:
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