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peregrino que desea hacer una visita a Su Reina y Señora, no puede dejar
de encaminar sus pasos, en actitud de penitente hacia Ocaña, el privilegiado
pueblo colombiano que es celestialmente gobernado por Nuestra Señora de
las Gracias de Ocaña. El P. Jerónimo de la Cruz, estudioso mariólogo,
inicia una serie de relatos de lugares de peregrinación en el mundo entero. Primeras
noticias históricas Corrían
los primeros años del siglo XVIII. El viajero que recorriera las montañas
de Torcoroma escucharía una noticia jubilosa: en el corazón de un
árbol ¡Había aparecido una preciosa imagen de la Virgen bendita!
Dos afortunados campesinos lugareños habían sido los privilegiados
descubridores. La
novedad se extendió con el entusiasmo de un pueblo que cree con sinceridad
de corazón y con una fe pura y rendida en el amor de Dios. Pero la Santa
Iglesia, como en todos estos casos, actuó con prudencia y desconfianza.
Llegado el relato de los sucesos a la colonial ciudad de Ocaña, la Sagrada
Jerarquía designó a un varón de mucha ciencia y piedad, P.
Diego Jácome Morineli, por ese entonces Cura y Vicario de la ciudad, quien
tras examinar con atención las circunstancias, y las cualidades, procedió
a autorizar la veneración. Era 1711. |
En
1788 se escribe un folleto intitulado "Reseña histórica de
la aparición de Nuestra Señora de la Concepción en el monte
de Torcoroma en Ocaña", donde se recoge la documentación del
prodigio y la relación de milagros y favores concedidos. Pero no es sino
hasta 1805 que se publica el estudio más serio con que cuentan los historiadores. El
milagro La
montaña de Torcoma era por entonces una zona agraria y de gente sencilla.
En las laderas de la majestuosa obra natural, la familia de los Melo Rodríguez
tenían su parcela. Don Cristóbal y doña Pascuala gozaban
de la compañía de sus dos hijos, José y Felipe. Según
atestiguan sus contemporáneos, los Melo Rodríguez eran personas
de reputadas buenas costumbres y de vida impregnada de fe cristiana. Una
mañana don Cristóbal envió a sus hijos a talar un árbol
que tuviese buena madera para tallar la caja o "canoa" con que fabricaba
sus dulces. Los
jóvenes se internaron en la montaña y a medida que aumentaba la
espesura, seleccionaban las posibles talas, hasta que encontraron uno que era
un portento: pese a que era verano, exhibía unas fragantes flores encarnadas.
Era tal su perfume y porte que desde lejos se podía percibir su presencia. Entusiasmados
con el feliz hallazgo, procedieron a talar el árbol. Dada la complicada
ubicación del mismo, al cortar su base se produjo un derrumbamiento y la
parte principal cayó por un barranco. Atardecía y los muchachos
resolvieron regresar a casa y comentar el suceso a su padre. Posteriormente continuaron
buscando un árbol apropiado para el fin que requerían satisfacer,
pero no dando con ninguno que les sirviese apropiadamente, determinaron utilizar
el ya talado y se dirigieron al lugar donde había quedado caído. Comenzaron
a tallar allí mismo la "canoa" y a poco de dar los primeros hachazos,
quedó a luz "una imagen de María Santísima mi Señora
a modo de Concepción, de medio relieve, juntas y puestas las manos sobre
el pecho, con acción del rostro como dirigido al cielo, con su corona imperial,
parada sobre su media luna, todo del color del mismo palo, la cual vista y reparada
por el buen Cristóbal Melo, metiendo las manos al hijo que a la sazón
era el que cortaba con la hacha, le detuvo el golpe, y postrados padre e hijos,
adoraron aquella rica Joya, de la que se dice despedía de sí no
sólo una gran luz, sino el aromático olor de todo el árbol
como cuando lo cortaron..." Así fue según las palabras consignadas
en el citado documento del P. Gómez Farelo. La
noticia se esparció por toda la región y los primeros milagros comenzaron
a suceder. Y el Sr. Vicario autorizó la veneración privada. Hacia
1716 el Ilmo. Monseñor Don Fray Antonio de Monroy Meneses llegó
hasta Ocaña e investigó por sí mismo los prodigiosos sucesos
que se relataban, tras lo cual nombró a Pascuala Rodríguez - madre
de los muchachos y esposa de Melo - como Camarera de alhajas y su ropa de altar.
Y dio permiso para que allí mismo se levantase una capilla en Su honra.
Posteriormente dio orden para que la bendita imagen fuese trasladada a la iglesia
principal "con toda la honra y pompa del caso". Al
tiempo que esto ocurría, en la montaña de Torcoroma surgía
lo que podría llamarse un "pequeño Lourdes": un manantial
de aguas límpidas se volvía un bálsamo milagroso para curar
toda dolencia de cuerpo o de alma. Su
primera iglesia Hasta
fines del mismo siglo, Nuestra Señora de Torcoroma carecía de iglesia
propia, ya que se le veneraba en uno de los altares de la iglesia principal. Pero
un emocionante prodigio vino a subsanar tal carencia. En
la Semana Santa de 1782, visitaba Ocaña el Señor Obispo de Santa
Marta, Fray Juan de Espinar y Orozco. El licenciado Don Bartolomé Silvio
de Aguilar y Quiroz tuvo la honra de hospedarlo. Teniendo la feliz ocurrencia
de esta visita pastoral, el Señor Obispo procedió a consagrar el
santo óleo, de manera que fueron depositados doce frascos conteniendo el
precioso elemento. El
Alférez José Nicolás De la Rosa, autor de "La floresta
de Santa Marta", nos cuenta que en ese momento "rompióse accidentalmente
el cajón, y por consiguiente los frascos, vertiéndose en el suelo
los Santos Oleos, y el respeto de no pisar aquel suelo, fue motivo de no volver
su dueño a vivir en la casa; y con este desamparo se fue cayendo poco a
poco, hasta el estado en que está hoy". Por este motivo fue precisamente
sobre la casa del Licenciado Bartolomé Silva de Aguilar donde se construyó
la iglesia de la Torcoroma, en 1800. Y
fue en el preciso lugar de la montañesa Torcoroma donde surgió un
manantial de aguas límpidas y propiedades milagrosas. Quienquiera se acerque
en busca de la curación de su cuerpo y su alma, será retribuido
con largueza. A causa de esto, este manantial de Nuestra Señora fue conocido
como el Lourdes colombiano. Enterado
de los milagros y prodigios obrados por intercesión de Nuestra Señora
en este dichoso y desconocido punto de Colombia, Su Santidad San Pío X
concedió, con fecha 27 de Junio de 1906, misa propia a la Santísima
Virgen bajo la advocación de nuestra Señora de las Gracias de Torcoroma. La
Ocaña que recibe hoy al peregrino El
paisaje humano y arquitectónico que hoy aprecia el penitente es muy distinto
del que presenciaba los celestiales acontecimientos. Pero la devoción y
entusiasmo que la Virgen Morena produce en los ocareños lejos
de disminuir aumenta cada día. Con la declaración de S.S. Pablo
VI, nombrándola oficialmente Patrona Principal de Ocaña,
hoy en día, casi no hay diócesis que no cuente con al menos una
capilla en honor a la Torcoroma. Si
el penitente acude el 16 de agosto, día de su fiesta, verá las multitudinarias
peregrinaciones provenientes de Barranquilla, Bucaramanga, Barrancabermeja, Cúcuta
y Santafé de Bogotá. Y es en esta lejana provincia donde las damas
y caballeros bogoteños unieron generosos tributos marianos para construir
el hermoso templo que hoy se levanta en la parroquia de Nuestra Señora
de la Gracias de Torcoroma, gracias al notable esfuerzo y entusiasmo del Padre
Álvaro Santos. Valgan
como palabras finales la copla del renombrado dominico Fray Campo Elías
Claro O.P. autor del libro de poemas "SAUDADES" Torcoroma
linda, Torcoroma bella, Virgen de mi Ocaña, Virgen montañera,
bajaste del cielo de la dicha eterna, mostrando el rostro de luz y belleza
entre los perfumes de las rosaledas y el aura purísima de las primaveras:
Te quiero, te quiero con alma muy tierna; con amor inmenso, te busco
en la pena, te evoco en mis sueños de mustio poeta; te canto
y te imploro, Palomita bella, Virgen vegetal, más dulce que
estrella que esclarece suave las más negras penas! Torcoroma
linda, Torcoroma bella, Virgen de mi Ocaña, Virgen montañera,
Madre de Dios: dame la pureza, enciende mi fe con luces eternas
de gracia y amor! La
Playa, agosto 19 de 1984 | |