Me basta cerrar los ojos
para encontrarte de nuevo,
con tu pasito apurado,
huyéndole al aguacero
después de haber asistido
a ese ritual mañanero
de la misa que fue todo
tu equipaje dominguero.

Me basta reconcentrarme
para salir a tu encuentro
por esos largos caminos
donde mis ojos te vieron:
con tu pantalón de dril,
camisa blanca y sombrero,
y tus cotizas de lona
con el blanco, haciendo juego.

Yo te quisiera pintar,
pintarte de cuerpo entero,
pero me faltan palabras
para mostrarte por dentro.
Nacido para el camino,
fue tu destino, de arriero
un eterno ir y venir,
un ir y venir eterno.

Corazón de hombre de campo
que va enmarcado en el viento,
era el amor a tus hijos
la razón de tu regreso:
tu vida fue estar llegando;
estar llegando y partiendo.

Triste destino fue el tuyo,
cuando una noche de invierno,
el playón turbio y crecido
sin pensar, te volvió eterno
y vos, te fuiste tranquilo
queriendo cazar un sueño.
¡Nacer y morir arreando!
¡Nunca tuyo! ¡Siempre ajeno!

JESÚS ALONSO VELÁSQUEZ CLARO (“nano”)
Girón, Octubre 13 de 2017

REMINISCENCIA DE MI ABUELO
(A mi abuelo materno, Miguel José Claro Q.)

Tan fiel conservo tu estampa,
tu estampa de buen playero,
que a veces yo me pregunto
si es verdad que te recuerdo,
o es que te llevo en el alma
como la sombra al silencio.

La admiración que sintiera
por ti en mis tiempos primeros
es la misma admiración
que hoy siento llegando a viejo.
Yo sé que es mucho pedir
pintarte de cuerpo entero,
pero valga la intención
que pongo en mis tristes versos.

¿Tu nombre? Miguel José,
Don José Claro Quintero
(¡Qué bien quedaba ese "Don"
Bien nacido del respeto,
cuando a vos te saludaban
retirándose el sombrero!).