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En el marco de los concursos convocados por la Administración Municipal de Ocaña, La Playa de Belén se destacó con su participación en varias modalidades: FESTIVAL DE CUENTO CORTO "JORGE PACHECO GARCIA" Primer lugar: NOMBRES:
JESUS DANIEL OVALLOS CLAVIJO ESTUDIOS REALIZADOS: SECUNDARIA: Instituto Técnico Industrial Lucio Pabón Núñez SUPERIORES:
Universidad Nacional de Colombia - Bogotá. Derecho - Cuatro semestres Cuento: Travesía Jesús
Daniel Ovallos Clavijo Como
cada mañana, Basilio Castro vislumbró el alba desde el asiento de
chofer del autobús modelo 78 de su propiedad y en el cual usualmente cubría
una ruta intermunicipal. Pero esta no sería una mañana corriente
para él. Basilio
había enviudado siete meses atrás, durmiendo solo desde entonces,
sin contemplar siquiera otra posibilidad. Decidió invitar a varios parroquianos
que frecuentaban la tienda de la esquina del barrio a una excursión en
su bus, para despejar la mente. El
viaje transcurría normalmente y en un silencio perturbado únicamente
por el ruido de los audífonos de Lopera, hasta que Oliverio preguntó: -Aunque
resultan obvias nuestras motivaciones para encontramos acá, me tomo el
atrevimiento de preguntar ¿Soy el único con carga moral irredimible
acá? -No
te creas tan importante, Oliverio -respondió el cura- todos llevamos errores
a cuestas, incluso Basilio está a punto de cargar uno ahora mismo. Castro
rio irónicamente. -Dígame
que sus razones son más válidas que las mías; quiero reír,
padre. -No
polemicemos inútilmente -interrumpió Cristian, desconectando sus
auriculares y dirigiendo su mirada hacia los viajeros- todos los presentes, de
una forma u otra, hicieron sus vidas como las soñaron, a diferencia de
este servidor. Planearlo todo meticulosamente mutila ese componente de incertidumbre
que hace la vida emocionante. Y si el final no es el soñado, peor. -Finalmente,
todo lo planeado tiene imprevistos, algunos inevitables y terribles -dijo Jiménez-
cumpliendo mi deber, derramé sangre que no debí derramar ¡Y
me condecoraron! El
médico, quien había permanecido callado, procedió: -No
es hora de lamentarse, Jiménez, ¡Pasó y ya! Algunos viven
bien con la culpa, a diferencia nuestra. ¡Punto! -Se
equivoca, doctor -interrumpió Ortiz- eso que usted tanto se recrimina no
fue siquiera culpa suya, el muchacho llegó en pésimo estado, usted
hizo todo lo que estuvo a su alcance y de eso fui testigo cuando me negué
a aplicarle los óleos; fueron las balas de Oliverio las responsables, no
su bisturí. No se dé tan duro, doctor, los contratiempos también
sazonan la vida. No culpo a quienes siguen acá, perdieron el sentido de
sus vidas, pero usted, doctor Vargas, sólo cree haberlo perdido. Vargas
agachó su cabeza avergonzado, mientras solicitaba la parada al conductor,
sin reproche alguno. Se despidió con solemnidad de los ocupantes restantes.
Habiéndose alejado el autobús, encendió un cigarro y tomó
rumbo de vuelta. -¿Tenemos
perdón de Dios, padre? -preguntó Basilio. -A
ese ya no le importamos, afrontémoslo -respondió Ortiz. Castro, quien no dejó de sonreír en todo el trayecto, ojeó a sus restantes acompañantes; sólo bastaron sus gestos de aprobación para que este comprendiera su disposición. Basilio activó entonces el detonador, y una orgía de fuego, sangre y dientes adornó su entrada al reino del rey escarlata. ______________________________________
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