‘Pinto desde que conocí el lápiz’
Celmira Figueroa | 13 de junio de 2010
DIARIO LA OPINIÓN , CÚCUTA

Karen Arévalo Pérez

 

Inquieta, luchadora y osada. No ha tenido reparos en lanzarse a un mundo donde los escogidos son pocos y quiere demostrar que su mano es capaz de seguir apretando el lápiz para desfigurar rostros sin que pierdan su esencia y surgir como alternativa de la nueva ola.

Karen Arévalo Pérez tiene de vecino a los Estoraques desde que nació en La Playa de Belén y quizás esas indefinidas y protuberantes figuras han permanecido revolucionando su creatividad como artista.

 

Karen Arévalo Pérez, de La Playa de Belén

En su casa no tuvo juguete distinto al lápiz e incluso la profesora, en primaria, la regañaba porque pensaba que todos los dibujos se los hacía su mamá. Se limitaba a desmentirla con sus propios trazos que hacía en clases, en los salones de la Escuela Urbana Integrada.

Lo mismo le ocurrió en el bachillerato, en el colegio Fray José María Arévalo, donde recibió el grado hace cuatro años.

Visionaria de sí misma buscó tierra alta y se vino para Cúcuta a iniciar un reencuentro con su futuro y por eso se matriculó, primero en ingeniería industrial, pero no resistió y trató de ingresar al mundo de los arquitectos, pero los cupos estaban copados. Le quedó otra alternativa: administración de empresas donde lleva ya tres semestres. Sin embargo, más que las matemáticas o la construcción de casas o edificios, su grito interno es el de pintar. Es su desahogo. Aquí vive con un familiar, quien le respeta su espacio escogido en la casa para armar su taller donde construye su mundo a punta de pinceladas en telas para hacer cojines.

 

Desde hace cuatro meses empezó a ensayar la caricatura y quiso darse a conocer publicando personajes en La Opinión. Tocó la puerta y se la abrieron.

Su camino es prematuro, pero empieza a recorrerlo con pulse firme, investigando trabajos de otros caricaturistas, practicando con juicio los fines de semana y esperando la crítica justa para superarse.

Otra técnica que disfruta y sabe que le va muy bien es el puntillismo. En su mesa reposan decenas de paisajes, calles y rostros. No lo propone para publicar a diario porque siempre le quita tiempo.

Ha ensayado con el carboncillo y ha plasmado desde los tradicionales bodegones y paisajes hasta su propio rostro.

Su apariencia no es la formal. Irrumpe en lo tradicional y para lograrlo diseña su propia ropa. A su cabello no lo aquieta sino que lo deja volar con toques de gel para que de sensación de mojado. La joven artista sonríe todo el tiempo. Solo se pone seria cuando se enfrenta al lienzo o al papel en blanco. Le toca transportarse para lograr su objetivo y cada vez se exige más.