| RAZA
NUESTRO ANCESTRO INDIO Por
Guido Pérez Arévalo La
región ocupada hoy por la Provincia de Ocaña fue poblada originalmente
por tribus karib procedentes del Brasil. Algunos investigadores sostienen que
aquel grupo cultural se impuso en las Guayanas y en las costas de Venezuela; y
se dispersó, al llegar al lago de Maracaibo, por varios ramales: unos penetraron
por las depresiones del Perijá hasta caer al río Cesar, para subir
posteriormente por el Magdalena; los otros entraron por el Catatumbo y El Zulia,
hasta encontrar las depresiones ocañeras. Éstos también se
dividieron: algunos partieron hacia las montanas de Santander, Boyacá y
Cundinamarca; los demás se agruparon en pequeñas tribus en los territorios
que hoy ocupan los municipios de San Calixto, Hacarí, Convención
y La Playa de Belén. Con
excepción de los karates, tribu de ánimo belicoso y prevenido por
la fuerza de los atropellos, los primeros pobladores se distinguieron por su asentamiento
apacible en la región (Miguel Marciales y otros, Geografía Histórica
y Económica del Norte de Santander, pag.161. Editorial Santafé,
Bogotá 1948). LOS
MOTILONES Los
descendientes del grupo cultural Karib, asentados en los valles de Ocaña
tomaron, por un accidente histórico, el apelativo de "Motilones".
El Alférez José Nicolás de la Rosa, en su obra "Floresta
de la Santa Iglesia Catedral de la ciudad de Santa Marta", dice: Los
caribes que habitan las serranías de Ocaña, son llamados Motilones.
En
la crónica se refiere a una epidemia de viruelas que diezmó a la
población indígena en los llanos de La Cruz (actual municipio de
Ábrego), durante la cual un sacerdote los atendió paternalmente
y se ocupó de bañarlos y suministrarles bebidas frescas. Pero, según
el relato, no bastaron los cuidados paternales, ni las cristianas orientaciones
para mantener la confianza de los indios porque el día menos pensado resolvieron
fugarse llevándose violentamente al sacerdote con todos sus ornamentos.
En el transcurso del voluntario exilio, el cura los indujo a cortarse el cabello,
para su mayor comodidad y como medida preventiva de la enfermedad. Desde las montanas,
donde estuvieron durante seis meses, enviaban periódicamente a sus exploradores
para saber de la evolución de la epidemia con el fin de regresar cuando
el peligro de contraerla hubiera pasado. Los vecinos del lugar, que los veían
pasar, con sus cabezas rapadas, empezaron a llamarlos Motilones. "De
esta raza proceden los Motilones, y de este acaso se formó la etimología
de su apelativo, que así es la tradición, y por el mismo hecho se
conoce la verosimilitud que tiene, no porque permanezcan pelados, sino porque
lo estuvieron con aquel motivo sus primeros ascendientes". DOS
FAMILIAS LINGÜÍTICAS La
existencia de algunos nombres de lugar, como Teorama, Ascuriama y Peritama (Piritama),
sugieren la presencia de la familia lingüística chibcha en la región,
seguramente por la proximidad de la gran nación chitarera, que dominó
el valle de Pamplona. La dicción AMA en la obra, Los nombres geográficos
indígenas, del presbítero Pedro M. Revollo (Citado por don Justiniano
Páez en la revista Hacaritama del Centro de Historia de Ocaña, números
16 y 17, del 26 de junio de 1936), significa tierra, región, en lengua
chibcha "y se halla componente en varias palabras de lugar en el interior,
como Abirama, Chaguarama, Tundama, Duitama, Teorama, Tequendama y Chairama en
la provincia de Santa Marta. La hallamos también en las costas meridionales
de América inglesa que pudieron ser habitadas por caribes: Alabama, Habama
y aún en el Japón Jocohama". Acosta
Ortegón, en su investigación sobre el idioma chibcha (Imprenta del
Departamento, Bogotá, 1938), trae el vocablo quica con el significado
de cielo, ciudad, pueblo, villa, patria, tierra, región. Un
informe del 24 de marzo de 1578, Discreción de la ciudad de Ocaña
de la Governación (sic) de Santa Marta, (Geografía humana
de Colombia, tomo II, 1993), se refiere a la existencia de dos lenguas, bien determinadas,
CARATE y PALE, y a la necesidad de intérpretes para la comunicación
entre los naturales. La primera lengua fue denominada Carate por la enfermedad
cutánea padecida por una parcialidad indígena. PALE tenía
su origen en las ramadas de los miembros de otra población, rodeada de
palenques para su defensa. Eran
agricultores: sembraban maíz, algodón, batatas, ahuyama y frisoles;
pescaban con flechas y arpones y cazaban animales con mazas, macanas y hachas
de piedra. Cultivaban achote para pintar sus sayos y sus cuerpos. Cazaban leones,
venados, puercos monteses, que llamaban báquiras, papagayos, guacamayas,
pavas, paujiles, pequeños mamíferos y criaban cuadrúpedos
y aves de corral procedentes de España. El valle tenía buen temple:
ni frío ni caliente. Llovía desde abril hasta mediados de junio;
entre junio y agosto llovía poco. El invierno volvía en septiembre
y se prolongaba hasta mediados de noviembre; empezaba, entonces, una época
de verano que terminaba en marzo.
Vivían
en ranchos cubiertos con palma. Los nombres de lugares tienen su origen en los
árboles nativos, en las quebradas, en las montañas y en las colinas.
Ocaña era Argutaca, por la combinación de Sotegaga
(nombre del pueblo), Ahira, un pequeño río y Arcuta,
una quebrada. Cucuriama tenía relación con los árboles
utilizados por los naturales para hacer tambores; Anarama, con árboles
que producían trementina. Caracica porque la parcialidad estaba
ubicada en la cabecera de una quebrada; a la cabecera la llamaban Cara
y a la quebrada Sican. Carate, era en español el nombre de un pequeño
río, que pasaba a media legua de Argutaca; los naturales lo llamaban
Ixira. No adoraban a seres superiores, ni practicaban cultos paganos. En
sus borracheras desenterraban a los muertos y bailaban con ellos a cuestas.
PATATOQUES y OTRAS PARCIALIDADES | | Los
caciques inmortalizaron sus nombres en los lugares de su propio asentamiento.
Nuestro cacique Patatoque extendió sus dominios desde la vereda de La Labranza
(hoy del territorio de Ábrego) hasta el llano que aún conserva su
nombre. Es curioso que los fundadores, asesorados por los sacerdotes que participaron
en la selección del nombre, tomaran la denominación del sitio conocido
como La Playa y no el nombre del cacique que identificaba la región. De
la mano de El idioma Chibcha Aborigen de Cundinamarca, de Joaquín
Acosta Ortegón, se puede sugerir el significado de Patatoque como Cacique
o Señor de la labranza y del río. Pa: apócope
de paba, padre, amo, señor; ta: dominio, labranza, propiedad;
toque. río. |
Su
parcialidad tenia como vecinos a los indios oropomas y a los evorukos; y obedecía,
como éstos, al cacique Bucurama, asentado en las serranías de Capitanlargo. No
quedan vestigios de su cultura. Un informe, rendido al Centro de Historia de Ocaña,
sobre una excursión arqueológica efectuada el 18 de junio de 1936,
señala que los cadáveres eran sepultados "acurrucados o
en cuclillas" y "se les cubría con tierra arenosa y suelta".
Agrega el informe que encontraron "restos humanos en vía de fosilización
y algunos utensilios de piedra". Lamentablemente, el investigador no
describe los utensilios ni deja constancia de su destino. En
1850, don Manuel Ancízar dejó una constancia dramática sobre
su paso por una vereda poblada por aspasicas y carates: "... es la Mesarrica,
que mide tres leguas de largo y una y media de ancho, sustentada por estratos
poderosos de arenisca, desierta hoy pero en otro tiempo mansión de indios
reunidos en un pueblo agricultor que la opresión de los blancos destruyó,
dispersando sus moradores, a quienes fatigaron con incursiones en busca de una
soñada mina de oro. Los matorrales han invadido el espacio antiguamente
ocupado por sementeras y un grueso chorro de agua que se precipita majestuoso
desde lo alto parece reunir en su ruido las airosas voces de los indios desposeídos". Mesa
Rica ha despertado siempre la curiosidad en la Provincia de Ocaña, por
sus accidentes topográficos y por las tradiciones lugareñas sobre
profundidades infinitas y la existencia de tesoros fabulosos. En
los años cincuenta, los estudiantes de la región organizaron excursiones
e instalaron sus campamentos frente a las cavernas, decoradas con estalactitas
y estalagmitas, y volvieron a sus colegios con muestras preciosas de aquellas
formaciones naturales. Don
Pedro María Fuentes, en la monografía de Hacarí, publicada
en el Boletín No. 14, de diciembre de 1944, de la Contraloría General
de Norte de Santander, se refiere a la existencia de un camino subterráneo
que cruza La Mesa, desde un extremo a otro, "teniendo como punto de partida
la fracción de Locutama y terminando atrás de la peña del
corregimiento de El Cincho, donde hay una cueva con esqueletos que se cree son
de indios". Y agrega: "... la cueva denominada Catacumbas, está
formada por una serie de pasadizos, enlazados entre sí, que encadenan siete
salones debidamente separados y tallados en las profundidades del terreno".
El autor de
estos apuntes conoció en la Vega de San Antonio la boca de una de las cavernas
mencionadas. Don
Justiniano Páez en sus Noticias Históricas de la ciudad y provincia
de Ocaña, cuenta que el misionero fray Juan León Vila vivió
en una de estas cavernas durante un año y allí murió en olor
de santidad. En
1951, mi padre, don Luis Jesús Pérez Amaya, en su condición
de alcalde de Hacarí, debió improvisar una comisión oficial
para efectuar el reconocimiento de unos cadáveres encontrados por campesinos
que buscaban unas cabras extraviadas en la meseta. Evidentemente, en el desfiladero
estaban los restos humanos, pero encontró con sorpresa que se trataba de
indios momificados y acomodados en urnas de piedra. Las
dificultades de orden público no permiten ahora la visita de aquellos lugares,
pero no faltan los amigos de la ficción que aprovechan las tertulias hogareñas
para soltar las riendas de la imaginación. Con
la llegada de los blancos,
los patatoques fueron sometidos a encomienda, con las tristes consecuencias que
el sistema imponía a la población india, como trabajar durante determinados
días de la semana para los nuevos amos y rendir tributos. El
tiempo y las costumbres religiosas se encargaron de convertir las tierras de Patatoque
en una capellanía de la Orden de San Francisco. La comunidad franciscana
vendió a don Juan Esteban Vega parte de aquel globo de terreno donde se
desarrolló el municipio. Otras
parcialidades, agrupadas en lugares estratégicos del actual territorio
municipal, se conocieron con las denominaciones de ARATOQUES, ASPASICAS, BORRAS,
CURASICAS y PERITAMAS. En
el mapa de aborígenes, incluido en la obra de Marciales, citada antes,
se lee Aratokes y Kukarasikas, nombres que nos hablan de la marcada influencia
de la familia lingüística karib. | |