Chinácota no fue
fundada por Ambrosio Alfinger Por
Guido Pérez Arévalo El
municipio de Chinácota está ubicado en el valle formado al bifurcarse,
poco antes de Pamplona, la Cordillera Oriental, a cuarenta minutos de la ciudad
de Cúcuta. El clima, el calor humano y la biodiversidad han hecho de la
antigua aldea chitarera un lugar ideal para el descanso. Monumentos, templos,
casas coloniales y caminos reales, enriquecen el patrimonio cultural. Chinácota
fue, seguramente, el nombre del cacique de la parcialidad indígena, de
la aldea, del resguardo, de la encomienda, del distrito parroquial, de la villa
y, ahora, del municipio. En lengua muisca, Chinácota quiere decir Reluciente
apoyo detrás de la labranza. Podríamos decir, Rayo de
luz detrás de la labranza. Los
naturales de la región, según Pedro de Aguado, recibieron de los
fundadores de Pamplona el nombre colectivo de chitareros, por sus calabazas con
brebajes de maíz, que ellos llamaban chitareros. Era su provisión
de chicha, palabra formada por las sílabas chi, nuestro y cha, varón,
que significan en su lengua: para nuestros varones, cosa hecha
para los machos. | | | Ambrosio
Alfinger |
Chinácota
no fue fundada por Ambrosio Alfinger En
1532 o 33, cuando apareció Alfínger en su entorno, Chinácota
era una parcialidad de la familia chibcha. Procedente de Tamalameque, el tudesco
comandaba la primera expedición blanca que acampó cerca de la aldea
india, en los meses de noviembre o diciembre de 1532, o en el primer trimestre
de 1533 los cronistas de indias no se pusieron de acuerdo en la fecha.
Y pereció en aquel lugar, por una imprudencia fatal. Una estela de crueldades,
señaladas por la mayoría de los cronistas, hacía fama en
la población india. El lugar pasó a la posteridad con el nombre
de "El Callejón de Cuellar" o el "Valle de Micer Ambrosio". Su
arribo a los dominios de Chinácota marcó un hito en la historia
de la región. Diversas circunstancias lo han convertido en una figura importante.
Su muerte, en primer lugar, se constituyó en un suceso extraordinario,
pues era el Gobernador de Coro (Venezuela). El lugar donde fue alcanzado por una
flecha de los aborígenes ha sido, durante muchos años, un punto
de referencia para visitantes y escritores de todos los tiempos. Hace algunos
años, los concejales de Chinácota, en un acto de intercambio de
distinciones, recibieron un óleo de Alfinger de sus homólogos de
la ciudad de Maracaibo (Venezuela), que adorna el salón de sesiones de
esta respetable corporación. Nada
se sabe del nacimiento de Alfínger. No se conocen detalles de su infancia.
En mil quinientos veintiocho estaba en Santo Domingo desempeñando el puesto
de factor o apoderado de los Welsers de Augsburgo. Era comerciante o mercader. Era
gobernador de Coro cuando decidió salir con 40 jinetes y 130 peones, el
9 de junio de 1531, hacia el Valle de Upar. En su penoso camino encontró
las tribus de los chiriguanás, los camyuras y los pacabuyes. Sin
mayores elementos para formar un juicio serio, se han otorgado al señor
Alfínger los títulos de conquistador y de fundador de Chinácota.
Es cierto que Alfínger vino; pero no vio, ni venció. Francisco
Martín, antropofagia y adversidades Alfínger
envió adelante un grupo de expedicionarios con el oro recaudado en la travesía.
Comandados por Íñigo de Vascuña, se extraviaron durante el
regreso, porque pretendieron ganar tiempo siguiendo la serranía hacia el
sureste, y terminaron sus días en las depresiones de los valles de Ocaña.
Acosados por el hambre, consumieron al principio palmitos amargos; más
tarde, cuando las naturales fuerzas casi del todo les iban faltando, comenzaron
a matar algunos indios e indias de las que consigo llevaban para comer de ellos....
Obligados por las dificultades de la selva y por la falta de provisiones, enterraron
el oro al pie de una ceiba. Los integrantes de la expedición se miraban
con desconfianza ante la inminencia del turno fatal y se fue, cada uno por su
lado, hasta que la selva cobró de manera irremediable sus cuerpos maltrechos. Francisco
Martín confió su suerte a un madero que le sirvió de improvisada
balsa y se dejó llevar por el río hasta los ranchos de unos indios
que lo incorporaron a su tribu. El cacique y señor de aquella región
lo mandó a recoger y tener en su casa por cosa de grandeza, sin hacer
ningún mal ni consentir que se le hiciese por ninguno de sus súbditos. El
español tuvo por mujer a la hija del cacique y fue curandero de los indios,
pues aprendió mohanerías o hechicerías, o por ventura pactos
con el demonio. Curaba todas las enfermedades, chupando a los enfermos la parte
que les dolía, según dice fray Pedro Simón en sus Noticias
historiales. Siguió todas las costumbres, ritos y ceremonias de los
indios, y llegó a tener dos o tres hijos con su mujer, por quienes después
suspiraba. Casi tres años vivió con ellos desde que Iñigo
Vascuña se perdió con el oro hasta su nuevo encuentro con la civilización. Incorporado
a la expedición, Francisco Martín, único sobreviviente de
la tragedia sufrida por el grupo de Vascuña (Gascuña, Bascuña
o Iñigo de Arévalo), contó los padecimientos de sus compañeros. Alfínger,
ignorando lo ocurrido y cansado del silencio de sus expedicionarios, decidió
regresar a Coro. Salió de las selvas del Magdalena el 5 de octubre de 1532
y llegó a tierras de los chinácotas, como ya se ha dicho, en los
meses de noviembre o diciembre de 1532, o en el primer trimestre de 1533. Ver:
Ancestro
blanco Del libro, Chinácota.
Encuentros con la historia, Cúcuta, diciembre 2011, de Guido Pérez
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