El restaurante, montado en la cima de la cordillera, en la vereda de Iscalá Centro, pertenece a los hijos de don Cristóbal Patiño y doña Chepa, la "Señora de Iscalá", que tiene sus dominios en Santa Eduviges. Los descendientes de ese tronco familiar se repartieron la orilla de la carretera para vender, cada uno lo que sabe preparar. Y todos se encuentran en los comedores que van construyendo sobre la loma, para atender a la clientela, cada día más numerosa. Pero no se han dedicado únicamente a la cosa de sal; también venden fresas con crema, obleas y deliciosos dulces. Como si fuera poco, tienen cultivos de hortalizas en invernadero, porque Humberto, uno de los menores, es el gerente de la Cooperativa Agroindustrial de Iscalá. Ah... olvidaba decirles que cultivan astromelias, de colores exóticos.

Todos trabajan, como abejas de colmena, en una organización que deberían copiar los expertos en hotelería y turismo. Los Patiños se inician en los trajines culinarios a muy corta edad. Alguien comentó con humor que su primera prueba de fuego la juegan el día de la Primera Comunión, cuando se les exige preparar el desayuno de los invitados. Aprenden primero a servir y después a mandar que sirvan.

Una preciosa Patiño de 18 años maneja la caja mayor y otra luce sus preciosas galas en un pequeño mostrador de fresas, arepas de trigo y mazorca, y de irresistibles bocadillos de arequipe y leche. ¡Hay, Señor...!

Los muchachos andan por allí, vigilando a los amantes de "amarrar conejo" y, en algunos ocasiones, se paran en la carretera para evitar que se les pase un cliente. Algunos, como Humberto, son profesionales, pero los... y las... que vienen detrás "descansan" entre semana en las aulas de los colegios y de los establecimientos de educación superior.

Las muchachas son todas muy lindas... Por las fotos sabrán que es necio decirlo.

Guido Pérez Arévalo, 12 de septiembre de 2004