| Su
padre fue Bernardo Rojas, pero en su época algunos hijos de unión
libre solamente anteponían al apellido de su madre la letra inicial del
apellido del progenitor. Esa es la explicación de su nombre de familia.
En el mes de julio de 2011 encontramos la partida de bautismo, que había
sido esquiva a investigadores y curiosos, porque en los datos autobiográficos
nuestro personaje había omitido el primer nombre.
Honorio
Mora Sánchez, escritor y, según sus palabras, "conductor
de camiones, con ribetes de intelectual y periodista", conoció
a Panclasta un día de marzo de 1941, cuando una enorme piedra interrumpió
la marcha de su vehículo en las inmediaciones de La Donjuana. Abstraído
en la contemplación del paisaje, al borde de la carretera, fue sorprendido
por una voz varonil que saludaba a sus espaldas. ¿De
dónde viaja, compañero? preguntó el extraño viandante.
Giró
sobre sus talones y encontró, a través de las volutas de su tabaco,
"a un sujeto como de sesenta años, regularmente vestido, de nariz
aguileña, ojos vivos, frente ancha, barba escasa y estatura mediana. No
portaba sombrero, y aparecía cubierto de polvo de pies a cabeza, con trazas
de haber andado mucho a pie".
De
Chinácota, respondió Honorio.
Chinácota
es mi pueblo. Allá nací hace más de medio siglo. Mi nombre
de pila es Vicente Lizcano, pero soy más conocido en el mundo con el de
Biófilo Panclasta, el anarquista.
¿Usted
es Biófilo? Inquirió Honorio dando un salto.
El
mismo, en cuerpo y alma.
Liberada
la carretera del obstáculo, los dos personajes tomaron direcciones opuestas,
pero el destino los reunió esa misma noche en la plaza principal de Chinácota.
Honorio lo encontró sentado en un escaño, rodeado de muchachos que
oían su charla, con la boca abierta. Terminada la tertulia, lo llevó
a su casa y allí lo hospedó durante varios días; la biblioteca
y los periódicos de su anfitrión fueron su compañía
y la reposición de su fuerza vital. Durante largas horas hacían
gala de sus disciplinas intelectuales y recordaban anécdotas, aventuras,
andanzas, triunfos y sinsabores. Biófilo "se expresaba en un lenguaje
sentencioso, cargado de máximas y preceptos
afirmaba conocer cincuenta
países y trescientas setenta y siete cárceles. Era, sencillamente,
un despojo ambulante de los presidios
Nunca lo vi reír, y hablaba
lentamente, como meditando cada frase, como buscando las palabras precisas y correctas
que mejor encajaran en el discurso. A veces sus ojos que enantes, en remotos países,
se embriagaran en la contemplación de los más exóticos paisajes,
dejaban vagar sus cansadas miradas sobre el patio familiar atestado de rosales
florecidos, después sobre el huerto aledaño colmado de árboles
frutales y cafetos verdinegros, luego sobre los tejados de las casas, de tono
rojizo, y por último sobre la cordillera de "El Espejo", tatuada
de montañas, barbechos y sembradíos." (Crónicas
y cuentos, Honorio Mora Sánchez)
Varios
libros y no pocos artículos se han publicado sobre la vida de Biófilo
Panclasta. Citamos los más conocidos: Biófilo Panclasta, artículo
publicado por J. A. Osorio en El Tiempo, edición 9835, del 12 de febrero
de 1939; Biófilo Panclasta, el eterno prisionero, de Orlando Villanueva,
Renán Vega Cantor, Juan Carlos Gamboa Martín, Amadeo Clavijo Ramírez
y Luis A. Fajardo Sánchez. 1992 - Ediciones Proyecto Cultural ALAS DE XUE;
¿Biófilo Panclasta, leyenda, mito o verdad?, artículo del
doctor Mario Eduardo Mejía Díaz; La revolución soy yo, de
Orlando Villanueva Martínez, Orvim Ediciones, 1999; Biófilo Panclasta,
Guillermo Vargas Villamizar. Tipografía Cortés, San Cristóbal
(Venezuela) 1988.
En
carta dirigida al señor Aurelio de Castro, decía Biófilo:
"Conozco casi todos los países de Europa, pero de una manera muy
superficial, por cuanto las persecuciones que sufría, el temor que en los
espíritus achatados despierta todo lo atrevidamente nuevo, mi situación
económica doliente, y hasta la disparidad de opiniones con mis coasociados,
me impedían viajar de otro modo que como un fugitivo. No obstante eso,
de Francia, España, Inglaterra, Suiza, Italia, Bélgica y Holanda
puedo apreciar el estado general de sus cosas. Estudié las fábricas,
la conferencia, la huelga y el movimiento social. Y no obstante mi temperamento
artístico, a ello apliqué el tiempo que las cárceles, el
destierro o las miserias animales me dejaban".
Fue
amigo de Piotr Alexéievich Kropotkin, geográfo y pensador ruso,
el principal teórico del movimiento anarquista, doctrina política
que se opone a cualquier tipo de jerarquía. Y cruzó cartas con revolucionarios
de todos los niveles sociales e intelectuales, a quienes les decía con
frecuencia: "Yo soy yo. Yo no dejo una religión por otra, un partido
por otro, un sacrificio por otro. Yo soy un espíritu liberado, egoísta.
Yo obro como yo siento. Yo no tengo más causa que la mía".
La
amistad con Cipriano Castro, dictador de Venezuela (1899 -1908), le deparó
el nombramiento en la Secretaría de Correspondencia; pero la derrota del
caudillo lo llevó a la cárcel por orden de Juan Vicente Gómez,
presidente de la República (1908-1913; 1922-1929; 1931-1935).
Conoció
a Lenin y a Máximo Gorki, y alternó con célebres terroristas
con quienes participó en diversos atentados en Europa y América.
Por cuenta de su obsesión rebelde, encontró en cada ciudad una cárcel
y, en el mejor de los casos, una indicación perentoria para abandonar la
tierra que pisaba. De casi todos los lugares que visitó fue deportado;
en otros ni siquiera tuvo la oportunidad de desembarcar. Le ocurrió en
Puerto Colombia, donde los soldados del general Reyes acudieron a las bayonetas
para mantenerlo a bordo. De este acontecimiento sus biógrafos rescataron
para la posteridad una de sus frases lapidarias: "De todos los países
del mundo, el más hostil para mí, ha sido mi propia patria. Porque
sí de todas partes me han echado y llevado a la cárcel, sólo
en mi patria intentaron asesinarme por el hecho de pedir hospitalidad".
Convertido
en personaje legendario, fatigado de sus propias guerras, pálido y deshecho,
más miserable que nunca, regresó a Bogotá y se echó
en los brazos cariñosos de Julia Ruiz, una pitonisa que había cambiado
los hábitos y los claustros del convento de las Hermanas de la Caridad
por un cuchitril acondicionado para ejercer los poderes de la adivinación.
Biófilo
Panclasta falleció el primero de marzo de 1942, por una enfermedad del
corazón, en el asilo de ancianos de Pamplona. Orlando Villanueva Mrtínez,
su más importante biógrafo, dice que en su morral de viaje encontraron
un manuscrito de Lenin, una proclama de León Tolstoi y dos cartas de Blanca
Inés, su novia de Capacho, Estado Táchira, Venezuela. Tomado
de la obra "Chinácota. Encuentros con la historia", de Guido
Pérez Arévalo. | |